El despertar de la Rambla

La tímida llegada de turistas coincide con la superación de los tres millones de vacunados en Catalunya

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Turistes pisando el mosaico de Joan Miró, al tramo central de la Rambla

Después de un año de amodorramiento pandémico, la Rambla empieza el lento despertar para recuperar la imagen de postal icónica de Barcelona. En las terrazas de siete euros un café y un zumo de bote hay muchas sillas vacías y todavía hay pocos clientes interesados en una taza con decoración multicolor de Gaudí o en una camiseta del Barça. Aún así, los comerciantes confían en que con las nuevas facilidades para entrar en España puedan empezar a cerrar ya un largo paréntesis de inactividad y pérdidas. 

El relajamiento de las medidas de acceso que ha dictado el gobierno español coincide con un momento en el que el buen ritmo de la vacunación ha hecho que se superen ya los tres millones de catalanes con al menos una dosis, es decir, el 45% de la población de más de 16 años. Y ya se ha empezado a inmunizar a los de 40 a 49 años con la monodosis de Janssen, hecho que permitirá dar un enorme salto y ampliar la cobertura inmunológica ante el peligro de que la contagiosa variando Delta -la nomenclatura científica para la conocida como india- se haga fuerte. La evolución de los datos epidemiológicos ayuda, además, a mantener el optimismo porque, si bien la transmisión del virus se mantiene estable, la protección de los colectivos más vulnerables se deja notar y la afectación en los hospitales es más baja que hace unas semanas. 

A pesar de que este ha sido el primer fin de semana en el que los visitantes extranjeros -franceses, sobre todo- han desembarcado de manera más evidente por donde antes del covid paseaban una muchedumbre de turistas, ahora se puede contemplar el suelo de la Rambla y pararse en cualquier punto del camino sin el riesgo de ser devorado por la masa. “Hasta que no vea esto lleno de turistas no me lo creeré”, dice Agustín Castro, del quiosco Martos, junto a Colón. Con 40 años en la Rambla, admite que el día “está muerto” y que costará resucitar el ritmo vital prepandémico, en parte porque hay un grupo de locales que no han resistido la crisis y han bajado la persiana. Otros apenas recuperan los horarios habituales, pero mantienen a los trabajadores en ERTE a la espera de qué pasará en los próximos días. A los primeros cruceristas no se los espera hasta finales de junio y son también un puntal para hacer funcionar los datáfonos y las cajas registradoras.

Unas turistas sorprendidas al comprobar que el Mercat de la Boqueria está cercado

Maite Collado -32 años trabajando en la Rambla- todavía ve lejos que se reavive el paseo. Como signo de la excepcionalidad de la situación, explica que en la parada de recuerdos que tiene en el tramo central han pasado de vender pins y postales a mascarillas contra el covid. En el tramo lateral, Parminder Singh se distrae mirando el móvil en su tienda “porque no entra nadie”. Las camisetas de Barcelona llenan los estantes y, como otros comerciantes, admite que ni la llegada de los turistas hará que los propietarios del negocio compren más género. “Los almacenes los tenemos llenos de todo lo que dejamos de vender el año pasado”, indica. “Necesito a los turistas, son el 90-95% de mis ingresos”, clama Jordi Castro, al frente del quiosco Tallers, que no se plantea levantar el ERTE para la plantilla.

Todavía son pocas las maletas que turistas llevan arriba y abajo, y donde se oía inglés o francés ahora se oyen el catalán y castellano de residentes y visitantes de fuera de la ciudad. Los cuatro miembros de los García-Riera de Manresa se han dejado caer por Barcelona aprovechando que “no hay zona azul y se puede entrar con un coche viejo” y, a pesar de que dudan si quedarse en la Rambla para comer por miedo “a las clavadas” -lo dicen medio riendo-, son conscientes de que “son los últimos días antes de que los turistas recuperen el terreno”. Una camarera admite que a medida que se ven más turistas los precios de las consumiciones se encarecen, pero a escondidas está “el precio para los locales”.

Dos turistas andando por la Rambla con maletas, con una tienda de recuerdos en primer plano.

Estos días el Ayuntamiento de Barcelona y la asociación Amigos de la Rambla lanzan la campaña Baja a la Rambla, una apuesta para que precisamente los autóctonos se hagan suyo el paseo. “Nos gustaría que el lugar de los turistas lo ocuparan los barceloneses”, asegura Fermín Villar, presidente de la entidad, que lamenta que en los 15 meses de parada forzosa “no se haya hecho nada” para imponer controles de calidad a los negocios y evitar que la Rambla sea “la Tijuana de Europa”.

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