El feminismo exhibe fuerza con una manifestación con más de 40.000 personas
Barcelona reivindica la jornada por la igualdad ajena a la división que se vive en Madrid
BarcelonaNadie las tenía todas con que este 8-M la manifestación de Barcelona fuera tan masiva como la de los años precedentes. Pero sí, el movimiento exhibe musculatura y ha resistido una nueva jornada reivindicativa, ajeno al rifirrafe entre feministas de la izquierda política en Madrid y de las diferentes posiciones que conviven alrededor de cuestiones como la prostitución y sobre todo la ley trans y la del solo sí es sí. “Que se lo miren los partidos de izquierda, que no nos representan y en Catalunya aun menos”, afirma Rosa Gómez, a punto de cumplir los 60 años y con mucha mili en el feminismo. “La lucha de las mujeres es una”, añade su amiga Roser Córcoles, ya jubilada y que se congratula de que en cada convocatoria haya más chicos y hombres. “Si no entran en la lucha por la sociedad más justa, mal vamos”, concluye.
La Guardia Urbana cifra en 40.000 las personas que se han concentrado por el centro de la capital catalana, menos de las 60.000 que ha dado la organización de la Asamblea 8-M. En todo caso, es mucho más que las 15.000 del año pasado y se confirma que, ahora mismo, ningún otro movimiento es capaz de movilizar multitudes de tal magnitud.
Cinco años después de la gran manifestación y de la huelga laboral, de consumo y de cuidados, la jornada de hoy ha tenido un escaso seguimiento en cuanto a la paro. Solo las universidades han ido a medio gas, más por la ausencia de los estudiantes que no del profesorado, mientras que el resto de ámbitos, fábricas, comercio, transporte público y otros servicios han funcionado con normalidad y puntualidad. Como un día cualquiera, aunque desde primera hora de la mañana las universitarias han hecho piquetes informativos y han cortado la Diagonal y la Meridiana de Barcelona, provocando alguna cola y poniendo a prueba la paciencia de más de un conductor. “No entienden que protestamos para mejorar toda la sociedad, la vida de sus hermanas y de sus hijas”, afirma la estudiante Irene Ferrer.
Madres y bebés
En esta manifestación se ven grupos de amigas, con algún hombre añadido, muchas parejas jóvenes y madres con más madres que siguen el paso de la marcha y del ritmo de las numerosas batucades que resuenan con bebés de meses a cuestas. “Lo hacemos por ellos, estamos aquí para que vean de qué va el asunto”, dicen.
El 8-M ha conseguido ser un “día fijo”, marcado en el calendario de las mujeres como una cita ineludible, de lucha y también de fiesta. En un grupo mixto, Marta Gil Fraca –“los dos apellidos, que así sale el de mi madre”, pide– explica que la lucha del feminismo se hace, precisamente, para que las mujeres no se encojan y crezcan con el derecho a no quedarse en los márgenes ni del patio de la escuela ni en las aulas.
Se percibe una alegría por estar en la calle cantando las reivindicaciones que cada año se tienen que ir repitiendo a la espera de que algún día se hagan realidad, como la plena igualdad en la política, en los lugares de poder y en los sueldos. “Queremos pensiones dignas para las viudas, que esto es feminismo”, añade Pilar Poveda, de la Marea Pensionista mientras avanza poco a poco, con su peto de color naranja.
Libertad sexual
Se oyen gritos, también, que las generaciones más jóvenes han incorporado a la lista reivindicativa, como la importancia de poder ir por la vida “seguras y no valientes”. Los lemas de las pancartas recordando los feminicidios, las violaciones y la consagración del consentimiento como base de toda relación sexual y garantizar la libertad sexual. Al manifiesto de la jornada, que firman las mujeres de la Asamblea del 8-M y que se ha leído en el Arc de Triomf al final de la manifestación, se afirma que “las violencias machistas nacen del sistema heteropatriarcal, capitalista, racista y colonial”, que discrimina “por razón de género, de clase, lugar de procedencia y color de piel”. En un marcador imaginario y a simple vista, los mensajes a favor de la ley trans han ganado por amplia mayoría, quizás porque los contrarios no se han presentado a la ocasión.
Por la Gran Vía transcurre la multitud, donde abunda el color lila de camisetas y pañuelos, y en medio del sonido de la música de las comparsas se oyen las conversaciones para encontrarse con las amigas y continuar la marcha juntas. Rocío Abad y Jeniffer Ramos explican que se han acercado con el hijo de la primera, de poco más de un año, porque “aunque las mujeres tengan muchos derechos sociales, falta igualdad en los derechos políticos”. Su voz queda tapada por los gritos de las mujeres migrantes, que gritan justamente sobre la falta de derechos y se lamentan de la persecución y discriminación que sufren en los trabajos y en la vida en general. El feminismo es también el movimiento que abraza la causa de las mujeres afganas e iraníes, reprimidas duramente por un régimen autoritario y patriarcal. “Sin feminismo no hay revolución”, se canta desde el centro de la calle.