Salud

Operarse de reducción estómago en Turquía: “Va gente desesperada”

Viajar a Estambul para este tipo de intervenciones se pone de moda por las largas listas de espera en la sanidad pública

Verónica Grau Pérez muestra la foto de una mezquita en Estambul, que tomó cuando acudió para operarse de reducción de estómago.
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Hospitalet de LlobregatEs fácil y rápido. Escribiendo en Google “cirugía bariátrica Turquía”, aparecen un sinfín de opciones para operarse del estómago en Estambul y perder un montón de peso. Toda la información es en castellano y asegura resultados milagrosos por un módico precio. Lo primero que hay que hacer es rellenar un formulario indicando el nombre, y la dirección de correo electrónico y el teléfono en los que deseas recibir información. La respuesta desde Estambul es casi inmediata.

A los pocos minutos recibo el siguiente mensaje de WhatsApp, también escrito en castellano: “Me gustaría presentarme. Soy Egue, asesor de pacientes internacionales en el hospital Reyap, de Estambul. El hospital brinda servicios médicos para todo tipo de procedimientos que necesite: cirugías de obesidad, implantes dentales y cirugías plásticas. ¿Cómo puedo ayudarle?”. El texto va acompañado de fotografías de un hospital con instalaciones de lujo, y un vídeo de 30 segundos en el que una supuesta paciente española asegura que se ha operado allí de estómago y ha quedado encantada de la vida. Lo recomienda a todo el mundo.  

Vídeo publicitario de operaciones de estómago en Turquía

El asesor de pacientes internacionales también me solicita otros datos: edad, estatura, peso y patologías asociadas a la obesidad. Otros hospitales incluso piden una fotografía del abdomen para tener una idea de lo que deberán operar. En todos los casos, no obstante, los precios de la intervención son una ganga.

En el hospital Reyap, una manga gástrica cuesta 2.500 euros, y un by-pass, 3.000. Los precios incluyen las pruebas médicas previas a la cirugía, la medicación, un traductor, el traslado del aeropuerto al hospital, la estancia y la manutención allí durante seis días en una habitación individual para el paciente y su acompañante, e incluso un tour por Estambul antes o después de la operación. En España, el coste de estas intervenciones en la sanidad privada oscila entre los 12.000 y los 15.000 euros, aunque esta semana coincidiendo con el Black Friday una popular clínica de estética la ofrecía por poco más de diez mil euros como gran ofertón. Aun así, es tres veces más cara que en Turquía.

“El año pasado unos 350.000 turistas españoles visitaron Turquía, pero desconocemos para qué fueron”, afirman fuentes de la consejería de Turismo de la embajada de Turquía en Madrid para argumentar que es imposible saber cuántas personas viajaron al país para someterse a una operación de reducción de estómago. Sin embargo, lo que no hay duda es que se está poniendo en boga ante las largas listas de espera para una intervención así en la sanidad pública aquí. De hecho, la Sociedad Española de Obesidad, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición y la Sociedad Española de Cirugía de la Obesidad han emitido un comunicado conjunto alertando de los riesgos de someterse a una operación de este tipo en países como Turquía.

“Es un problema muy bestia. Tengo pacientes que han ido a Turquía, han sufrido complicaciones graves y los he tenido que volver a operar aquí”, asegura el doctor Javier Osorio, coordinador de la unidad de cirugía bariátrica y metabólica del Hospital de Bellvitge. Considera que eso demuestra la poca conciencia de la gente sobre los riesgos de este tipo de intervención, pero también su “gran desesperación”.

Verónica Grau Pérez era una de esas personas desesperadas. Tiene 44 años, mide 1,52 metros y llegó a pesar 142 kilos. “En Bellvitge me dijeron que había una lista de espera de cuatro o cinco años para operarme, y que antes debía adelgazarme un 20%”, asegura. Consultó cuánto costaba la intervención en la sanidad privada, pero su sueldo como limpiadora no le daba para pagarla.

“Me planteé empadronarme en casa de una amiga en Madrid, porque decían que allí la lista de espera en algunos hospitales públicos era de solo un año”, asegura Verónica, que vive en Hospitalet de Llobregat. Pero llegó la pandemia y también tuvo que desistir de esa opción y, con el confinamiento, aún engordó más. “Me costaba vivir. No podía ni trabajar”. Si se ponía una mascarilla, se ahogaba. Estaba tan apurada que se unió a un grupo de Facebook sobre cirugía bariátrica para buscar ayuda. Allí muchos de sus miembros decían que se habían operado en Turquía y que les había ido bien. Así que no se lo pensó dos veces: buscó en Google un hospital para someterse en Estambul a una intervención de reducción de estómago.

“Tenía 2.500 euros ahorrados, y mi marido me dio 600 más”, detalla. La operación de manga gástrica costaba 2.850 euros. Aparte tuvo que comprar el billete de avión a Turquía y una pequeña maleta de viaje, y pagar por un PCR porque entonces la prueba del coronavirus era obligatoria para volar a otro país. El 15 de agosto de 2021 aterrizó sola en Estambul. No tenía más dinero para sufragar el viaje de alguien que la acompañara. “Mi marido me decía «¡estás loca, te vas al matadero!», pero yo prefería morirme a continuar viviendo así”.

Según dice, todo le fue a las mil maravillas. Una furgoneta la recogió en el aeropuerto y la llevó a un hotel. Al día siguiente la trasladaron al hospital, le hicieron las pruebas médicas pertinentes y la operaron, previo pago en efectivo del coste de la cirugía. “El hospital estaba muy bien y un traductor me acompañó hasta que entré en el quirófano”, describe. Después, admite, “me sentí un poco sola, porque no entendía ni una palabra”. Aun así quedó satisfecha.

Verónica perdió 50 kilos y dejó de tener diabetes y colesterol, a pesar de que no le hicieron ningún seguimiento médico, más allá de darle una pauta escrita sobre comidas y la medicación que debía tomar. Ahora se ha vuelto a engordar –pesa 106 kilos- porque, justifica, tiene mucha ansiedad. Su marido se ha quedado sin trabajo y tiene un hijo con autismo y retraso mental. “Me da por comer. Y no me tiro a por una manzana, sino por cosas dulces”. Si tuviera dinero, asegura, volvería a operarse en Turquía. “De momento no me corre prisa, porque puedo trabajar y llevar una vida normal”.

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