Las otras víctimas de la pandemia
El covid ha desplazado la atención de otras enfermedades, como explican algunos pacientes con los que ha hablado el ARA
BARCELONALos enfermos de covid-19 no son los únicos afectados por la pandemia. Pacientes con otras enfermedades se encontraron la pasada primavera sin acceso a sus profesionales de referencia y con pruebas, visitas u operaciones aplazadas, ya que la primera oleada del coronavirus obligó a CAPs y hospitales a dedicarse en exclusiva a los pacientes covid. Este escenario amenaza con repetirse en las próximas semanas y los sanitarios advierten de las consecuencias que puede tener en la salud de la población que los pacientes de otras enfermedades vuelvan a quedar excluidos del sistema sanitario.
Esta semana algunos grandes hospitales de Barcelona como el Hospital Clínic, Sant Pau o el Hospital del Mar ya han tenido que aplazar cirugía no urgente o no programar de nuevo para liberar camas de críticos. De momento todos aún mantienen las operaciones urgentes y oncológicas, y miran con lupa cuáles son las intervenciones que se pueden aplazar a la vez que se potencia también la cirugía mayor ambulatoria, que no requiere ingreso. Se han suspendido intervenciones de prótesis de rodilla o extirpación de hernias, por ejemplo. "Se ha ido programando y desprogramando con cuentagotas porque el objetivo es mantener toda la actividad que se pueda. Nadie quiere que la patología covid desplace al resto porque al final es control de la salud", argumenta Mireia Puig, jefa de urgencias del Hospital de Sant Pau, que admite que esto genera "frustración" entre los sanitarios.
Ya se puede cifrar el impacto que el covid ha tenido en la atención a los pacientes de otras enfermedades. Se han diagnosticado, por ejemplo, un 21% menos de nuevos casos de cáncer, según un estudio de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). La primera oleada de la pandemia ha supuesto un descenso tanto en el número de nuevos diagnósticos como en el inicio de nuevos tratamientos. Esto se atribuye tanto a la suspensión de la actividad asistencial durante los meses de confinamiento como al miedo de los pacientes a acudir a los hospitales y los CAP por miedo a contagiarse de coronavirus.
Que esto pasará factura en la salud de la población es evidente. "Lo que está por determinar es la magnitud de esta factura: si se detectan o no cánceres en estadios más avanzados y qué implicaciones tiene", dice Josep Alfons Espinàs, coordinador de la oficina de cribado de cáncer del departamento de Salud. En el Hospital de Sant Pau, por ejemplo, se detectó en verano un repunte de diagnósticos oncológicos porque eran pacientes que no habían consultado antes. Los programas de cribado de cáncer de mama y colon, que se detuvieron durante el confinamiento, ahora funcionan "pero a un ritmo menor del deseable", reconoce Espinàs. Como el objetivo del cribado es, sin embargo, la detección precoz de tumores, "un mes o dos de retraso tiene un impacto pequeño". "Evidentemente, si se van acumulando retrasos, tendrá más impacto", añade.
Ictus más graves
A pesar de la pandemia, el resto de enfermedades siguen existiendo. Se calcula que cada día se producen 35 ictus en Catalunya pero las activaciones del código ictus se redujeron un 20% la pasada primavera y los pacientes llegaron más tarde y más graves a los hospitales. Además, los supervivientes han tenido menos acceso a la rehabilitación. No pasa solo en Catalunya. La situación es generalizada. "El enfermo de cáncer y cardiovascular no acude a las consultas como antes. Debemos hacer un esfuerzo para que vengan", reconocía hace unos días el cardiólogo Valentí Fuster, que también admite que ha aumentado la mortalidad de estos pacientes. "No podemos decir dónde se ha fallado: si es el paciente que no quiere ir al hospital o si los hospitales han sido negligentes con los pacientes no covid". Los sanitarios están haciendo esfuerzos por mantener la actividad no covid pero advierten de que si la curva sigue creciendo, "la desprogramación será total y eso sería dramático", admite Puig.
Toda la actividad asistencial se ha resentido del embate del covid. También se ha registrado un descenso del 40% en las primeras visitas de personas con enfermedades mentales. "Estamos preocupados porque no nos llegan los pacientes cuando hay más enfermedad mental consecuencia del covid", alerta Víctor Pérez, jefe del servicio de psiquiatría del Hospital del Mar. Lo atribuye a que la atención primaria, que antes cribaba a estos enfermos y los derivaba a los servicios de salud mental, "ahora no puede hacerlo porque está ocupada con el covid". "Pero que no lleguen no quiere decir que no existan", añade. Se refiere sobre todo a pacientes con trastorno depresivo, ansiedad o trastorno mental severo. "Y como ocurre con el cáncer y con el ictus, cuando lleguen a nuestras consultas, llegarán más graves", concluye Pérez, que explica que se está trabajando para implementar un circuito para que la atención primaria pueda derivar a estos pacientes sin visitarlos.
Hemos recogido el testimonio de varios pacientes que explican cómo la pandemia ha hecho atrasar sus tratamientos, visitas o cirugías.
- Reconstrucción de mama, 41 años El 13 de març del 2020 havia de ser un dia de celebració. Aquell dia la Leo Anglès acabava la quimioteràpia després que l’estiu abans li diagnostiquessin un càncer de mama. Li van trobar 11 tumors i li van practicar una mastectomia completa: va passar per sis quiròfans en trenta dies. I quan va acabar l’última sessió de químio es va decretar l’estat d’alarma. “Jo ja havia passat el meu confinament particular, la meva pandèmia: el càncer. I havia de ser un dia meravellós però no vaig poder veure ningú i em vaig tancar a casa”, recorda. A l’abril li havien de fer una reconstrucció dels pits però la pandèmia ha obligat a endarrerir l’últim pas de la seva recuperació fins a tres cops. Ara li han donat setembre del 2021 com a data probable per entrar a quiròfan. El 13 de marzo de 2020 tenía que ser un día de celebración. Ese día Leo Anglès acababa la quimioterapia después de que el verano antes le diagnosticaran un cáncer de mama. Le encontraron 11 tumores y se le practicó una mastectomía completa: pasó por seis quirófanos en treinta días. Y cuando terminó la última sesión de quimio se decretó el estado de alarma. "Yo ya había pasado mi confinamiento particular, mi pandemia: el cáncer. Y tenía que ser un día maravilloso pero no pude ver a nadie y me encerré en casa", recuerda. En abril le tenían que hacer una reconstrucción de los pechos pero la pandemia ha obligado a retrasar el último paso de su recuperación hasta tres veces. Ahora le han dado septiembre de 2021 como fecha probable para entrar en quirófano. Las revisiones, dice, también "se han hecho con cuentagotas". "Muchas visitas se han anulado y se han convertido en telefónicas, cuando lo que necesitas es presencia", explica. Durante la primera oleada, la mayoría de centros sustituyeron visitas presenciales por telemáticas y solo en aquellos casos en los que había una urgencia en el tratamiento se hacía un balance del riesgo-beneficio. Donde sí ha ido presencialmente es el hospital de día para recibir tratamiento inmunológico, aunque admite que los primeros días le daba "miedo" ir. "Como inmunodeprimida, era carne de cañón de covid". Fue sola, como todos los demás pacientes desde que se declaró la pandemia. "También los TAC, donde te tienen que decir si se ha reproducido o no el cáncer". Con todo, no tiene ningún reproche. "La sanidad pública sigue siendo admirable, no culpo a los hospitales. Si han tenido que decidir si dar un respirador a una persona de 50 años o a una de 80, lo mío no deja de ser algo más". Aunque recuerda que la gente sigue poniéndose enferma, con pandemia o sin ella, y muchos pacientes se sienten perdidos. Los efectos colaterales también han sido psicológicos: el confinamiento, la pareja en ERTE, sufrir por los ingresos... "No tuve tiempo de tomar aire, lo he pasado mal", dice. Aún en tratamiento, Leo volvió a trabajar antes de tiempo por necesidad económica. "Me quedaba medio año de baja para recuperarme de las secuelas físicas pero lo he tenido que forzar, y el cuerpo, por suerte, ha respondido".
- Esperando una operación de prótesis de rodilla, 73 años Teresa Rovira, de 73 años, está pendiente desde febrero de 2020 de que la operen de una prótesis de rodilla en el Hospital del Alt Penedès. "Me han dado varias fechas y todas se han incumplido", explica. En verano, sin embargo, cuando los hospitales ya habían recuperado la actividad no covid, la llamaron para hacer las pruebas preoperatorias en agosto. "Incluso preparé la bolsa para ir al hospital porque me dijeron que la operación sería cuestión de días". Pero aún no la han llamado. "Ahora ya llevo 328 días de espera. Lo último que me dijeron es que sería a finales de año o en enero, pero no creo que me llamen ahora que cada día hay más ingresados por covid", argumenta. Teresa vive sola y la recuperación postoperatoria debería hacerla en un centro asistencial. "Ahora ya no me hace ilusión que me llamen para operarme, me daría miedo", reconoce. Y eso que los problemas de movilidad en la rodilla le restan calidad de vida. "He dejado de salir a caminar. Entre el covid y la pierna, que no me acompaña, todo queda mermado". "Ahora es cuestión de vigilar para no dar giros con la rodilla para que no se vuelva a colapsar mientras espero a que me operen", explica.
- Una hernia discal tratada por la sanidad privada Pol es uno de los lectores que han respondido a la llamada que hemos hecho pidiendo testimonios de pacientes afectados por el aplazamiento de pruebas o cirugías debido a covid, sobre todo durante la primera oleada. Pol explica que tenía una hernia discal con pinzamiento en el nervio de la pierna. "Me recetaron los tratamientos a base de ir a urgencias cuando el dolor era insoportable. Desde un inicio me recomendaban que fuese por privado los propios médicos que me visitaban", explica. Finalmente, decide avanzar por la vía privada las visitas, las resonancias y las infiltraciones a la espera de que puedan operar en la pública. Cuando lo llaman, el plazo para operar es de un año y medio, así que decide operarse también en un centro privado, ya que la hernia le impide realizar tareas cotidianas como coger en brazos a su hijo de menos de un año. También han escrito lectores explicando experiencias satisfactorias cuando en junio se reanudó la actividad ordinaria en CAPs y hospitales.
- Paciente de cáncer de mama, 50 años Cuando se decretó el estado de alarma, Sònia estaba pendiente de empezar el tratamiento de radioterapia por un cáncer de mama diagnosticado la primavera de 2019. "Estuve esperando y no me llamaban, y, entonces, se decretó el estado de alarma y me dijeron que se paraba todo. Menos mal que ya había hecho la quimioterapia y que me habían operado, porque los tratamientos de quimio se pararon". Un mes y medio después, la llamaron para empezar la radioterapia. Reconoce que le daba miedo ir al hospital. "Llamé a la radioncóloga para preguntarle: «¿Voy?». Y ella me dijo: «¿Tú qué crees? No hay opción, te va la vida en ello»”. No dormía pensando en si en el trayecto o en la sala de espera se podía contagiar de covid, pero a la vez también temía que con el atraso el cáncer no se volviera a reproducir. "A ver si no me habrán cogido a tiempo", pensaba. En verano tuvo un linfedema -acumulación de líquido- en el brazo derecho a consecuencia del tratamiento y ahora está pendiente de que la llamen para hacer rehabilitación, ya que tiene problemas de movilidad. "Mi trabajo depende de ello porque es la mano derecha, pero ya me han dicho que normalmente hay una demora de seis meses y ahora puede ser de un año o más debido al covid", explica. "Tampoco estoy haciendo el seguimiento que tocaría pero no lo pienso porque, si no, no viviría. El otro día me llamó la radioncóloga porque ya no visita presencialmente. En teoría me tiene que palpar y tocar el pecho, pero no me ha visto desde que terminé la radioterapia, en mayo. ¿Cómo puedo saber que el pecho, que está duro, o que la cicatriz, que está levantada, no es nada? Estás dejada de la mano de Dios y ellos también están perdidos. El covid ha pasado a primera línea, y lo entiendo porque es una pandemia, pero los demás también estamos aquí y también tenemos situaciones difíciles. Pero lo tienes que aceptar", dice Melero, que ha echado de menos "el acompañamiento y el calor" de antes de la pandemia.
- Madre de un bebé con displasia de caderas Ania explica que a su bebé de 16 meses no le detectaron una displasia de caderas porque cuando tenía seis meses, la primavera pasada, no le hicieron "las ecografías de control pertinentes" porque la actividad ordinaria se detuvo por la pandemia. "Ahora nos encontramos con que algo que se habría solucionado de forma muy sencilla a los seis meses deberá pasar por tratamiento o cirugía. El niño no camina bien y puede tener secuelas. Encima, conseguir la ecografía casi diez meses más tarde ha sido muy complicado, y hoy todavía no tenemos hora para ver a la traumatóloga pediátrica".
- Paciente de ictus, 68 años Es su hijo Jorge quien explica que su padre, Pedro Alumà, sufrió un ictus hemorrágico el 18 de enero del año pasado. En el Hospital de Sant Pau les dijeron que, por las dimensiones de la hemorragia, no saldría adelante. Estuvo un mes en la UCI y el caso se complicó con una neumonía y con la gripe A. Cuando se recuperó lo trasladaron al parque sanitario Pere Virgili para hacer rehabilitación. Era el 27 de febrero. Diez días después, cuando la amenaza del covid ya era real, se suspendieron las visitas de los familiares y poco después la rehabilitación en grupo que Pedro hacía para recuperarse de las secuelas del ictus. Por teléfono, Jorge notó que su padre estaba "muy desanimado, desorientado y solo". "Además, ya solo hacía rehabilitación media hora al día en la habitación". Por todo ello, la familia decidió entonces llevarlo a casa para continuar allí la rehabilitación por su cuenta y avanzar así en su recuperación, ya que las secuelas eran importantes. Tenía las funciones motoras afectadas, problemas de visión y era 100% dependiente. Contactaron con una fisioterapeuta y una terapeuta ocupacional. Cuando en junio se pudo reanudar la rehabilitación, ahora ya en el Hospital de l’Esperança, les dijeron que los ejercicios realizados durante esos días habían ayudado mucho. "Seguro que nos equivocamos en cosas porque eran profesionales sin experiencia en ictus, pero eran de confianza y lo hicimos lo mejor que pudimos", señala Jorge. Pedro hace ahora rehabilitación ambulatoria. "Dicen que los primeros seis meses son claves, pero mi padre ingresó en la Esperança cuando ya habían pasado cinco meses desde el ictus. Ahora el margen de mejora es mínimo". La Fundació Ictus alerta de que la pandemia también ha tenido consecuencias sobre la rehabilitación y los controles posteriores de los supervivientes de ictus. Hasta 6 de cada 10 pacientes no pudieron seguir programas de rehabilitación presencial durante el confinamiento, aunque la mayoría recibieron seguimiento telemático adecuado. La fundación ha puesto en marcha un programa para ofrecer asesoramiento gratuito de forma telemática a las personas que han sufrido un ictus y necesitan a alguien que los guíe en el proceso de recuperación. Es una de las estrategias, indican, "para mantener una atención sanitaria de calidad a los pacientes en la situación actual".