Religión

Montserrat 3025

Acto inaugural de los primeros mil años del monasterio

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Acto inaugural del Milenario de Montserrat

MontserratTodos los textos del milenario de Montserrat se aseguran de referirse a ellos como “el primero”, dejando bien claro que el objetivo es llegar al 3025 y que existe un plan meticuloso para conseguirlo. Si hacemos caso a la ceremonia que dio el sábado el pistoletazo de salida al año de celebraciones, la receta es incorporar las técnicas modernas para optimizar la difusión de la palabra. Cuando los monaguillos abren la boca, lo primero que sienten las personalidades reunidas es una pieza de Bernat Vivancos tan atmosférica y fluida que recuerda más a una banda sonora de Hans Zimmer que a una misa. Los retablos y las pinturas de ángeles y demonios han servido bien durante diez siglos, pero para aguantar otros diez harán falta hologramas, videomapajes y drones.

Fuera del monasterio la expectación es más terrenal. Somos el sábado de final de verano y Montserrat es el destino turístico más visitado de Cataluña fuera de Barcelona, ​​pero hay mucha más gente en hora punta de la mañana que a las ocho de la tarde, cuando comienza el acto, más pensado para las autoridades políticas y eclesiásticas que para las masas. Las decenas de personas que se congregan a las puertas son capaces de reconocer a Joan Josep Omella saliendo de un coche y sirven para certificar que en Montserrat Convergència juega en casa: cuando llega Salvador Illa recibe un calor razonable, pero Josep Rull, Jordi Turull y , sobre todo, Artur Mas se llevan el aplaudímetro.

La relación entre política y religión sobrevuela la velada y, en este caso, toma la forma de un abrazo del oso mutuo sin reproches ni insinuaciones por ninguna de las dos partes. En el discurso de investidura, el presidente Illa sorprendió reivindicando la raíz de sus valores en el humanismo cristiano, y Montserrat vuelve a repetir el concepto con orgullo, demostrando que la capacidad de presión cultural del laicismo ya no es lo que era . Más allá los lugares comunes inapelables –“Montserrat se ha convertido en una referencia universal de espiritualidad cristiana” arraigada en nuestro país–, Illa aprovecha la primerísima cita de su parlamento para recordar que se ha pasado página del independentismo y elige una frase de García Lorca, “esas agujas locas”, por definir el monte de Jacint Verdaguer y Joan Maragall; el presidente remarca la alegría de que un poeta granadino alabara a Montserrat casi como si fuera un argumento para el federalismo.

Solidaridad y medio ambiente

Las otras dos nociones en las que los monjes y los políticos se ponen de acuerdo son la solidaridad con los desfavorecidos y, quizás menos esperable, el cuidado del medio ambiente. En el primer sentido, tras recordar que el papa Francisco pidió acoger a refugiados desde una patera en Lampedusa, Illa envía el mensaje más explícitamente político de todos los que emitirá: “No podemos dejarnos arrastrar por quienes quieren aprovecharse de la inmigración”. Y resulta que el cuidado del medio ambiente es uno de los ejes principales del milenario monsterratino: "La belleza del entorno evoca la belleza del creador". Isla demuestra ser consciente de esta afinidad ideológica poniendo a los monjes de Montserrat como un ejemplo de convivencia entre persona y naturaleza”. Cuando recuerdas que la regla benedictina promueve "la moderación y el equilibrio", te das cuenta de que la adaptabilidad para ofrecer argumentos a cualquier ideología debe ser otra de las claves de la perdurabilidad de la iglesia.

Cuando el padre abad de Montserrat, Manel Gasch y Hurios, sube al escenario, te das cuenta de que el otro secreto del éxito es el sentido del espectáculo. Se apagan las luces y aparecen dos espectros azules vestidos con túnicas. Son dos hologramas cuya solidez ya le hubiera querido George Lucas para Obi Wan Kenobi, pero no son maestros jedi, sino el abad Oliba, que fundó el monasterio en 1025, y un abad hipotético del 3025, con Gasch en medio. Lo cierto es que el teatro funciona: orador calmado y bondadoso, el diálogo entre las proyecciones y Gasch permite que la historia y la filosofía montserratinas pasen como una leyenda entretenida. Cuando acaba el discurso seguimos a oscuras y un videomapaje arrollador convierte la capilla en un cine 3D: el despliegue tecnológico acaba con un espectáculo de drones que permite ver la silueta de la Moreneta flotando literalmente sobre la montaña. Si la fórmula de sobrepasar la escala humana con medios visuales ha funcionado mil años, parece razonable seguir apostando por ella.

La idea que ata una y otra vez el discurso de Gasch es “la fidelidad al lugar”. En consonancia con la regla benedictina pide un compromiso de estabilidad”, que significa que el monje debe permanecer en su monasterio específico toda su vida para fomentar el vínculo con la comunidad. Nada lo deja más claro y más bonito que las palabras del abad Oliba holográfico cuando recuerda que, en 1027, sólo dos años después de haber establecido el monasterio, Oliba presidió la primera asamblea de paz y tregua de Dios en Toluges, considerada el germen del parlamentarismo catalán. Más que separarse del país, los monjes de Montserrat quieren formar parte y que la porosidad entre sociedad, espiritualidad y política continúe mil años más.

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