Equipamientos

El histórico restaurante de La Mola cuelga de un hilo

La concesión del establecimiento termina a principios del 2024 y es improrrogable

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La Mola bien blanca ayer por la tarde // Jaume Cusidó

Barcelona"El Restaurante de La Mola forma parte del edificio histórico del Monasterio Románico de Sant Llorenç del Munt (S. X), situado en la cima más alta del Parque Natural de Sant Llorenç del Munt". Así se describe en su web el histórico restaurante La Mola, en el Parque Natural de Sant Llorenç del Munt y el Obac, y así es para muchos de los catalanes que alguna vez han subido la Mola. Y es que, según la propietaria del restaurante, Gemma Gimferrer, el local tiene más de medio siglo de vida y lleva 57 años en funcionamiento. Ahora, sin embargo, la Diputación de Barcelona, propietaria del parque natural, estudia cambiar el modelo del equipamiento. Esto haría que a principios de 2024, cuando termina la concesión improrrogable que actualmente ostenta el restaurante, tuviera que cerrar.

La alarma sonó cuando se difundió una carta de Gimferrer enviada a amigos y conocidos: "Nos ha llegado que la Diputación de Barcelona no tiene intención de renovar la concesión de La Mola", dice. La sorpresa se hizo evidente rápidamente, puesto que en la red social X (antiguo Twitter) se cuestionó la veracidad del hecho. El alcalde de Terrassa, Jordi Ballart, quiso responder públicamente a los mensajes que preguntaban sobre el futuro del restaurante: "La concesión termina, pero nuestra voluntad es que no se pierda este equipamiento".

Los planes de la Diputación de Barcelona no están tan claros. Mediante un comunicado han anunciado que "la Diputación estudia el modelo de futuro del espacio la Mola", lo que implica que se tienen en cuenta todas las posibilidades. Fuentes de la Diputación explican que la concesión es improrrogable por dos motivos: la normativa de contratación pública se ha ido desplegando durante el tiempo de concesión y ha cambiado sus términos, y la normativa de la Carta Europea de Turismo Sostenible, en la que el parque natural está vinculada desde 2011, también ha evolucionado en este tiempo.

Desde la Diputación, las fuentes consultadas aseguran que la hoja de ruta era conocida por todas las partes y que la propuesta para la siguiente licitación de la gestión del equipamiento constará de los mismos servicios que actualmente se ofrecen en el espacio: un servicio de educación ambiental y de patrimonio cultural, un punto de información de acogida y ocio a los visitantes, y el servicio de bar y restauración, pero adaptado a la nueva normativa y al nuevo contexto. Esta propuesta de la Diputación se someterá al Consejo Coordinador del Parque -en el que se reúnen la Diputación y los municipios con competencias en el parque- ya un órgano consultivo en el que también participan entidades y empresas. El consejo debía reunirse este noviembre, pero todavía no se ha puesto fecha. Según la Diputación, el modelo por el que finalmente se apostará será consensuado con todos estos actores.

Sin embargo, el restaurante, tal y como todo el mundo lo conoce hasta ahora, no podrá seguir después del invierno. "La gente seguirá subiendo igualmente, pero la diferencia será que nadie se preocupará de recoger los desechos que la gente sube pero no baja. [...] Nadie vigilará por el buen estado del monasterio del siglo X. Ahora lo hacemos nosotros", asegura Gimferrer en el mensaje distribuido entre amigos y familiares. El monasterio está declarado bien cultural de interés nacional y desde el entorno del restaurante reivindican que ellos se ocupan de la conservación y mantenimiento de las instalaciones, así como del cuidado del paisaje, y que lo hacían antes que la Diputación de Barcelona comprende el parque nacional. Tenían un pacto con el anterior propietario –explican– y, tras la compra, consiguieron seguir en el monasterio mediante las concesiones de la Diputación.

"El hecho de que se cierre la instalación provocará una destrucción del patrimonio y una degradación del entorno porque no hay plan B", denuncia Gimferrer en su texto. Subraya que, durante estas más de cinco décadas, el restaurante -que sube la comida mediante mulas porque ningún vehículo puede acceder a los 1.100 metros de altitud donde se ubica– ha arraigado en el territorio y se ha convertido en una parte más del paisaje de la cima de la Mola y un referente por los 300.000 visitantes que recibe el parque anualmente.

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