Sucesos

¿Has ganado un premio en una tragaperras? Cae la mafia que te ha colado monedas falsas

Los Mossos y la Policía Nacional detienen a diez miembros detrás del taller de falsificaciones de monedas de 2 € más importante de Europa

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Herramientas que utilizaban para falsificar las monedas.

Barcelona"Pueden haber cientos de monedas falsas circulando y la gente no sabe que son falsas", avisa el subinspector Sergi Sánchez, jefe de la Unidad Central de Falsificación de Moneda de la División de Investigación Criminal (DIC) de los Mossos d'Esquadra . Él ha sido el encargado de coordinar un operativo que se ha alargado tres años y que, junto con la Policía Nacional, ha permitido realizar diez detenciones y desarticular el laboratorio de monedas falsas de dos euros más importante de Europa, ubicado en Toledo . Se han fabricado tantas monedas que ahora es imposible cuantificar cuántas falsificadas están en el circuito legal. La policía sabe a ciencia cierta que han fabricado medio millón. Por si acaso, todo el mundo en su casa debería seguir un truco: coger una moneda de dos euros y acercarla a un imán, de la misma nevera. Si se enganchan, es una moneda buena. Si no, es falsa.

Esta historia termina en Toledo, pero comienza en el 2021 en Catalunya. Concretamente, en un local de masajes chinos de la calle Tossa, en el distrito de Horta-Guinardó. El propietario de este establecimiento llamó a la policía alertando de que sus inquilinos llevaban varios meses ni pagando ni abriendo el negocio. Los Mossos entraron y descubrieron que aparte de masajes –y sospechan que también prostitución– en ese local también se ofrecía un servicio de almacén. Había 80.000 monedas falsas de dos euros.

Este es el punto de partida de la operación Niquel (el elemento químico con el que fabricaban las monedas), que detonó a causa del coronavirus. Nadie pagó el alquiler de ese local de masajes al propietario durante meses porque quienes lo regentaban se habían quedado atrapados en China por las estrictas restricciones para hacer frente a la pandemia.

El local de la calle Tossa almacenaba las monedas antes de entrarlas en el circuito legal. Según fuentes policiales, lo hacían, principalmente, de dos formas. La primera era en máquinas tragaperras de casinos, locales de apuestas deportivas y bares. Iban probando y probando hasta que las tres fresas hacían un tres en raya y caía el gran premio. Era un beneficio rápido con dinero real de cambio. Y con ese cambio entraba en juego el segundo método de blanqueo.

La banda criminal vendía las monedas de dos euros (a un precio de 80 céntimos) en varios supermercados, tiendas y bazares regentados por ciudadanos chinos, sobre todo ubicados en Ciutat Vella y en la Barceloneta. Luego, cualquier cliente que pagaba en efectivo recibía el cambio en monedas falsas. Por eso es prácticamente imposible cuantificar la penetración de ese dinero. Y no solo en Catalunya: fuentes policiales apuntan a que detectaron en Grecia un contenedor con muchas de estas monedas. "Son perfectos, imposibles de detectar en la mano", dice el subinspector de los Mossos, que insiste en hacer el truco del imán.

Rastreo

Esta banda sólo hacía negocios con sus compatriotas, lo que aún ha complicado más una investigación que ha sido un reto mayúsculo para la policía. La dificultad se encontraba en la compleja trazabilidad de las monedas falsas (básicamente, que nadie detecta que lo son) y también las muchas precauciones que tomaba una organización jerárquica gobernada por un "hermetismo total", en palabras de Sánchez. Se movían mucho para dificultar la persecución policial, hasta el punto de que producían monedas en un punto concreto durante un breve período de tiempo y después transportaban las máquinas a otra zona, cambiando incluso de comunidad autónoma.

Una vez en la nueva ubicación, el grupo producía otra tirada en una nave alquilada. Por ejemplo, las monedas almacenadas en el local de masajes estaban esperando a que la banda llevara las máquinas de Catalunya para empezar a repartirlas. "Jugábamos al juego del gato y el ratón. Cuando localizábamos uno de los almacenes, encontrábamos herramientas y monedas, pero nunca a ellos", comenta Sánchez.

Los Mossos los tenían identificados, hasta el punto de que habían reseguido el hilo de sus monedas falsas hasta remontarse al 2018. La Policía Nacional también había entrado en la investigación. La banda la formaban personas de origen chino que también tenían vínculos con el tráfico de drogas y personas. Por eso también sospechaban que en algunos locales se practicaba la prostitución. Pero no les conseguían pillar del todo. Al final, la desarticulación de la banda y del mayor laboratorio de monedas de Europa en la última década se ha precipitado de la manera más inesperada.

Maquinaria que utilizaba el grupo criminal

Si la cóvido fue un primer golpe de suerte, el segundo llegó en una rotonda de Madrid. Allí se hizo un control de alcoholemia aleatorio hace un mes. Agentes de la Policía Local de la capital española detuvieron un coche en el que viajaban tres ciudadanos de origen chino. En el maletero había nada menos que 14.500 monedas de dos euros falsificadas y, tras analizarlas, el Banco de España concluyó que eran monedas fabricadas por esa banda que llevaban cinco años perseguiendo.

La pregunta que se hicieron los dos cuerpos policiales fue de dónde venían esas 14.500 monedas y donde las llevaban. Siguiendo los últimos movimientos de los tres detenidos descubrieron que frecuentaban una localidad de la provincia de Toledo, Vilacañas, un pueblo que no llega a los 10.000 habitantes, pero que albergaba el laboratorio de monedas falsas "más activo e importante de Europa en la última década" ", según asegura la policía. En una nave de este municipio los Mossos y la Policía Nacional hallaron toda la maquinaria de la banda en pleno funcionamiento y también detuvieron a otras siete personas, presuntamente vinculadas con el grupo criminal.

La investigación, sin embargo, sigue abierta y no se descartan nuevas detenciones. De hecho, los líderes de la banda no residían en Catalunya, sino en China. Aquí estaban los fabricantes que manejaban la maquinaria (uno de ellos un día se cortó un dedo con la prensa) y los distribuidores. Todo sumado a una red de blanqueo que también es imposible cuantificar.

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