Feminismo

Las primeras mujeres policías: “Nos hacían ir con tacones y falda”

La promoción de hace 43 años de la Guardia Urbana de Barcelona se jubila

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Seis de las primeras guardias urbanas, la hija de una de las agentes y dos de las últimas promociones en el encuentro con el ARA .

BarcelonaAhora tienen entre 64 y 68 años, y cuando opositaron para ser las primeras mujeres policías tenían entre 21 y 25 años. En 1979 la Guardia Urbana de Barcelona convocó la primera promoción que admitía a las mujeres, el mismo año que también lo hacía la Policía Nacional. Solo en Madrid y Córdoba habían aceptado las mujeres antes, pero en Catalunya ellas abrieron el camino. Fueron 20 mujeres que con más de un centenar de hombres formaron “la promoción de la Transición”. A pesar de que ellas superaron las pruebas igual que ellos –un dictado cantado por megafonía que se suspendía con dos faltas, una raíz cuadrada y una redacción–, salieron de la academia con un uniforme diferente y tampoco les otorgaron las funciones que les daban a los hombres.

“Al principio nos hacían ir con tacones y falda de tubo, y llevábamos un bolso de mano colgado, una bandolera, que adentro solo tenía la guía de Barcelona”, recuerdan Susana, Carmen, Marisol, Núria, Georgina y Encarna. Son seis de las 20 primeras guardias urbanas que hace dos semanas se reunieron con el actual jefe del cuerpo, el intendente mayor Pedro Velázquez, coincidiendo con la última jubilación de una agente de la promoción de hace 43 años. La mayoría querían ser policías porque tenían familiares que lo eran, pero empezaron a trabajar sin ninguna arma ni porra ni esposas. Tampoco podían poner multas: “Nos usaban de floreros ”, asegura Georgina, que dice que las enviaban “a pasear por la calle” para que las vieran.

Cristina, hija de otra de las 20 primeras guardias urbanas, Concepción –que murió–, añade que su madre “siempre decía que la falda era muy incómoda”. “Y pensar que tenías que correr con unos mocasines con tacones... ¡No podías!”, exclama Núria. El primer año tampoco se mezclaban con los hombres policías. Hicieron dos turnos: 10 por la mañana y 10 por la tarde, y siempre trabajaban con la misma pareja femenina porque, según explican, los hombres no querían ir con ellas ni compartir coche. Pero cuando entró la siguiente promoción de mujeres se acabó el patrullaje solo femenino y cambiaron la falda de tubo por una falda con pantalones y los tacones por unas botas. También empezaron a poner multas.

Hombres a medio vestir

Entre las anécdotas, cuando se les pregunta si vivieron experiencias machistas, la respuesta no coincide. “Me sentí discriminada cuando estaba embarazada y una intendenta, que había entrado sin pasar por la calle, me dijo que no me podía poner en la oficina porque tendría que sacar a alguien de allí”, critica Susana, que con 15 años en los antidisturbios de la Guardia Urbana afrontó otras situaciones, pero que no la molestaron tanto. Por ejemplo en los vestuarios: los de mujeres estaban en la otra punta de la calle y se tenía que espabilar porque pasaban lista mientras los hombres se cambiaban. Para ser puntual, una o dos veces los encontró en calzoncillos. “A mí me daba igual”, dice. Pero no pasó más. Desde entonces, cuando llegaba, “ya estaban todos cambiados”.

Las primeras 20 mujeres que en 1979 entraron en la Guardia Urbana de Barcelona.

Georgina recuerda que dos agentes denunciaron –“y les costó casi el puesto”– a algunos compañeros que trabajaban en el turno por la noche en la sede central porque “hablaban mal de las mujeres” y se tiraban pedos y eructos al lado: “Era la expresión máxima del machismo”. “Claudicábamos bastante, nos adaptábamos y pusimos mucho nuestra parte”, piensa. También recibieron desprecio. Una frase que a veces escuchaban de algunos hombres en la calle era: “Vete a casa a fregar platos”. Al cabo de unos años, Núria fue la primera mujer sergenta, a pesar de que ya había empezado a mandar a hombres antes, cuando era cabo rala –un rango inferior–. De sergenta “todo el mundo se cuadraba y te respetaba más”, pero tenía que “marcar las distancias y no dar confianzas”.

Sus vivencias contrastan con las Sònia y Maria, de 44 y 37 años, que son de las últimas promociones de la Guardia Urbana. “Os debemos mucho. No me imagino una lucha con los mandos para decir que queremos ir con pantalones”, dice Sònia, a pesar de que Maria apunta que la gente “todavía se extraña” cuando ve una patrulla con dos mujeres policías. Las primeras policías siempre se han avenido: compartieron varias etapas, con las barrigas de embarazadas cuando estaban a punto de ser madres, sus bodas y las acusaciones de romper matrimonios. Ahora quieren continuar reencontrándose de vez en cuando.

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