Coronavirus

"Para los residentes era horroroso estar aislados"

Los centros de gente mayor celebran que los protocolos sean más flexibles

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Una de las trabajadoras de Las Horcas , la Sayo, durante una de las actividades que hacen con los residentes, este viernes por la mañana

Vilafant“Venga, y ahora el señor de los 100 años, ¡tuya!”, grita mientras le lanza una pelota de goma Sayo, una de las trabajadoras del centro geriátrico Les Forques de Vilafant (Alt Empordà). Son las once de la mañana y la mayoría de los residentes del ala 1 están en el patio tomando el sol y, al sonido de unas sardanas, van haciendo ejercicios lúdicos con las trabajadoras, que van entretenido a los usuarios con unos cuántos juegos. “Ahora tú, Rosa, ¡cógela!” Por su lado van pasando familiares consecutivamente y pautadamente: siguiendo los protocolos de Salud, tienen asignado un día y una hora fijos a la semana para hacer las visitas. “Cada familia tiene media hora a la semana, pero si algún familiar quiere venir más días, intentamos siempre dar más citas”, indica el director del centro, Israel Ruiz.

A Montserrat, de Figueres, le toca los viernes entre las once y las once y media, y suele llevarse a su cuñada, usuaria del centro, a dar una vuelta por el amplio jardín que rodea la residencia. En su caso, la tuvieron que ingresar hace un año a raíz de una caída. “El confinamiento no le fue nada bien, porque tuvo que dejar de ir a los talleres y a las actividades que hacía, y después un día se cayó. Y quedó afectada tanto físicamente como psíquicamente”. La figuerense comprende las restricciones que se han tenido que aplicar, pero lamenta cómo han perjudicado a los usuarios, en diferentes aspectos: “Ahora la residencia está partida en dos. Ella tenía amigas en la otra ala y ya no se pueden ver”, pone de ejemplo. 

La sectorizacinó de las residencias fue una de las medidas para evitar que, si el virus entraba en un centro, se pudiera esparcir entre todos los usuarios. Ahora bien, como apunta Ruiz, “los edificios no se constituyeron para tener unidades de convivencia de 15 personas” y, por lo tanto, cada centro se tiene que adaptar según sus instalaciones. En Les Forques están divididos en dos grupos, con 35 residentes en cada ala; además de las 15 plazas en el centro de día.

Salidas y visitas prohibidas durante meses

En dos años de pandemia, es prácticamente imposible contabilizar cuántas veces el departamento de Salud ha modificado el protocolo de los centros residenciales. “Lo han cambiado muchas veces y muy a menudo”, admite el director del centro. Pero lo peor ha sido cuando se han restringido las visitas y salidas, en cada pico de las seis oleadas; con normativas que establecían confinamientos en las habitaciones cada vez que había un positivo o cada vez que volvían de una salida. “Había familiares que ya no se los llevaban para que no tuvieran que estar aislados. Para ellos son muy importantes las rutinas y estar encerrados en una habitación era horroroso”, lamenta Ruiz, que utiliza el mismo adjetivo que otro familiar, Juli Planas, para definir cómo se sentían los residentes. “Estaban aislados del mundo, era horroroso para ellos y también para nosotros. Desde la residencia nos informaban siempre y hacían videollamadas . Pero, por ejemplo, mi madre no ve de un ojo no oye bien, así que no podíamos hablar mucho”. 

Hay familiares que visitan a los usuarios en la residencia y otros que se los llevan a comer o a pasar el fin de semana fuera

Hace cinco años que la madre de Planas está en la residencia y también es el representante de los familiares, haciendo de puente entre ellos y el centro. Tanto él como el director destacan que la mayoría de las familias han sido muy comprensivas con las medidas; y todo el mundo celebra que los nuevos protocolos no son tan severos como antes. “Ahora no tienen que hacer aislamiento ni si son contacto ni si son positivos, solo tenemos que tomar las precauciones pertinentes. Por ejemplo, esos tres usuarios están contagiados, y antes habría sido impensable que pudieran estar así”, dice Ruiz señalando a dos mujeres y un hombre sentados en una mesa del patio, alejada del resto, pero donde pueden hacer las actividades habituales.

Para Anna Costa, hija de uno de los usuarios, ahora se ha encontrado un “equilibrio” porque se conservan algunas medidas para evitar riesgos, pero pueden estar con sus seres queridos. Sin embargo, todos los entrevistados recalcan que todavía queda camino por recuperar. “Hace seis meses que tenemos a nuestro padre aquí y todavía no he podido entrar nunca a su habitación ni al comedor. No sé donde duerme ni dónde vive, porque los protocolos no lo permiten”, explica Costa. Y Planas reprocha que los residentes han sido "los grandes olvidados" de la Generalitat. Denuncia que "ni ha pensado en ellos" y subraya que también necesitan recuperar la anhelada normalidad. “Tienen muchas ganas de abrazos, de besos, de comidas con la familia y de juegos con los nietos”. 

Incumplimiento de los protocolos

Les Forques es una de las muchas residencias que, a pesar de la dureza y rigidez de los protocolos, ha intentado flexibilizar y adaptar la normativa a cada circunstancia para garantizar el bienestar de los usuarios. Aun así, según denuncian entidades como la Coordinadora de Familiares de Residències 5+1 y Els Estels Silenciats, todavía hay centros que no permiten el contacto con los familiares.

“Sabemos de como mínimo tres casos de personas que están en residencias y que ni pueden salir ni pueden recibir visitas desde hace semanas. Y esto no pueden hacerlo, no hay ningún estado de alarma ni las residencias son una prisión. No se pueden cerrar”, critica María José Carcelén, presidenta de la coordinadora. 

“No todas las residencias cumplen los protocolos, cada una hace el que le da la gana. Tenemos muchas quejas y denuncias de familiares que no los dejan hacer ni visitas ni salidas, y que les imposibilitan mucho el contacto con sus familiares. Hace 22 meses que los residentes tienen restringidos los derechos y libertades”, denuncia también la portavoz de Els Estels Silenciats, Lola Muñoz, que también reclama a la Generalitat que ponga fin a este "maltratamiento institucional bestial", controlando que los centros cumplan los protocolos.

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