Las nacras sobreviven al límite de la extinción

Solo en el Delta de l'Ebre y en el Mar Menor todavía se encuentran ejemplares de un molusco mediterráneo que vive desde 2016 su propia pandemia

BarcelonaLas nacras poblaban no hace tantos años con alegría el mar Mediterráneo. Moluscos en forma de abanicos gigantes que pueden llegar a medir más de un metro de alto vivían en los fondos marinos de Catalunya, las Baleares, Alicante, Murcia o Almería. La situación de la especie, que tenía millones de ejemplares, ha dado un giro fatídico y hoy no llama la atención por una apariencia icónica sino porque se encuentra en una especie de contrarreloj para asegurar su supervivencia. La aparición de un parásito hace apenas seis años ya ha borrado a la especie de casi todos los lugares donde los científicos la tenían documentada. "Una pandemia muy bestia", resume la investigadora de la IRTA Patricia Prado. Hoy, las nacras sobreviven en dos pequeños reductos, el Delta de l'Ebre y el Mar Menor, donde la salinidad del agua les hace de escudo, pero donde también afrontan otros peligros, como la pérdida de sus hábitats y las crisis ambientales, que han reducido todavía más las poblaciones hasta cifras casi testimoniales en algunos casos.

"Es una situación de gravedad extrema. Nunca habíamos visto una mortalidad masiva como esta". Prado describe al ARA el impacto que ya han podido comprobar del protozoo parásito (Haplosporidium pinnae) que irrumpió en el Mediterráneo en 2016 y que ha liquidado poblaciones enteras. "En Portlligat, por ejemplo, teníamos poblaciones de nacras marcadas y en cosa de dos meses desaparecieron todas", lamenta la investigadora solo como un pequeño ejemplo del drama que se ha vivido en aguas abiertas del Mediterráneo. Las tasas de mortalidad una vez se detecta el patógeno rozan el 100%, así que se puede decir que las poblaciones que sobreviven lo hacen literalmente acorraladas y en lugares algo más protegidos de la entrada del parásito como son la Badia dels Alfacs o la laguna del Mar Menor en Murcia.

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Recientemente, ni aquí ha podido estar tranquila la nacra (Pinna nobilis). El temporal Gloria,que golpeó el Delta de l'Ebre, arrasó buena parte de la población que subsistía libre de parásito en la Badia del Fangar. Días después, se detectaron solo doce ejemplares de los 533 que había registrados. En la Badia dels Alfacs, donde está la otra gran colonia que queda a pesar de que no se sabe exactamente cómo es de grande, ya se ha detectado el intruso exterminador y la mortalidad se ha concentrado sobre todo en las zonas más próximas a la conexión con el mar abierto, mientras que en el interior parece que se ha frenado el avance. Los científicos saben muy poca cosa de esta amenaza, pero una la tienen muy clara: cuando la salinidad es más baja de lo habitual –pasa en el Delta de l'Ebre– o más alta –es el caso del Mar Menor, una laguna hipersalina– el parásito tiene más dificultad para sobrevivir. Esta condición ayuda a ganar tiempo y es por eso que el IRTA y la Universidad de Alicante tienen en marcha proyectos que aseguren la conservación de la especie y el traslado de ejemplares a lugares seguros mientras no se encuentra la vacunaque garantice su supervivencia.

La 'sopa verde' en el Mar Menor

La realidad al Mar Menor no es mucho más optimista que en el Delta de l'Ebre y el balance reciente de mortalidad es aterrador debido, en este caso, a la grave crisis ambiental que se ha manifestado en forma de episodios de mortalidad masiva de peces en la laguna. En 2016 se dio el primer episodio de lo que se describió como una sopa verde: el exceso de nutrientes en el agua provenientes en buena parte de la agricultura intensiva provocó una falta de oxígeno que mató al 85% del fondo de la laguna, incluida la numerosa población de nacra. "Fue un punto de no retorno y el inicio de un proceso del que el Mar Menor no se ha recuperado", sentencia la catedrática de la Universidad de Alicante Francisca Giménez Casalduero. Si un estudio de 2015 sugería que había 1,6 millones de nacras en el Mar Menor, la población más numerosa en España, después del grave episodio de eutrofización de hace cinco años sobrevivieron no más de 5.000, añade la también directora del Centro de Investigación Marina en Santa Pola.

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La crisis de 2016 en el Mar Menor, pues, arrasó el 99% de la población de nacras local, justo al mismo tiempo que se empezaba a detectar el parásito exterminador de la especie en otros puntos a mar abierto. El segundo gran episodio crítico en la laguna llegó en 2019, después de las lluvias torrenciales de Dana, que abocan muchísima agua dulce –y cargada de nitratos– a la laguna. "Las capas profundas se convirtieron en agua putrefacta sin oxígeno, agua que se cargó de sulfuros y metano", recuerda la catedrática. "Ya antes de ver los peces muertos detectamos una gran concentración de especies en las capas superficiales, justamente en las zonas donde habían sobrevivido las nacras en los episodios anteriores. No lo sabíamos todavía, pero lo que hacían aquellos peces era huir", añade. Los científicos no estuvieron a tiempo de rescatarlas y las nacras también fueron víctimas de la nueva crisis ambiental. A todo esto se suma el último episodio de este verano pasado y todo junto deja el triste balance de que el Mar Menor ha pasado de ser el gran refugio donde la Pinna nobilis sobrevivía lejos del parásito a ser un lugar donde quedan "menos de un millar de ejemplares", lamenta Giménez.

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Objetivo, la cría en cautividad

Con el viento claramente en contra, no lo tienen fácil las científicas como Prado o Giménez para asegurar el futuro de una especie que contribuye a la biodiversidad marina y que además hace un trabajo de filtraje del agua en los ecosistemas donde vive. En el Delta de l'Ebre están elaborando en cartografía el estudio de la salinidad para tratar de garantizar un hábitat seguro para las nacras que todavía hay. El número exacto no está claro, porque el último estudio poblacional que Prado hizo en 2010 hablaba de 90.000 nacras en la zona de los Alfacs y se asume que la cifra ya debe de ser mucho más baja.

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Las dos científicas trabajan con sus equipos y otros en Europa en proyectos para asegurar la especie a través de un programa, Recupera Pinna, financiado por la Fundación Biodiversidad del ministerio para la Transición Ecológica y la Fundación Zoo de Barcelona para hacer seguimiento de las poblaciones existentes, que aportan una información muy valiosa, y usar la tecnología para medir la salinidad y la temperatura del agua y asegurar las poblaciones. "Salvar lo que tienes y detectar las zonas de riesgo", resume Prado. Además, la investigación también trata de encontrar ejemplares que puedan ser resistentes al parásito para "descubrir cómo han sobrevivido".

El objetivo de futuro, sin embargo, también pasa por "cerrar el ciclo de vida de la especie" y conseguir reproducirla para poderla reintroducir. La cría en cautividad, que ya ha dado sus primeros pasos en un proyecto en el acuario de la Universidad de Murcia, es el reto en el horizonte y un pasaporte, quizás crucial, para alejar a las nacras del precipicio de la extinción.