Apagón eléctrico

Voluntarios dirigiendo el tráfico, círculos en torno a una radio y la evacuación del Zoo: las historias del apagón general

La repentina desconexión eléctrica obliga a ciudadanía y empresas a improvisar mientras no se recupera la normalidad

Un grupo de personas reunida en la supermanzana de Sant Antoni escuchando un transistor analógico
ARA
28/04/2025
4 min

Barcelona"Somos voluntarios. Yo venía con el patinete eléctrico y por poco chocan unos coches en la calle Urgell con Aragó. Y he pensado: qué cruce más complicado. Unos obreros me han dado esto [un chaleco reflectante] y me he puesto a dirigir el tráfico con un voluntario que no sé ni cómo se llama, todavía", explica Gerard. Habla como puede, porque mientras intenta explicar lo que hace, se encuentra en medio de este cruce, gesticulando con las manos y haciendo sonar un silbato que decenas de vehículos obedecen.

Es una de las múltiples respuestas de la ciudadanía al caos provocado por el apagón eléctrico general que ha dejado sin suministro al menos toda la península Ibérica. Mientras los servicios esenciales aguantan gracias a generadores y los cuerpos de emergencias y seguridad velan por reducir al mínimo el impacto de esta situación excepcional, ciudadanos y empresas se han visto obligados a improvisar, lo que ha llevado a situaciones curiosas, como la protagonizada por Gerard.

"Lo que más estamos haciendo son ascensores"

Poco después del mediodía, muchas calles de la ciudad de Barcelona han quedado saturadas: coches parados, aceras llenas y una constante mezcla de claxones y pitidos que intentaban ordenar el caos. En casi cada esquina había decenas de personas haciendo cola en las paradas de autobuses y, en cada dos, furgones o coches policiales, con una imagen más o menos similar en todas partes: varios agentes de pie respondían las inquietudes de la ciudadanía. A la salida del metro de Tetuán, un bombero ayudaba a una persona con movilidad reducida a salir de la estación. "Lo que más estamos haciendo son ascensores", explicaba al ARA. Mientras, unos kilómetros más abajo, el flamante parque de las glorias se llenaba de gente que iba a pasar la tarde. Asimismo, en la calle Villarroel, un supermercado ha tenido que echar a los clientes y cerrar porque se le habían acabado las existencias por el alud de compras de los ciudadanos.

Decenas de personas haciendo cola frente a un bus 'Sagalés' en la plaza Tetuan de Barcelona.

"Es la antipandemia", dice Roger, sobre este colapso en las calles, agravado por el cierre del metro y los Ferrocarrils. "Estábamos en los hierros y se ha apagado la luz, y al cabo de media hora nos han dicho que la tensión no funcionaba y que se habían parado los servicios. Hemos tenido que bajar por las vías con unas escaleras y andar unos 200 metros hasta llegar a la salida", explica un joven en el ARA. "Es desesperante porque no se puede pagar nada, ni cargar el móvil", dice Miquel Garcia, estudiante de negocios internacionales en una escuela del Eixample. Vive en Sant Boi y se plantea ir andando hasta casa.

Atracciones desalojadas en PortAventura World

Estos son los efectos más comunes del apagón, pero la excepcionalidad también ha llegado a sitios menos cotidianos. El parque de atracciones PortAventura World ha tenido que desalojar sus atracciones por el paro eléctrico, según informaba Efe. "En el contexto de un apagón generalizado ajeno a nuestras instalaciones, PortAventura World ha experimentado una interrupción del suministro eléctrico y, como medida preventiva y siguiendo los protocolos de seguridad establecidos, hemos procedido al desalojo de algunas atracciones", ha informado en un comunicado la dirección del parque. En Barcelona se producía otra evacuación curiosa: el zoológico han tenido que cerrar los animales peligrosos antes de que se dieran cuenta de que no funcionaba ninguna valla eléctrica de seguridad. Fuera un grupo de turistas se quedaba con las ganas de verlos pese a tener las entradas. En el mercado de la Boqueria, minutos antes, paradistas y turistas veían cómo de repente todo se quedaba a oscuras.

"¿Alguien tiene una radio analógica?"

"¿Por casualidad alguien tiene una radio analógica?", gritaba una voz desde el interior del casal de la gente mayor del Raval. Aquí el apagón les ha cogido mientras estaban comiendo. "Por suerte hemos podido calentar la comida antes de que se marchara la luz", decía Judit, monitora del centro. En la puerta estaba Ramona con su madre, que va en silla de ruedas, y la llevaba a casa para poder subirla. A falta de electricidad, el transistor se ha convertido en uno de los protagonistas de la jornada: en medio de la supermanzana de Sant Antoni, un grupo de personas hacía corro en torno a un aparato de radio, y unas cuantas islas más allá, en el eje verde de Consell de Cent, una imagen similar: tres jóvenes escuchaban la radio en un banco. "En el Maresme ya tienen luz y parece que se está recuperando también en el País Vasco", responde Marcel a una peatón que les ha preguntado "cómo va la cosa". Han cruzado el trabajo porque no tienen luz y comían un puré frío industrial en un vaso de café que han bajado de casa.

Tres jóvenes en un banco en la calle Consell de Cent de Barcelona escuchando un transistor.

"Tenemos una plataforma con batería, pero me da miedo que, si tardamos mucho, no pueda subir a casa", decía una trabajadora que vive en las afueras de Barcelona y ha optado por quedarse en la oficina. Sus compañeros, que viven más cerca, han decidido marcharse a casa. En la calle, otra imagen de la excepcionalidad: algunos cajeros automáticos tampoco funcionan. Otros sí, y en frente tienen decenas de personas en fila india.

Algunas personas haciendo cola frente a un cajero automático en Rambla Catalunya.

"¿Y qué va a pasar con los peces?"

En el restaurante Grangeta del Raval estaban preocupados por la cantidad de comida que pueden perderse si sigue el apagón. El que tienen en el frigorífico no durará más de 24 horas y el que tienen en el congelador, ni siquiera 18 horas. "¿Y qué va a pasar con los peces? –se pregunta Isa– Si no vuelve la luz pronto, se nos van a morir".

Karen, una mujer alemana vecina del Eixample, explicaba algo alarmada que iba a comprar lo básico "para pasar tres días tranquila". Sin ascensor tendrá que cargar la compra en hombros. "Cómo lo hacía la abuela", dice.

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