Salud

"La superabuela catalana tenía una genética que no hemos encontrado en ninguna otra persona de Europa"

Un estudio concluye que Maria Branyas, que vivió hasta los 117 años, era biológicamente 15 años más joven

Fotografía distribuida por la familia de Maria Branyas, la superanciana que está considerada como la persona más vieja del mundo, y que ha cumplido este lunes 117 años en su residencia de Olot (Girona)
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BarcelonaLa superabuela catalana nunca fumó ni bebió alcohol. Tampoco hizo dieta, pero superó dos guerras y un exilio, con las carencias nutritivas que esto comporta. En 117 años, la olotina Maria Branyas nunca enfermó de nada grave y ni siquiera la cóvido le provocó síntomas. Antes de morir, en agosto del 2024, supo que sus células eran una década más jóvenes de lo que marcaba su fecha de nacimiento. La que fue la persona más longeva del mundo sabía que era especial a ojos de la comunidad científica y aceptó ser estudiada por Manel Esteller, jefe del grupo de epigenética del cáncer en el Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras (IJC), y el investigador en epigenética del envejecimiento y del cáncer del propio centro, Eloy Santos. Para todo el mundo era una incógnita que hacía que esta mujer tuviera una esperanza de vida tan extrema y, además, con una buena calidad de vida y un buen estado de salud.

Según los resultados de la investigación que se hizo a partir de las muestras biológicas que Branyas dio en vida, el equipo de científicos del IJC confirmó sus sospechas: la catalana tenía características "inconfundibles" para una mujer de edad muy avanzada, pero otras mucho más típicas y sorprendentes. Unos rasgos que la hacían una humana única. Así lo detallan Santos y Esteller en un artículo publicado este miércoles en la prestigiosa revistaCell Reports Medicine, en la que describen la huella biológica de la superabuela olotina a partir de su perfil molecular (ADN, el ARN, proteínas y metabolitos).

"Esta mujer no sólo era un caso único por su edad excepcional: lo era por su edad biológica, que era de entre 10 y 15 años más joven; lo era porque tenía una abundante población de bacterias bífiduas en la microbiota y porque tenía unas variantes génicas únicas", resume en la '.

Por la edad, Branyas había perdido movilidad, audición y vista, pero, sin embargo, vivió, hasta pocos meses antes de su muerte, con una alta calidad de vida. De hecho, tenía unas características que sorprendieron a los investigadores, como unas variantes génicas asociadas a la neuroprotección y la cardioprotección. "Son unos genes que tenemos todos, porque los humanos compartimos el 99,9% de nuestros genes. Ahora bien, sí hay unas pequeñas variantes que pueden definir o marcar la diferencia. Y eso es lo que hemos visto en esta mujer, que tenía variantes génicas que no hemos logrado encontrar en ninguna otra persona de Europa", explica Santos.

¿Una maquinaria privilegiada?

El análisis, que representa el estudio más exhaustivo realizado sobre una persona supercentenaria, concluye que Branyas tenía tres rasgos asociados a la edad, como un acortamiento de los telómeros, que son una especie de protección en los extremos de los cromosomas para salvaguardar la información genética durante la división celular. Cuando envejecemos, estos telómeros se hacen más pequeños, las células no se reproducen y terminan muriendo. También tenía mutaciones típicas del envejecimiento en la producción de glóbulos rojos, blancos y plaquetas, y una proliferación de células B (las que generan anticuerpos) con un comportamiento alterado, es decir menos eficaces, que predispone a menudo a las personas mayores a sufrir más infecciones o respuestas inmunitarias extremas.

Ahora bien, también presentaba niveles realmente bajos de inflamación, un microbioma dominado por bifidobacterias beneficiosas y una edad biológica más joven que su edad cronológica, aproximadamente una década, según los marcadores epigenéticos. "Lo que más nos impactó fue la microbiota y su epigenética", reconoce Santos, quien también admite que inicialmente necesitaron comprobar los resultados para asegurarse de que no se habían equivocado. Además, Branyas tuvo familiares que sufrieron cáncer, enfermedades cardiovasculares o incluso Alzheimer, pero ella nunca sufrió ninguna de estas enfermedades. "Lo que vimos, analizando el ADN, es que tenía variantes génicas asociadas con la protección de la cognición del cerebro, la activación del sistema inmunitario, el metabolismo...", concluye el experto.

¿Quiere esto decir que Maria Branyas tenía una maquinaria biológica mucho más refinada que el resto de nosotros? Aunque aparentemente parece que sí, que nació con cierto privilegio biológico que podía hacerle llegar a vivir algo más que el resto –de hecho, algunos de sus antepasados ​​también vivieron muchos más años que la media de su época, apunta Santos–, probablemente son los hábitos de vida (y, por tanto, la epigenética) el factor diferencial para entender su salud. "Los genes son los que nos dieron nuestros padres y con ellos quizás lleguemos a una edad X, pero seguramente nuestros hábitos determinarán cómo llegamos", concluye Santos.

La epigenética depende de cómo dormimos, de cómo hacemos ejercicio, de si socializamos, y los autores del estudio confían en que en el futuro se podrán definir estrategias nuevas o valorar la suplementación con microbios concretos atendiendo a resultados como los de su análisis. "Todo esto debemos seguir estudiándolo. Este estudio es un punto de partida que marca el comienzo de un nuevo campo de investigación", vaticina Santos. De momento no se sabe qué peso tiene la genética y cuáles los hábitos en el envejecimiento extremo, pero los investigadores de este campo están convencidos de que ambos deben estar alineados.

200 años de longevidad al alza

Éste es el primer estudio en el que el envejecimiento puede distinguirse claramente de la enfermedad, de modo que ofrece una visión completa de los efectos de la edad en el cuerpo humano. Y aunque es pronto todavía para vincular características biológicas concretas con hábitos específicos, los investigadores destacan que una alimentación saludable, una red social estimulante y diversa y la ausencia de hábitos tóxicos son factores a tener en cuenta para explicar la excepcional longevidad, tal y como demuestra el caso de la superavia olotina.

Ahora bien, hay investigadores que empiezan a plantear que el aumento constante de la esperanza de vida que se ha observado en los últimos 200 años en los países desarrollados se ha estancado, hasta el punto de que los avances médicos y sanitarios tendrán poco margen para ampliar la longevidad tal y como lo habían hecho en . El objetivo del equipo del IJC con este estudio era encontrar pistas que explicaran por qué hay personas en el mundo que soplan año tras año las velas hasta exceder ampliamente los 100 años de vida y lo hacen en un estado de salud bueno, como le ocurrió a Branyas durante 117 años, y, así, proponer estrategias para abordar la en.

En este sentido, los investigadores aseguran que, para la comunidad científica, este estudio representa un antes y un después, ya que "es la primera vez que se estudia con tantísima profundidad una persona tan única", con tantos puntos de vista moleculares diferentes. "Nosotros vamos a seguir estudiando si estas variantes que ella tenía, efectivamente, han estado contribuyendo a tener un envejecimiento saludable", explica Santos. Si es así, continúa, nada dice que en un futuro no se abra la puerta al diseño de fármacos que imiten estos genes para prevenir enfermedades asociadas a la edad en la población general. "E incluso podríamos hablar de extender la esperanza de vida de la población", plantea el experto.

Esta investigación ha recibido financiación de la Generalitat, de la Comunidad Europea y el ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, así como el apoyo privado de la Fundación La Caixa, la Fundación Cellex, la Asociación Española contra el Cáncer y la John and Lucille Van Geest Foundation.

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