Turistas despistados y bares cerrados: así ha sido la primera noche de toque de queda en Barcelona

Patrullas policiales han recordado la nueva norma a los pocos peatones que todavía estaban en la calle pasada la una de la madrugada

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Dos agentes motorizados de la Guardia Urbana de Barcelona ante la Rambla, desierta, durante la primera noche del nuevo toque de queda

noche Barcelona"¿Qué, para casa ya, no?", se avanza a preguntar una agente motorizada de la Guardia Urbana a una pareja que subía las Ramblas a la una y media. "Nos hemos puesto a hablar y se nos ha pasado la hora", han admitido los jóvenes. La primera noche con el nuevo toque de queda decretado por el Govern y avalado este jueves por el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) ha sido "bastante tranquila" en el centro de Barcelona, según explica esta misma patrulla. Tocada la una de la madrugada, los bares y los locales por la noche han empezado a bajar persianas y este ha sido el momento de más movimiento en la calle desde que se ha puesto en marcha la prohibición.

"Estamos parando sobre todo a turistas despistados, que aseguran que no sabían nada del toque de queda, y algunos jóvenes que han salido ahora de los locales del Raval y del Gòtic. Todos nos dicen lo mismo, que ya van para casa", explica la agente, que a la vez se encoge de hombros, en una clara señal de duda. Unos metros más allá, Atif, que hace cinco meses que llegó de Pakistán y hace de latero en esta zona –en las Ramblas esquina con la calle de Portaferrisa–, asegura que él hoy ha hecho más negocio: "He vendido más latas porque de repente los bares han cerrado y la gente todavía tenía ganas de seguir la fiesta, pero supongo que ahora que ha pasado la policía ya se marchará todo el mundo", explica.

De hecho, arriba del todo de esta concurrida calle, esta madrugada había más periodistas que peatones. Los taxistas que esperaban en la Plaça de Catalunya lo miraban entretenidos. "El trabajo ha parado de golpe –aseguran–. A la una he llevado a un par de personas a casa y ahora ya hace rato que estoy aquí parado sin trabajo, cuando normalmente en este punto siempre hay clientes", relata Mossaoui desde dentro de su taxi.

Lejos del centro, el nuevo toque de queda –consecuencia del aumento de contagios por coronavirus de los últimos días– todavía se ha hecho más evidente. Plaça Espanya desierta de peatones. En la Avinguda del Paral·lel, solo una decena de turistas con maletas esperaban el autobús, y algunos patinetes y coches, pocos, circulaban tranquilamente. Incluso la zona más cerca del mar de esta avenida, donde se concentran algunas salas de fiesta, como Apolo –ahora cerrada–, estaba esta noche en calma y silencio.

Un poco más arriba, en el Passeig de Gràcia, a las dos de la madrugada solo un camión de la limpieza ocupaba el paseo. "Por supuesto que se ve menos gente", aseguraba uno de los trabajadores municipales. "Normalmente, un jueves a esta hora Gràcia y el Eixample, que es la zona que nosotros hacemos con el camión, están llenos de jóvenes, y hoy no se ve a ninguno", corroboraban sus compañeros de turno.

El cierre del ocio nocturno también ha hecho que la calle Enric Granados, que en pocos metros concentra varios bares y discotecas, esta madrugada recordara más a las primeras noches de confinamiento que a cualquier jueves previo a las fiestas de Navidad. Lo mismo pasaba unas calles más arriba, en Santaló o Muntaner, donde los pocos vehículos que circulaban eran, mayoritariamente, taxis libres y autobuses vacíos.

De hecho, los Mossos d'Esquadra no esperaban una noche complicada. Esta madrugada, a diferencia de otras veces, el cuerpo no tenía previsto montar ningún dispositivo con controles estáticos, solo las patrullas móviles intentaban asegurarse de que todo el mundo cumpliera la norma. Este viernes, en cambio, sí se harán más controles. Así, la prueba de fuego real de este nuevo toque de queda se aplaza todavía unas horas, hasta después de la primera cena de Navidad.

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