"A la Lydia del pasado le diría que comiera, que estaba a punto de tocar fondo"

El trastorno alimentario de una menor de diez años es uno de los muchos casos que ha desencadenado la pandemia

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La Lydia Martínez, de 11 años, a casa suya

BarcelonaFue leyendo una entrevista publicada en un diario cuando David empezó a entender lo que le pasaba a su hija. La chica del reportaje tenía poco más de veinte años y hacía ocho que sufría un trastorno alimentario. "Estuvimos perdidos durante muchos meses", recuerda ahora David. Después de una travesía por el infierno, ahora la familia vuelve a sonreír y, mientras empieza a dejar atrás esta pesadilla, trata de servir de ejemplo y ayudar. Lydia ya ha salido en el programa Planta baixa de TV3 y no tiene ningún problema en aparecer en este reportaje: "Es que yo no tengo vergüenza y mi intención es concienciar a la gente, ayudar", explica por teléfono. Acaba de salir de la terapia. Un día más desde el mes de abril. Escuela por la mañana y la clínica especializada Ita por la tarde. Y esto ahora, que la cosa va bien. Durante los peores meses tenía que estar en el centro trece horas al día. "Yo creo que soy feliz, me siento superbien", dice decidida. Viniendo de ella, tiene valor. Con solo diez años sufrió una anorexia nerviosa muy grave y fue cayendo en un pozo del que nadie sabía salir. Cuando sus padres empezaron a ver cosas extrañas la llevaron a una psicóloga una hora a la semana. Pero no servía de nada. "La enfermedad crecía", recuerda David. La entrevista que leyeron en el diario les abrió los ojos y fueron a visitar a la pediatra, que los hizo entender que aquello era grave. "Perdimos un año sin saber que tenía anorexia y que era grave. Es muy bestia", dice.

Lydia está convencida de que la pandemia lo agravó: "Me veía cada vez más pálida, sin ganas de hacer cosas, deprimida... Lo estaba pasando mal, ¡y encima encerrada!", recuerda. El consumo de internet tampoco ayudó: "Internet no tiene la culpa, pero es peligroso", apunta David. Poco a poco empezó a seguir perfiles equivocados y a entrar en grupos de personas que estaban enfermas. "Una niña de diez años no tiene criterio para ver que la imagen de esa chica está manipulada".

Por desgracia, lo que le pasó a Lydia no es un caso aislado: la pandemia y el consumo de redes sociales, donde el culto al cuerpo está totalmente sobredimensionado, han sido "la tormenta perfecta" para que los adolescentes sufran trastornos alimentarios, según ha lamentado este lunes la directora de la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia (ACAB), Sara Bujalance.

La asociación hizo una encuesta a 5.135 alumnos de ESO de escuelas públicas, concertadas y privadas de Catalunya desde septiembre de 2020 hasta junio de 2021 y de las respuestas no sale prácticamente ni un solo dato positivo, sobre todo en cuanto a las chicas. Si durante el curso anterior un 32% de las chicas de entre 12 y 15 años advertían de que querían adelgazar, este porcentaje escala hasta el 47% en la última encuesta. En el caso de los chicos, el porcentaje pasa del 15% al 21%. Más allá de la percepción del propio cuerpo, la encuesta también advierte de que algunos de los adolescentes ya están empezando a tener conductas de riesgo, como hacer dieta para adelgazar sin ningún control médico. Bujalance ha avisado de que uno de los problemas de estas conductas es que "socialmente están normalizadas" y esto puede dificultar la detección del trastorno. En un solo curso, el porcentaje de chicas que hacen dieta sin control ha pasado del 34% al 41%. El de chicos, en cambio, se ha mantenido más estable y ha pasado del 22% al 23%. Es también muy preocupante el incremento de chicas que sospechan que pueden estar sufriendo un trastorno alimentario, que pasa del 4,7% al 8,7%. Este último dato hay que digerirlo con cautela, según ha explicado la directora de la asociación, pero coincide con el incremento de casos que están viviendo desde el centro. Más allá de la encuesta, si en 2019 en la asociación trataron 2.000 casos desde su centro, en 2020 ya eran 5.000 y este 2021 lo cerrarán con una cifra similar.

Bujalance ha explicado que la pandemia ha complicado mucho la vida de los adolescentes y "ha generado mucha incertidumbre, porque ha provocado pérdidas de trabajo y de estatus y también ha parado proyectos vitales, como entrar en el mercado laboral, encontrar pareja, hacer amigos o viajar". Estos cambios han disparado los problemas mentales de los adolescentes en general y el TCA es uno de los más importantes, puesto que, tal como ha recordado Bujalance, los trastornos alimentarios son el problema de salud mental con la tasa más elevada de suicidios.

¿Cuándo se tienen que disparar las alarmas?

La directora de la entidad ha destacado la importancia de la detección precoz del TCA, que acostumbra a desarrollarse entre los 12 y los 15 años. Según ha explicado, las alarmas tienen que dispararse cuando se detecten cambios en la alimentación o en la práctica de actividad física, dirigidos a bajar de peso. También hay que estar alerta cuando se aprecien cambios en el estado de ánimo: "Si están más tristes, ansiosos, irritables o más aislados, tanto con los padres como con los amigos". David, después de la experiencia vivida, dice que los cambios que no supieron valorar empezaron por la ropa holgada, puesto que la Lydia no quería que le vieran el cuerpo. También notaron unas ganas de hacer ejercicio "extremas" y que poco a poco su hija dejó de socializar. Finalmente, llegó el control de la comida y el último capítulo: la autolesión.

En caso de sospecha de que el adolescente pueda estar sufriendo un TCA, la asociación, que hace casi treinta años que está al pie del cañón, recomienda "poner en marcha el mecanismo para recibir un tratamiento especializado". Según la entidad, la mejor opción es la seguridad social, aunque, a menudo, sea demasiado lenta y tenga pocos recursos. En este sentido, Bujalance ha lamentado que "el sistema sanitario no tiene suficiente especialización ni recursos para abordar de manera efectiva esta situación" y ha reclamado "un plan de actuación específico". Si se decide tratar el trastorno desde el sector privado, Bujalance ha pedido sobre todo que se vigile que el caso esté en manos de "un equipo especializado en TCA y multidisciplinario, no solo un psicólogo no especializado en TCA".

Cuando mira atrás, Lydia también querría cambiar las cosas y evitar la dolorosa experiencia que ha vivido. "A la Lydia del pasado le diría que comiera, que estaba a punto de tocar fondo".

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