LGTBI-fobia

Rechazado por la familia al salir del armario: "Mi vida es un infierno"

Ahora Dónde busca a familias voluntarias para acoger y acompañar a los jóvenes homosexuales y transexuales que no pueden vivir con sus padres

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Escaleras pintadas contra la LGTBI-fobia, al metro de Barcelona.

BarcelonaNeizan tiene 20 años y cuenta los días que le quedan para marcharse de su casa y entrar en otra de una familia de acogida. Su familia biológica no ha digerido su transexualidad y le hace la vida imposible con constantes comentarios despectivos. La LGTBI-fobia duele, pero el dolor se multiplica si sale de los tuyos, de los que se supone que te tienen que proteger. En 2023 hay leyes y servicios protectores del colectivo, es cierto, y a pesar de que el rechazo familiar es minoritario, existe. "Hay más del que nos podemos imaginar", afirma Gemma Brilles, abogada y fundadora de la ONG Ahora Dónde, que busca dar refugio a los que cuando han salido del armario se han encontrado con muros y reproches.

La incomprensión familiar hacia Neizan (obviamos el apellido familiar expresamente) viene de lejos, de cuando ya de pequeño le decían que era "un marimacho" o un "bicho raro" porque nunca quiso seguir los estereotipos asociados a una niña. Y a pesar de que ya de adolescente informó de que su nombre es Neizan, en casa lo llaman por el nombre registral (con el que fue inscrito en el nacimiento) y se refieren a él como "esta" o "ella". Todavía fue peor cuando a los 18 inició el tratamiento hormonal. "No me respetaron, yo era para mi madre un disparate", recuerda.

Fue entonces cuando fue a casa de su padre y su abuela paterna, que ha resultado también un lugar hostil. "Hui del fuego para caer en las brasas", dice el joven, que acaba de recibir el nuevo DNI que lo trata de hombre después de dos años de espera. La situación con esta parte de la familia ha sido tensa y explica que casi no tiene relación con ellos porque se siente rechazado cuando oye a su padre hablando del "asco" que le dan las personas LGTBI. "Mi vida es un infierno", se lamenta, y asegura que, "a su manera", los familiares lo "quieren fuera de casa".

Brilles dice que la vergüenza "del qué dirán" los amigos o la familia alimenta esta LGTBI-fobia que acaba siendo "un doble rechazo" y provoca una "indefensión brutal" en los jóvenes. Algunos se ven obligados a llevar una doble vida, son víctimas de violencia familiar o directamente los echan de casa; factores que aumentan el riesgo de acabar en la calle, con una enfermedad mental o con intentos de suicidio. En este sentido, el norteamericano The Trevor Project, una línea gratuita de prevención, estima que solo con el apoyo de uno de los dos progenitores se reduce a la mitad el riesgo de suicidios.

Esta abogada ideó la asociación a raíz de que su hijo homosexual le explicó que en Francia había entidades que daban acompañamiento emocional y psicológico e incluso proporcionaban familias de acogida. Dice que la sola idea de pensar que no todos los chicos tenían "la suerte" de su hijo de contar con el apoyo incondicional de una familia la animó a movilizarse. Así que justo antes de la pandemia abrió Ahora Dónde, miembro de la Red Europea Le Refuge LGTBI y que tiene la sede en el Centro LGTBI de Barcelona. "Es una violencia invisible porque se vive todo de puertas adentro", explica, y señala que la mayoría de jóvenes a los que atiende son trans.

Las familias LGTBI-fóbicas no responden a ningún perfil concreto. Afirma la fundadora de la ONG que del medio centenar de jóvenes de entre 18 y 24 años a los que han "acompañado" estos años, hay de todo: familias acomodadas, padres con formación, clases medias y familias desestructuradas y pocos recursos socioeconómicos. Entre las más acomodadas, apunta, una de las salidas más habituales es "enviar a los hijos fuera del país a estudiar o trabajar" para hacer desaparecer lo que consideran que es "un problema" con la esperanza de que cambie, mientras que las de clase baja los invitan a "buscarse la vida" fuera del núcleo.

Manifestación contra la violencia LGTBI-fóbica, en el centro de Barcelona.

En la familia de Neizan las cosas nunca han sido fáciles y él ha recibido las consecuencias de los problemas de su padre y su madre. Menos mal, recuerda, que una de sus profesoras lo vio tan perdido e "infeliz" que lo orientó para buscar ayuda. Así topó con Ahora Dónde, donde le ofrecieron el servicio de "mediación" con la familia para poder reconducir la situación. Se negó, consciente de que era un esfuerzo inútil después de tantos años de "menosprecio". A pesar de esto, Brilles pone las cifras del caso suizo, en que el 90% de las mediaciones con las familias consiguen revertir la situación negativa, una cosa que beneficia a las dos partes. También se ofrecen para dar herramientas a los jóvenes para cómo explicar a los padres reticentes que han salido del armario. En cuanto a Neizan, el apoyo ha sido en una terapia psicológica. "Yo sé que no he hecho daño a nadie, pero me culpan de todos sus males, sin pensar en lo que estoy pasando yo, solo, sin que nadie me escuche ni me reconforte", se lamenta el joven. "Me duele la vida", sentencia.

La otra ayuda de la entidad son las familias de acogida, sensibilizadas con las dificultades del colectivo. Ahora hay pocas y la asociación hace un llamamiento para reclutar voluntarios, como la pareja que se ha avenido a que Neizan viva temporalmente con ellos para ayudarlo a salir adelante. El chico admite que siente vértigo y respeto ante esta tesitura, pero está decidido a dar el paso con las ganas de "volver a nacer", de tener la segunda oportunidad que le regala la vida para ser quien realmente quiere ser. En definitiva, dice, salir de "la jaula" en la que se encuentra "sin haber hecho nada malo". Todavía no ha dicho nada a la familia de su decisión, pero dice que mientras pueda no quiere romper los vínculos totalmente. "Quiero salir de aquí para ser feliz, sé que me lo merezco", concluye.

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