Universidades

Pagar 35 euros para que alguien te haga el examen de la 'uni'

La suplantación de identidades es un freno para hacer más pruebas virtuales en las facultades

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Taulell con los tipos de mensajes que se pueden encontrar en las redes para hacer exámenes de universidad.

BarcelonaEn solo 30 minutos, diez personas responden a un anuncio ofreciéndose para ayudar o directamente hacer un examen de universidad: “Contáctame por Telegram y dime la asignatura, la universidad y el horario del examen. Gracias”. La compraventa de trabajos y las trampas a la hora de aprobar una asignatura en la universidad se han perfeccionado y, aprovechando que la pandemia ha obligado a la docencia y la evaluación virtuales, se han extendido también a los exámenes. Hay centenares de mensajes en las redes como este: “Busco una persona que me haga un examen de derecho para este lunes 25 por la tarde. Se pagan 35 euros”.

Las tradicionales chuletas escondidas en los lugares más inverosímiles son historia junto a las sofisticadas técnicas que permiten los exámenes virtuales. La más básica es un grupo de WhatsApp con todos los compañeros de clase para pasarse las respuestas en caso de que el examen sea tipo test y se presente a los estudiantes con el mismo orden. Ya hay profesores, sin embargo, que han conseguido infiltrarse en estos grupos haciéndose pasar por un estudiante para poder detectar si copian. 

Hay métodos mucho más elaborados. El ARA ha constatado también que es fácil encontrar candidatos que se hagan pasar por el estudiante y, cobrando una cantidad que en pocos casos supera los 100 euros, le hagan el examen de la universidad, aprovechando que se puede hacer desde casa, y que la mayoría de universidades no tienen sistemas para comprobar si quien está en el otro lado de la pantalla es el alumno o no. E incluso se investiga si hay sistemas en los que alguien pueda entrar en un ordenador para hacer un examen mientras por la pantalla sale el alumno.

Una minoría que perjudica

A pesar de que solo una minoría haga estos trapicheos, lo cierto es que ponen en riesgo la confianza general entre universidad y estudiantes y, de hecho, han servido de argumento a los rectorados para no hacer todos los exámenes virtuales, como querían los estudiantes. Los alumnos han criticado la incoherencia que supone que hagan las clases por internet durante todo el semestre pero, en cambio, tengan que ir a la facultad a hacer los exámenes presencialmente. Y varias asociaciones de estudiantes han lamentado, de hecho, que no se aproveche esta situación para cambiar los métodos de evaluar y enfocar las pruebas de manera más competencial y menos memorística.

Esto es, al menos, lo que ha intentado hacer Jordi Regincós, profesor del departamento de informática, matemática aplicada y estadística de la Universitat de Girona en el examen virtual a sus alumnos. Consciente de que “siempre habrá alguien que hará fraude”, huyó del examen test y procuró hacer una prueba final “de análisis, justificar y desarrollar” para evitar que hicieran “copiar y pegar a través de un grupo de WhatsApp”. 

Cree que lo ha conseguido: sospecha que no ha habido más fraude que los años anteriores en los exámenes presenciales y dice que el que haya podido haber es soportable si ha podido ahorrar “poner más presión” a estudiantes “honrados”: “Soy consciente de que quizás alguien me la ha colado, pero también sé que es una minoría. Prefiero que dos o tres se aprovechen y que la mayoría tengan la nota que les toca que convocarlos a todos en muchas aulas, con mascarilla y abrigo”.

Para curarse en salud y ganarse su confianza, Regincós hizo firmar a los alumnos un “compromiso de integridad académica” en el que se comprometían a “respetar las normas básicas de comportamiento y actuar con honestidad” durante el examen de la asignatura ingeniería del software II.

Seis horas para 11 alumnos

Lo que no pudo comprobar de ninguna forma Regincós es si realmente eran sus alumnos los que respondían el examen. Una cosa es copiar, la otra es suplantar la identidad. “Eso sí me molestaría de verdad”, afirma. Precisamente para evitar casos como estos, el profesor de ciencias políticas en la Universitat de Barcelona Jordi Muñoz prefirió hacer el examen presencial, pero dando una opción virtual para los estudiantes que lo quisieran, que finalmente fueron 11 de 60.

En la opción online, Muñoz se aseguró de comprobar que quien estaba haciendo la prueba era realmente alumno suyo, que era lo que más le preocupaba. ¿Cómo? Haciendo un examen oral de media hora de conversación. “Si no han hecho la asignatura es fácilmente detectable”, dice. Ahora bien, el peaje para hacer este tipo de pruebas es muy caro para los profesores: “Tardé seis horas en evaluar a 11 alumnos”. 

Una de las universidades más avanzadas en este tema es la UOC, que ha aplicado el proyecto TeSLA para comprobar la identidad de los estudiantes y la autoría de las actividades y los exámenes online a través del reconocimiento facial, el reconocimiento de la voz o los patrones de tecleado, entre otros mecanismos. Ahora bien, incluso en estos casos hay riesgo de fraude. “La única manera de saber 100% seguro que es el estudiante y no alguien más quien ha logrado los conocimientos es el examen presencial en el aula”, recalca un docente universitario. Una presencialidad que no se sabe cuándo se podrá recuperar.

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