"Las ayudas a la agricultura no deberían ni existir; a los campesinos deberían pagarnos el precio justo"

Santi Olivé, de Can Jornet de Gallecs, es uno de los cuatro agricultores en Cataluña que hace harina con trigos antiguos en un molino de piedra tradicional

Santi Oliver
10/08/2025
3 min

GallegosEn medio de un nido de carreteras, polígonos industriales y núcleos urbanos densamente poblados del área metropolitana de Barcelona, hay un refugio agrícola con una masía custodiada por Blanqueta, una perra dormilón. Desde el jardín de Can Jornet, donde la familia Duñach vive desde el siglo XVII, el canto de los grillos queda ahogado periódicamente por el zumbido de los neumáticos que rozan el asfalto. Desde que su tío murió hace trece años, Santi Olivé Duñach vive en la casa y cultiva sus tierras. Pero, aunque su bisabuelo compró la finca en la que habían trabajado siempre a principios del siglo XX, no es propietario, ni siquiera el masovero. "No puedo pedir ningún préstamo o hipoteca porque esto no es mío", lamenta.

Can Jornet se encuentra en el parque agrícola de Gallecs, un pulmón verde encajonado entre el cruce de la C-59 con la AP-7 y la C-155, uno de los últimos espacios sin urbanizar del Baix Vallès. Las 1.500 hectáreas que conformaban el parque fueron expropiadas en los años 70, al término de la dictadura franquista, para realizar una macrociudad "como Badia del Vallès", que no se llegó a construir por la persistencia de los vecinos. "Algunos se fueron, pero otros siguieron viviendo", explica Santi.

Con la llegada de la democracia, las tierras quedaron en manos del Institut Català del Sòl, que, en lugar de devolverlas a sus propietarios, emitió unos permisos que autorizaban su uso a los residentes, pero no a sus familiares. Esto hizo que cuando la abuela de Santi se jubiló, como tantos otros campesinos, sus herederos quedaron en una especie de impasse administrativo. Y, si bien los esfuerzos conjuntos de los vecinos y la administración han permitido que el parque fuese ganando protección, todavía quedan pasos hasta regularizar por completo las tierras. "Somos como una tribu india —sostiene con ironía— Lo tenemos todo a mano, pero ya ves, aquí no hay nada".

Santi es uno de los cuatro agricultores de Cataluña que hace harina con trigos antiguos en un molino de piedra tradicional. Estas variedades –como la jaula, la espelta o el kamut– se han ido dejando de utilizar porque eran la mitad de productivas que el trigo convencional, pero tienen un valor nutricional mucho más elevado. De hecho, explica que muchas personas que son intolerantes al gluten pueden comer y les digieren bien: "No es el gluten. Es el gluten este que aportan [los trigos antiguos], que es más asimilable".

El cultivo de semillas antiguas permite preservar la biodiversidad de estas especies, como es el caso del Montjuïc, un trigo típico del Vallès. Los campesinos de la comarca lo habían sustituido por otras variedades más productivas. "Solo quedaban 100 kilos sin plantar en la Torre Marimon de Caldes de Montbui", explica. Junto a su vecino plantaron el año pasado y ahora lo han recuperado.

Defiende con convicción el modelo de agricultura ecológica, pero lamenta que el trabajo de payés no esté muy bien valorado socialmente pese a realizar una función clave: además de ayudar a preservar la biodiversidad, los campesinos también son fundamentales a la hora de prevenir incendios: "Estamos en primera línea de fuego", afirma.

¿El mal endémico de la profesión? Los intermediarios. "Las grandes distribuidoras, si tú los vendes [el producto] a 20 céntimos, te lo joden a dos euros –dice Santi–. El sistema está montado para favorecerlos". De hecho, reivindica que, si los márgenes de los intermediarios fueran más pequeños, no sería necesario el actual sistema de ayudas públicas para sostener al campesinado: "La PAC no debería ni existir. Al productor se le debería pagar el justiprecio". En este sentido, opina que es necesario incentivar el consumo de proximidad y la compra directa al productor. Pero es indulgente con el consumidor, sobre el que a menudo recae toda la responsabilidad: "Debería estar más concienciado por el terreno, pero con el mundo que vivimos, cuesta mucho. Todo el mundo va de bulto, y si vas a un supermercado, lo tienes todo allí".

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