Salud

Un robot catalán para dar la cena a los ancianos

Diez entidades impulsan el primer laboratorio que trabaja en soluciones tecnológicas para acompañar la vejez

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El prototipo del robot diseñado para ayudar a comer personas que no lo pueden hacer suelas del Barcelona Aging coLLaboratory.

BarcelonaA Nélida y Ricardo no los intimida la tecnología y, de hecho, estarían dispuestos a probar cualquier máquina que les permitiera ser más autónomos cuanto más tiempo mejor. Por ejemplo, aceptarían usar el robot para comer que ha creado el Barcelona Aging coLLaboratory (BALL), el primer laboratorio de innovación digital (Living Lab) centrado en el envejecimiento de calidad en Catalunya. Esta iniciativa impulsada por una decena de entidades sanitarias, sociales y de investigación ha desarrollado un brazo articulado y motorizado que acerca la cuchara hasta la boca y que daría la oportunidad de comer de manera autónoma a muchas personas mayores y dependientes que ahora no pueden hacerlo por ellas mismas. "Me parece fantástico. Los familiares no tendrían que darnos la comida y, además, si no quieres, al robot no le tienes que dar conversación, solo aceptar su ayuda", dice entre risas Ricardo, que ha perdido fuerza en las manos. Asunción, su esposa, está de acuerdo: "Cada vez tenemos más limitaciones y cualquier ayuda que nos permita ir a nuestro ritmo es bienvenida". También Nélida, que tiene 63 años y la parte izquierda del cuerpo paralizada debido a un ictus, lo ve una "maravilla": "No molestaría a mi marido ni a mis hijos y podríamos comer todos juntos en la mesa".

El precio a pagar por una vida más larga es la dependencia: vivimos más años, pero no siempre con suficiente calidad de vida o autonomía. Dentro de tres décadas, una de cada tres personas tendrá más de 65 años y un 44% necesitarán ayuda para hacer actividades básicas como andar, ducharse o comer, según datos del Instituto de Estadística de Catalunya (Idescat). Ante los retos y las necesidades que plantea este cambio demográfico, el Living Lab quiere ejercer de polo de atracción a proyectos y soluciones innovadoras que mejoren la calidad de vida de la gente mayor. A Josep, de 82 años e ingresado en la unidad de cuidados intermedias del Parc Sanitari Pere Virgili de Barcelona, donde se ubica la sede de este laboratorio, lo entusiasma la idea de que se creen máquinas que ayuden a hacer más fácil la vida de la gente mayor, pero siempre que se los tenga en cuenta en el proceso. "La gente mayor estamos un poco marginados y queremos formar parte de las soluciones. Nos lo merecemos", dice. Innovar, pues, pero escuchando a los potenciales usuarios de los servicios.

El BALL es un espacio de investigación pionero para detectar las necesidades y los retos reales de la vejez que tradicionalmente han recibido poca financiación y que, por lo tanto, no se han podido resolver de manera eficiente. ¿Cómo? Hablando con los potenciales usuarios, que son coproductores del servicio que se diseñará. A partir del 17 de noviembre se celebrarán los vermuts del jueves, unos espacios de opinión en los que se apuesta por agrupar a gente mayor, investigadores y personal sanitario para identificar las necesidades que hay que resolver en ámbitos tan varios como la brecha digital o la minimización del impacto de la dependencia física. Esta iniciativa la conforman el Parc Sanitari Pere Virgili, el Vall d'Hebron Institut de Recerca (VHIR), el Institut de Robòtica i Informàtica Industrial (CSIC-UPC), la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), la Universitat Ramon Llull, con la Facultat de Ciències de la Salut Blanquerna y el Institut Borja de Bioètica, la Federació d'Associacions de Gent Gran de Catalunya (Fatec), la Fundació iSocial y tres empresas privadas (grupo Efebé, Qida y UniversalDoctor).

Pocas soluciones pero adaptadas

Hasta ahora la robótica y las tecnologías para la gente mayor, como por ejemplo aplicaciones para hacer seguimiento de su salud o para pedir hora al médico, se han hecho sin tener en cuenta su voz. Y a menudo la herramienta que resulta es demasiado compleja o se ha diseñado para cubrir unas necesidades superfluas, que no solucionan los problemas reales, o acaban fallando porque no se ha indagado lo suficiente en la problemática. Los fundadores del Living Lab aseguran que no quieren proyectos con "ideas brillantes" que después no se usan. "Quizás la gente mayor no necesita múltiples soluciones tecnológicas y sofisticadas, sino pocas pero adaptadas a ellos. Y nadie se lo pregunta", dice el director de atención integrada e investigación del Parc Sanitari Pere Virgili, Marco Inzitari. Defiende que esta iniciativa quiere "poner a las personas mayores en el centro para que tomen el control de su salud y de su vida" e involucrarlas en el diseño, el desarrollo, la implementación y la evaluación de productos y servicios destinados a "fomentar su autonomía, integrarlas en la comunidad y reducir dependencias y cronicidades".

"Hace ilusión que nos permitan participar en estos proyectos y que después los podamos probar. Hacerlo así nos permitirá dar respuesta al máximo de necesidades reales", afirma el presidente de la Federació d'Associacions de la Gente Gran de Catalunya (Fatec), Josep Carné. El robot que ayuda a comer es un ejemplo de ello. A pesar de que en este caso la idea nació en la universidad, la máquina se ha construido con las aportaciones de profesionales, y personas mayores atendidas en el Parc Sanitari Pere Virgili y pacientes del centro, como Josep, Asunción o Nélida, podrán participar en la primera prueba piloto del prototipo. El investigador y director del Institut de Robòtica Industrial (IRI UPC-CSIC), Guillem Alenyà, explica que el robot tiene que ayudar a mejorar la autonomía relacional de los pacientes durante las comidas: pueden elegir el ritmo, el tipo y la cantidad de comida. De hecho, se podrán obtener datos sobre el estado nutricional de la persona, es decir, si ha comido mucho, poco o nada. Alenyà dice que se ofrecerá primero a los hospitales porque todavía hay que validarlo en comités de bioética, pero la idea final es que llegue a los hogares.

Demostración del funcionamiento del prototipo de robot que da de comer a la gente mayor y dependiente.

Carné admite que, de entrada, la idea de un robot que haga tareas asignadas a un cuidador puede "echar para atrás", porque las personas quieren un trato humano. "Primero puedes pensar: «¿Por qué un robot me tiene que dar de comer?» Parece impersonal. Pero si después lo analizas, lo que quieres es que te respondan a las necesidades, vivir más años de manera sana, en casa, y tener independencia y autonomía cuanto más tiempo mejor", afirma. "Un robot no puede sustituir a un familiar o un cuidador, pero sí puede liberarlo de hacer tareas mecánicas y permitirle pasar más tiempo de calidad, de compañía, con el usuario", añade Inzitari.

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