El padre de las niñas de Tenerife siguió un plan premeditado para causar "un dolor inhumano" a la madre

Olivia, la mayor, murió de un edema pulmonar agudo, y los equipos de rastreo continúan trabajando en el mar para localizar a la otra menor, Anna

Ara
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Una imagen de archivo del barco oceanográfico que localizó jueves el cuerpo de la pequeña Olivia, de seis años, a mil metros de profundidad

BarcelonaOlivia y Anna, las hermanas de Tenerife asesinadas por su padre, murieron presuntamente en casa de él en un plan premeditado y concebido para causar dolor a la madre y expareja del agresor, según consta en el auto de la juez que recogen diversas agencias. La magistrada trabaja con la premisa de que el agresor cometió el crimen -un tipo de violencia machista- en su finca y que posteriormente trasladó los cuerpos dentro de unas bolsas (las que se han localizado en el fondo del mar, donde apareció también el cuerpo de una de ellas) y se deshizo de ellas tirándolas al agua para, a continuación, suicidarse.

El doble asesinato ha puesto de relieve el aún poco reconocida violencia vicaria en que el agresor se vale de los hijos para causar sufrimiento a la mujer. La juez deja claro que la motivación de Tomás G. fue provocar deliberadamente "un dolor inhumano" e incertidumbre a su expareja, a quien anunció varias veces por teléfono -cuando las menores presuntamente ya estaban muertas- que se había marchado con ellas de la isla de Tenerife y que no las volvería a ver. Después, repasa la magistrada en el documento, se habría deshecho de los cuerpos asegurándose de que no los encontraran y buscando un lugar "expresamente" alejado y muy profundo, donde sabía que sería difícil hacer una búsqueda submarina (se ha necesitado un buque oceanográfico y un robot para encontrar el cuerpo de Olivia, la mayor).

El robot que rastrea la zona en un barco oceanográfico desde hace días detectó el cuerpo de Olivia jueves a gran profundidad. Estaba en el interior de una bolsa que estaba ligada a un ancla -que podría ser de la lancha del padre-. Los equipos de rescate encontraron una segunda bolsa de deporte vacía y ahora trabajan para localizar a Anna, de solo un año.

Los primeros resultados de la autopsia apuntan a que Olivia murió de un edema pulmonar agudo, según publica Efe, aunque todavía habrá que esperar el resultado de más análisis para saber las circunstancias del crimen. La magistrada del juzgado de primera instancia e instrucción número 3 de Güímar ha informado el Ministerio Fiscal que queda sin efecto la orden internacional de detención para el agresor por haber secuestrado las hijas y ha dictado otra por dos presuntos delitos de homicidio.

La búsqueda de las niñas empezó hace cuarenta días, el 27 de abril. Inicialmente los investigadores tenían todas las hipótesis encima la mesa, empezando por la posibilidad de que el padre las hubiera secuestrado y se las hubiera llevado al extranjero, pero todos los indicios que ha ido recogiendo la Guardia Civil han conducido a los investigadores hasta un desenlace fatal que ha certificado el crimen machista.

Un trato vejatorio hacia su expareja

El auto judicial recoge que Tomás G. y Beatriz Z., madre de las niñas, se habían separado hacía aproximadamente un año y que desde entonces él mantenía un trato vejatorio y denigrante hacia ella, con reproches constantes porque tenía otra pareja que compartía momentos con las niñas, que vivían con la madre.

La magistrada hace una reconstrucción de lo que fueron las últimas horas con vida de las menores. El 27 de abril el agresor había pactado pasar la tarde con ellas y devolverlas a casa de su madre a las 21 horas. Recogió a la hija mayor, Olivia, en clases de alemán a las 17 h y aprovechó para entregar a la directora del centro, que era su nueva pareja, un estuche embalado con cinta, y le habría dicho que le llamara por teléfono a las 23 horas y que solo entonces abriera el estuche. La mujer, sin embargo, lo abrió esa misma tarde y encontró 6.200 euros en metálico y una carta de despedida.

El crimen, sin embargo, lo habría cometido ya con las dos menores en su casa. Según el auto judicial, escondió los cuerpos en bolsas de deporte dentro del coche que usó para trasladarse hasta el puerto y zarpar hasta el punto donde las tiró al mar. Por el camino, sin embargo, habría engañado a su expareja diciéndole que habían ido los tres a comer algo y que las devolvería a casa más tarde. Su relato cambia en una llamada, ya desde la embarcación más tarde, cuando le comunica que no las volverá a ver porque ha abandonado la isla con las niñas.

La juez asume que, ya habiéndose deshecho de los cuerpos de las niñas, Tomás G. volvió de nuevo al puerto para cargar el móvil porque se había quedado sin batería. El auto relata que la Guardia Civil le cruza en una embarcación y le levanta un acta de infracción por incumplir el toque de queda aún vigente entonces. La última vez que zarpa con la embarcación ya es pasada la medianoche y la señal de su teléfono se pierde pasadas las dos de la madrugada, tras una última conversación con su expareja y de haber enviado mensajes de despedida a su familia y a algunos amigos. Al día siguiente, 28 de abril, por la tarde localizan la embarcación, flotando a la deriva.

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