Carme Noguera, histórica enfermera de 110 años: "Hasta los 105 estudiaba inglés y francés"
Es la última representante de la primera promoción de enfermeras que se graduó en Cataluña


Barcelona"No me hables de usted, que me haces sentir vieja", espeta Carme Noguera con ironía al inicio de la entrevista. Tiene 110 años, la mente clara y el sentido del humor afilado. A los 19 años entró en la Escuela de Enfermeras de la Generalitat republicana; es la última de la primera promoción de enfermeras catalanas que se graduó hace casi un siglo, pero lo recuerda todo con nitidez. Trabajaba en el Hospital Clínic cuando estalló la Guerra Civil y cuidaba a civiles y soldados en las urgencias del centro. Lo hacía con doctores históricos, como Moisès Broggi y los hermanos Joaquim y Antoni Trias i Pujol, aunque no han bautizado ningún hospital con su nombre. Eso sí, es la última superviviente de aquella época de resistencia en las calles y en el hospital: es la persona viva mayor que ha trabajado en el Clínic.
Durante la mayor parte de la guerra, sin embargo, se dedicó a cuidar a los barceloneses que enfermaron de tuberculosis. De hecho, trabajaba en un sanatorio que se habilitó para estos enfermos en el Palacio de los Condes de Fígols, en la Vía Augusta, cuando los nacionales entraron en la capital catalana. Según cuentan en la revista de historia de la medicina Gimbernat, Carme cobraba cinco pesetas anuales, pero cuando ella habla de su profesión queda claro que no lo hacía por ese poco dinero. De hecho, asegura con firmeza que de lo que está más orgullosa después de vivir 100 años es de haber sido una buena enfermera, y tiene muy claro qué hacer para sobresalir en su trabajo: "Con un enfermo debes tener paciencia, debes cuidarlo, debes ayudarlo con lo que necesite. Para ser una buena in.
De trabajar en el hospital a poner inyecciones en casa
Tras la guerra, siguió en el Hospital Clínic unos años más, hasta que regresó a Olot con su familia. Pero allí no dejó la profesión; seguía visitando enfermos a domicilio y mujeres que tenían niños. No daban abasto hasta que abrieron un dispensario en la ciudad y la contrataron para trabajar. Cuando se casó con su marido, Manel Solà, cambió Olot por Vic y dejó de trabajar en el dispensario, ya que las mujeres casadas lo tenían prohibido, pero siguió haciendo de enfermera a su manera. Como no le dejaban trabajar en el centro sanitario, iba a casa de los vecinos a poner inyecciones ya hacer de callista, un trabajo que siguió haciendo con tres hijos a cargo hasta el día en que se jubiló. Los de su alrededor reconocen que siempre ha tenido una energía envidiable.
"Hasta los 105 años estudiaba inglés y francés. En los 95 hizo un crucero por el Báltico y en los 98, con los de la clase de inglés, fue a Londres. No utilizó el bastón en todo el viaje", explica entre risas su hija Dolors Solà. Carme ha tenido tres hijos, dos nietas y esta semana ha nacido su primer bisnieto. "Estoy muy contenta porque me han hecho bisabuela y porque ha ido todo bien", asegura desde el Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, donde lleva siete semanas ingresada y haciendo rehabilitación por culpa de una caída que se le ha complicado. Ahora bien, nada aplasta los ánimos de Carme, que ya tiene ganas de volver a Taradell, donde viven con Dolors desde el pasado agosto.
Antes de mudarse a Taradell, Carme vivía en Vic en un segundo piso sin ascensor. Cada día subía y bajaba escaleras con 109 años para sorpresa de todos los médicos que le atienden, para los que sólo tiene buenas palabras. "Me tratan como una reina", dice con una sonrisa. En febrero del año pasado se rompió el fémur en una caída, la operaron en Vall d'Hebron y todo salió bien. De hecho, volvía a subir y bajar las escaleras de su casa sola. Pero el otoño pasado le dolía el muslo por culpa de una infección y, finalmente, a principios de año la volvieron a ingresar en el hospital para abrirle la zona afectada y limpiarla. Como no quedó lo suficientemente limpio, dice Dolors, a finales de enero le cambiaron la placa del fémur y ahora hace rehabilitación para recuperarse de ambas operaciones y volver a su casa.
"Nunca me puse enferma ni he necesitado la ayuda de nadie"
"Sufro porque no puedo hacer lo que hacía antes. Nunca me puse enferma ni he necesitado la ayuda de nadie. Ahora no puedo levantarme y marcharme, pero si pudiera, lo haría", reconoce Carme. Está pendiente de que se le cierre el último punto de sutura de la última operación y espera que la próxima semana sea la última que está ingresada en el hospital. Para su recuperación, ha sido clave el área específica de paciente frágil traumático que existe en Vall d'Hebron. La jefa del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación del centro, Judith Sánchez Raya, explica que en este área existen profesionales especializados en pacientes como Carme que necesitan un abordaje diferente de otros pacientes traumáticos.
"Son pacientes que pueden vivir un deterioro cognitivo, que se pueden desorientar, y debes estimularles mucho para prevenirlo", detalla la experta, que avisa de que habrá un alto porcentaje de población de más de 90 años que se romperá el fémur. Esto se debe al envejecimiento progresivo de la sociedad, por lo que es importante disponer de unidades especializadas como ésta para ofrecer la mejor atención posible a estas personas. De momento, Carme tendrá que seguir haciendo rehabilitación hasta que se le cierre la herida. Al acabar la entrevista se la llevan para empezar los ejercicios con el andador, pero antes avisa al fotógrafo y se asegura de que todo quede a su antojo: "Sacame bien, eh, que soy muy presumida". En agosto cumplirá 111 años.