Que el miedo se quede en el armario
El aumento de la LGTBIfobia pone en alerta la comunidad, que pide cambios en el sistema para mejorar la atención a las víctimas y hacer crecer las denuncias
BarcelonaDel Orgullo a la denuncia en menos de un mes. La comunidad LGTBIQ+ saldrá a las calles el jueves 22 de julio en un llamamiento unitario inédito en los últimos 44 años, que da pistas sobre lo que está pasando en el colectivo. Hay miedo y mucha preocupación por el aumento de la violencia homófoba en los últimos meses, espoleada por los mensajes ultras que “legitiman” estos ataques. Es como si los homófobos hubieran salido del armario, a pesar de que la discriminación cotidiana hacia el colectivo siempre ha estado presente, y se supieran impunes.
El Observatorio contra la Homofobia tiene constancia de 115 incidentes en Catalunya desde que empezó el año, pero existe la certeza de que la cifra oscura de casos no reportados es más alta, a pesar de que cada vez –como pasa con la violencia machista– se denuncia más, ilustra Xavier Muñoz Soriano, abogado penalista del despacho Baula, especializado en derechos humanos. ¿Por qué no se denuncia? El letrado explica que por “las deficiencias que hay a lo largo del proceso desde el momento que se produce el ataque”: falta formación específica de los profesionales para tratar a las víctimas, y un error de base de un sistema penal que, a su parecer, “se centra en los hechos y no en el autor”.Esto se traduce en el hecho que la investigación policial se hace analizando qué pasó pero no entra a identificar si el agresor tiene un patrón de conducta contra las personas LGTBIQ+ y otras minorías, haciendo un “rastreo de sus redes para encontrar mensajes o si pertenece a colectivos de ideología ultra". De este modo, apunta el abogado, también es común que se pase por alto que se pueda tratar de un delito de odio, tipificado en el artículo 510 del Código Penal. El resultado es que muchas de las agresiones acaban recibiendo trato de peleas entre particulares o "coses de jóvenes". "Sin una prueba de vídeo es muy difícil que acepten que es un delito homófobo", asegura en esta línea Katy Pallàs, presidenta de Famílies Gais i Lesbianes, que asegura que el colectivo "vive con el miedo interiorizado", sobre todo las generaciones más mayores porque, afortunadamente, las más jóvenes están más empoderadas.
Xavi Villanueva: "Yo solo tengo miedo a no perder el miedo"
En el local de Entenem Santa Coloma de Gramenet estaban ya casi en modo vacaciones pero los recientes casos de violencia homófoba que han trascendido han hecho que hayan tenido que volver al trabajo al 100%, atendiendo consultas de socios y preparando concentraciones de repulsa a los ataques. Xavi Villanueva preside la entidad y explica que ya hace unos años que se constata el aumento de agresiones contra la comunidad LGTBIQ+. “Se veía venir que acabaría pasando lo que le hicieron a a Samuel”, lamenta sobre el asesinato del chico gallego a golpes y a gritos de "maricón", que de momento no se está investigando como crimen de odio.
Este caso es extremo, pero continuamente el colectivo se enfrenta a agresiones y acosos que la mayoría de las veces quedarán impunes. “Es gratis agredirnos”, denuncia, y explica que es habitual tener que aguantar “insultos, escupitajos, miradas de arriba a abajo”, unos hechos que no se denuncian por la imposibilidad de aportar pruebas, la pereza de tener que hacer frente a un proceso largo o de encontrarse por el barrio con los agresores. Villanueva asegura que hay más preocupación que miedo entre los compañeros de la entidad. “Yo no tengo miedo de una agresión. Yo solo tengo miedo a no perder el miedo”, resume.
Considera que Santa Coloma de Gramenet es una “ciudad segura” pero admite que últimamente ve “inseguros” lugares como el transporte público y evita tanto como puede el metro en horario nocturno a favor del taxi.
Que no tenga miedo, sin embargo, no evita que tome ciertas medidas de precaución, pequeños gestos para pasar inadvertido de potenciales agresores. “Intento que no se me note en algún gesto [que es homosexual], no cruzar la mirada con nadie para que no se lo tome como una provocación”, explica Villanueva, que también admite que se reprime a la hora de mostrar afecto con su pareja. “Me lo pienso dos veces antes de darle la mano o darle un beso”, dice, y le da rabia que se hayan tenido que dar pasos atrás de la libertad y los derechos ganados en 50 años de lucha del movimiento. “Nos hemos ganado poder expresarnos como somos”.
Si él no tiene miedo, los chicos homosexuales –son mayoría en Entenem Santa Coloma de Gramanet– más jóvenes y las personas trans ya no están dispuestas “a volver al armario” y en las reuniones de la entidad son los que más claro tienen que no piensan renunciar a nada, explica Villanueva. Durante el confinamiento estricto fueron los jóvenes y adolescentes que viven con su familia los que peor lo pasaron en casa por “la no aceptación” de su homosexualidad. Entre estos casos teme que haya alguien a quienes le dé miedo salir del armario viendo cómo están las calles.
Tal vez una de las cosas que le sabe más mal a Villanueva, de 45 años, es que los ataques de los últimos meses han puesto en alerta a su madre, preocupada por lo que le pueda pasar. “Ahora siempre me dice «¡Tened cuidado!»”.
Gemma Cabrera: "Me digo a mí misma «Ponte zapatillas por si tienes que salir a salto de mata»"
“Al final vas con miedo y el miedo acaba acaparando tu espacio”. Gemma Cabrera, miembro de la asociación LGTBIQ+ Tornem-hi, de Badalona, lamenta que tenga que volver a estar alerta por si a cualquiera se le gira el cerebro y le agrede a ella o a cualquier persona que no se ajuste a los cánones del binarismo hombre/mujer heterosexuales. El año pasado lo sufrió en primera persona cuando volvía en metro con su pareja y las atacaron verbalmente. “Intentas no dar importancia porque tampoco sabes con qué te encontrarás si respondes”, afirma, y confirma lo que los expertos y la estadística apuntan: que hay una infradenúncia y que los casos que llegan al juzgado o a la policía son la punta del iceberg. “Si denuncias te expones a un doble o un triple juicio mental de los que te atienden”, expone. Es aquello de que al otro lado de la ventanilla el agente o juez quita importancia al hecho que se haya proferido un insulto homófobo y, encima, reprocha algún comportamiento a la persona que denuncia. En definitiva, que una comisaría no acostumbra a ser un “lugar seguro” para lesbianas y homosexuales y que para defenderse solo cuenta juntarse entre los miembros de la misma comunidad. “Las únicas que dan la cara por mí y que me protegerán son mis compañeras”, dice.
Este miedo del que habla no es un sentimiento que se instale de un día para el otro sino que, sin darse cuenta, Cabrera indica que poco a poco ha ido “adoptando” nuevos hábitos o costumbres con el objetivo siempre de no llamar la atención, ser invisible. En según qué lugares y a qué horas descarta hablar con su pareja por teléfono para que nadie pueda oír una conversación que la exponga como lesbiana y optan por el Whatsapp. También intenta, relata, ser cuidadosa a la hora de sentarse en el transporte o evitar mostrar algún símbolo del colectivo que tantos años le costó ponerse. Nació en Lleida hace 27 años, y explica cómo era ser una adolescente que no encajaba en la norma de la heterosexualidad en aquella ciudad. En la calle, en casa, con algún miembro de su familia votante de la ultraderecha, lamenta que le nieguen los derechos y la misma existencia. Ahí nunca se atrevió a lucir la bandera del arcoíris y no fue hasta que se fue, primero al Hospitalet y ahora a Badalona, que pudo expresarse sin complejos ni sentirse “rechazada”.
Por eso, se desespera cuando el incremento de la violencia contra esta comunidad hace que vuelvan los viejos tiempos de la precaución. “Cuando sales de casa te dices, «No te pongas falda, ponte vaqueros y zapatillas por si tienes que correr»”, dice.
Es una situación de estrés, como la que pasó la noche que su pareja salió de casa y las redes sociales difundieron masivamente el asesinato de Samuel Luiz en la Coruña. A Cabrera ver tanta “información que al final es desinformación” le provocó un ataque de ansiedad por el miedo que a su compañera le acabara pasando algo malo. “Creo que nos están matando”, afirma.
Hay todo tipo de violencia y en todas partes. De los supuestos chistes LGTBIfóbicos hasta la medicina. En este sentido, Cabrera aporta el trato que recibió en la consulta de la ginecóloga cuando supo que es bisexual con una relación estable con otra mujer. “Cuando saben que eres lesbiana ya les sorprende, pero cuando les dices que en realidad eres bisexual, les estalla la cabeza”, explica, porque las preguntas pasan a ser un “examen de tu vida sexual, presuponiendo que eres una viciosa y que te estás tirando a toda Badalona”.
Contra este trato, dice, pedagogía y formación de los profesionales sobre la diversidad para crear más empatía. En la escuela y en casa. “Mi abuela cuando me llama me dice «Tú ve de casa al trabajo y del trabajo a casa» –explica–. Y me da mucha rabia que el consejo sea que yo me tengo que esconder”.