Año que ocurre, generación que nace.
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En los últimos tiempos se está extendiendo en tertulias y en algunos libros un relato que contrapone a los nacidos durante el crecimiento demográfico de la posguerra con las nuevas generaciones. Según ese discurso, el bienestar de los primeros estaría hipotecando o condicionando el futuro de los segundos. Pero esta idea, más que fruto de un análisis riguroso, es una falacia simplificadora que esconde las causas reales de las desigualdades y tensiones actuales, ciertamente preocupantes.

Losboomerosno crecieron en un mundo de abundancia, sino en sociedades que salían de la pobreza, de dictaduras o de guerras. Han vivido y protagonizado profundas transformaciones sociales: el acceso generalizado a la educación ya la sanidad, la consolidación de los derechos laborales y el desarrollo del estado del bienestar. Nada de esto ha caído del cielo: ha sido fruto de reivindicaciones, trabajo, sacrificios y compromisos colectivos.

Es cierto que muchos jóvenes hoy se enfrentan a un mercado laboral incierto e inestable, a un encarecimiento especulativo de la vivienda ya un futuro ambiental preocupante. Pero responsabilizar a toda una generación anterior es confundir totalmente su causa. Las dificultades actuales provienen de un modelo económico y político global que, con cierta pasividad de todos, ha ido desmantelando los mecanismos de redistribución y protección social que, justamente, losboomeroscontribuyeron a construir. Está en manos de todos los ciudadanos hacer frente a estas corrientes globales que buscan, precisamente, el enfrentamiento, la división, para favorecer regímenes autocráticos soportados en la codicia insaciable de los que más tienen.

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