Vidas truncadas por un accidente con patinete eléctrico
Juan y Pedro estuvieron a punto de morir porque no llevaban casco
Sant Cugat del Vallès / Badalona"Los servicios de emergencias me dijeron que nunca habían visto salir tanta sangre por las orejas, la nariz y la boca de un cuerpo", afirma Silvia López García, que en el 2022 tenía 36 años y es así de gráfica describiendo lo que le ha pasado a su marido, que está a su lado escuchándola con cara de circunstancias. Joan Cuscó, de 36 años, sufrió un accidente con un patinete eléctrico el 1 de octubre en Sant Cugat del Vallès y apenas lo explica. Los médicos aseguraron que no sobreviviría y que, si lo hacía, no podría andar, ni hablar, ni ver, que quedaría en estado vegetativo.
"Se rompió el cráneo en trocitos, como cuando se rompe un jarrón", continúa relatando ella, que confiesa que, cuando le llamaron y le dijeron que su marido estaba tan grave, pensó: "No puede ser. Cuando alguien se cae de un patinete, se rompe una pierna, no se muere". Pero sí, es posible morir o sufrir lesiones irreversibles. Lo alerta la doctora Beatriz Castaño, que es neuropsiquiatra experta en daño cerebral del Institut Guttmann y asegura que ella y sus colegas están alarmados de los casos que cada vez más reciben en este centro como consecuencia de un accidente de patinete .
Joan explica que cogió el patinete de un amigo para realizar un trayecto que ya había hecho mil veces y que se conocía de memoria. "Tenía que ir muy cerca, a tres calles de distancia", detalla. Pero ya había oscurecido, no vio un agujero que había en la calzada, cayó del patinete y se golpeó la cabeza. Después ya no recuerda más, y también tiene grandes lagunas sobre antes del accidente. "No era la primera vez que cogía un patinete –aclara–. Tenía uno, pero lo utilizaba poco y solo para trayectos cortos". En cambio, lo que carecía era casco. "No consideraba que un patinete fuera tan peligroso", admite.
Silvia afirma que, cuando llegó al Hospital Mutua de Terrassa, le dijeron que no había nada que hacer, que se despidiera de su marido. "Incluso fuimos a mirar nicho", detalla. Pero cuando estaba junto a la cama de Joan discutiendo con un médico la posibilidad de dar los órganos, él empezó a moverse ligeramente. Joan estuvo dos meses ingresado en el Hospital Mutua de Terrassa, uno de ellos en coma. Luego fue trasladado al Instituto Guttmann, donde permaneció casi un mes más. "Cuando llegó al Guttmann, le movían con grúa, apenas podía hablar y no reconocía a los hijos", asegura ella. El matrimonio tiene tres hijos: Judith, de 7 años; Álvaro, de cuatro, y Guille, de dos.
Cuando Juan fue dado de alta de Guttmann, iba en silla de ruedas. Luego empezó a desplazarse con un andador, y ahora ya anda e incluso corre, aunque le falta equilibrio y coordinación. También tiene una ligera parálisis en el lado izquierdo de la cara, pero apenas se nota. "Antes ni siquiera podía cerrar el ojo", asegura Silvia, quien reconoce que la evolución que ha seguido es tan brutal que parece un "milagro". Él también admite que ha tenido "mucha suerte". ¿Su secreto? "Estoy más jodido que nunca, pero también hago más deporte que nunca", declara.
La doctora Castaño destaca que en los accidentes de patinete lo que más se expone es el cerebro y "el cerebro es el mayor tesoro que tenemos, porque controla el movimiento del cuerpo, la sensibilidad, las funciones cognitivas, la capacidad de comunicarnos, el estado emocional…" En definitiva, una vez en la cabeza puede ser fatal. Y más sin casco ya gran velocidad.
Pedro Marcos tiene 52 años y tampoco llevaba casco cuando sufrió un accidente con un patinete eléctrico en julio del 2020 en Martorelles, la pequeña localidad del Vallès Oriental donde antes vivía. Él también hacía un trayecto corto que conocía a la perfección, pero, a diferencia de Juan, no tuvo tanta suerte.
"No recuerdo que tuviera ninguna gran herida en la cabeza, y al cuerpo apenas se le veían cuatro magulladuras", afirma su hermano Alonso. Sin embargo, el cerebro se le hinchó tanto a consecuencia del impacto que tuvieron que operarle para quitarle el hueso del cráneo, añade. Pedro estuvo casi un mes en la unidad de cuidados intensivos del Hospital de Sant Pau, y tres meses más en el Institut Guttmann.
Vivir en una residencia de personas mayores
Ahora a simple vista parece que está bien: habla y anda a la perfección, pero es imposible mantener una conversación con él. No es consciente de lo que le ha pasado, dice cosas inconexas y ni siquiera reconoce a sus dos hijas de 13 y 15 años. "Cuando tiene sed, le da igual beber agua que colonia o un bote de champú", pone su hermano como ejemplo para demostrar que hay que ir con mil ojos con él. No se le puede dejar solo. Pedro vive ahora en una residencia para personas mayores y, lógicamente, es el usuario más joven. "Queríamos llevarlo a un centro de discapacitados, pero nos dijeron que solo admitían discapacidades de nacimiento", lamenta su hermano.
El Instituto Guttmann ya ha atendido a once pacientes con lesiones muy graves como consecuencia de un accidente de patinete eléctrico. Todos eran varones. Sin embargo, los informes médicos no detallan si llevaban o no casco. "Cuando veo a alguien que va en patinete y sin casco, le paro en plena calle y le digo que se lo ponga porque mi marido estuvo a punto de morir por eso", dice Silvia. "Nadie piensa que le tocará hasta que le toca", concluye.