Más de cuatromillones de personas en el mundo llevan un marcapasos implantado en el cuerpo para ayudar a que su corazón late
16/07/2025
1 min

El otro día reflexionaba sobre la fortaleza y fragilidad del ser humano, o más bien del cuerpo humano. Porque, incluso para una persona no creyente, es innegable que nuestra anatomía es absolutamente maravillosa. Basta con detenerse un momento y observar cómo funcionamos para darse cuenta del milagro que es estar vivos. De forma automática respiramos, nos autorregulamos, eliminamos lo que nos perjudica, el corazón late con regularidad y el sistema inmunitario lucha por nosotros. Todo esto sin que tengamos que ser conscientes de ello. Es una tecnología interna tan avanzada que ninguna máquina humana puede igualarla del todo. Y todo esto ocurre dentro de nosotros, constantemente, cada segundo.

También me maravilla cómo pensamos y actuamos casi a la vez. Queremos escribir, y los dedos se mueven. Conducimos mientras planificamos el día. Todo fluye como sencillo, pero no lo es. Es el resultado de una extraordinaria coordinación entre cerebro, músculos y percepción. Somos extraordinarios. Somos fuertes. Enfrentamos virus, estrés, accidentes, emociones... y seguimos. Pero somos también frágiles. Un gesto, una enfermedad inesperada, una palabra... y todo puede tambalearse. Y esto es lo que más me sorprende: que un sistema tan bien diseñado pueda romperse tan fácilmente.

Esta dualidad –fortaleza y fragilidad– nos hace humanos. Y a pesar de saber que somos vulnerables, vivimos, amamos, nos levantamos. Quizá por eso hay que vivir con más gratitud y conciencia, porque estar aquí, con todo lo que somos, es ya, en sí mismo, una auténtica proeza.

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