Medio ambiente

Vivir junto a una incineradora: "Tengo que taparme la nariz porque me dan ganas de vomitar"

Vecinos de zonas industriales se quejan de malos olores, ruidos y emisiones de gases

La incineradora Tersa, en Sant Adrià del Besos, en una imagen de archivo
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Sant Adrià del BesòsJosé ha vivido toda su vida en Sant Adrià de Besòs. Las imponentes centrales térmicas de ciclo combinado de Endesa y Naturgy, y la planta incineradora de residuos Tersa, ubicadas a pocos metros de su casa, forman parte de su paisaje cotidiano. De forma implícita, esto le ha obligado a aprender a convivir con los gases y el ruido que emiten, así como con el extraño olor que se percibe al acercarse al barrio de la Catalana. "Ya sabía que vivía en una zona industrial, pero no me esperaba que después de tantos años todavía hubiera el descontrol que existe actualmente. La central de Tersa, por ejemplo, emite unas grandes humaredas de color amarillo, e incluso de color rojo", explica. "Nos estamos dando cuenta de que vivimos en una zona ambiental que nos perjudica la salud. Esto hace que te preguntes si tienes más probabilidades de padecer cáncer", lamenta.

Isidro, también vecino del barrio, coincide: "Llegué el domingo de vacaciones, y la madrugada del martes tuve que llevar a mi hijo pequeño, que es asmático, a urgencias", relata, y añade: " No cabe duda de que notó el cambio en el aire al regresar a Sant Adrià". De hecho, las dudas sobre los riesgos de padecer cáncer por las dioxinas y los furanos contaminantes en el aire de la zona de Sant Adrià de Besòs y el Fòrum llevaron a la entidad Airenet a denunciar Tersa en la Fiscalía del Medio Ambiente hace seis años. El ministerio público dio la razón a las entidades vecinales y ecologistas y va presentar una denuncia por la contaminación que genera la planta.

El pasado mayo el juzgado de instrucción número 5 de Badalona –que asumió el caso– archivó la causa, pero este octubre la Audiencia de Barcelona decidió reabrir el caso y valorar en un juicio si la actividad de la incineradora ha contaminado el aire y ha perjudicado la salud de los vecinos aduciendo que "hay motivos" para seguir investigando.

La preocupación por los efectos que puede tener en su salud vivir cerca de una zona industrial la comparte José Luis Conejero, que desde 1974 vive en el barrio de Sant Joan de Montcada i Reixac. En su caso, sin embargo, el origen de todos los dolores de cabeza es la fábrica de cemento de Holcim (antes LafargeHolcim), ubicada a poco más de 150 metros del casco urbano. Pese a varios reversos judiciales, hoy sigue produciendo cemento e incinerante. "En el barrio no hay una familia que no tenga alguna afectación. No digo que sea sólo a causa de la cementera, pero hay muchos problemas respiratorios, de cáncer... Que cada uno saque sus propias conclusiones", dice.

La Incineradora de Sant Adrià del Besòs

Según el vecino, a los gases contaminantes hay que sumarle la polución acústica, que es omnipresente. "El ruido se escucha las 24 horas del día los 365 días del año. A la hora de dormir sobre todo te afecta en verano, cuando tienes las ventanas abiertas", asegura. Todo ello, acompañado de episodios de polvo que ensucian los coches e incluso impiden el correcto funcionamiento de las placas solares. "Hemos llegado a tapar los vehículos con telas porque si no debían lavarse con salfumante y vinagre", explica Conejero.

Tanto José como Isidro y José Luis viven en lo que se conoce como zonas de sacrificio ambiental. El sociólogo Josep Espluga, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona e investigador del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas (IGOP), las define en el ARA como "territorios en los que se desarrollan actividades que deterioran ambiental y socialmente". Además, la ejecución de estas actividades "no es decisión de las personas que viven en ellas, sino de empresas o corporaciones externas". En este sentido, el concepto de zonas de sacrificio ambiental se vincula al "extractivismo", porque implica extraer una serie de recursos de un territorio para "exportarlos al mercado global".

El experto señala otras zonas de sacrificio ambiental en Cataluña: la comarca de Osona, donde la ganadería intensiva del porcino ha inutilizado la mayoría de pozos y fuentes potables; el Bages, afectada por la minería de potasa, que ha derivado en la generación de residuos salinos y la salinización del agua, o los pueblos que viven en torno a la petroquímica de Tarragona.

"La concentración de la actividad industrial suele estar relacionada con las rentas de la población que vive en esa zona. Los que suelen sufrir más son los que tienen rentas más bajas", señalan desde el Observatorio de la Vida Cotidiana, un colectivo que está investigando las "dinámicas sacrificiales" en Sant Adrià de Besòs, Montcada i Reixac y el nudo de la Trinidad para poner sobre la mesa las potenciales consecuencias nocivas de la existencia de estas zonas. "Alteran el equilibrio del ecosistema. Reducen la biodiversidad y afectan negativamente a los acuíferos, la atmósfera y la calidad del aire", asegura Espluga. El sociólogo concluye: "Dificulta la vida de los humanos y de las especies animales y vegetales que viven allí".

El Ecoparque 2 de Montcada i Reixac, una planta de tratamiento de residuos orgánicos, en una imagen de archivo

Silvia, vecina de Ripollet, también debe hacer frente a estas amenazas. El Ecoparque de Montcada i Reixac está situado a sólo unos 800 metros del núcleo de la población; es decir, a poca distancia de las viviendas, pero también de las escuelas. "En verano el hedor se intensifica sobre todo por las noches y de madrugada. Cuando es muy intenso tenemos que cerrar todas las ventanas, porque es muy desagradable. Si tienes la mala suerte que te engancha caminando, se te revuelve el ' estómago. Tengo que taparme la nariz y la boca porque me vienen ganas de vomitar", explica. "Y no es solo que sea muy desagradable, sino que desconozco cómo a la larga puede afectar a mi salud oa la de mis hijos", añade. José Luis concluye, resignado: "Ya lo hemos interiorizado en nuestro día a día. No hay más remedio".

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