Los templos ciclistas para un buen almuerzo de tenedor
Hay una señal inequívoca de dónde se puede comer bien: una bandada de bicicletas arrimadas a una pared al lado de un bar o restaurante
BarcelonaHay un clásico de los días de verano en la carretera: ver a los ciclistas pedaleando por la serpentina del asfalto, subiendo los puertos más inclinados, con el tronco del cuerpo doblado y con el esfuerzo marcado en la cara. Y está el otro clásico al cual hay que estar muy atento para tomar buena nota: la banda de bicicletas arrimadas a una pared. Si las veis, buscad a los ciclistas, porque estarán sentados en una de las mejores mesas del país donde comer un almuerzo de cuchillo y tenedor de altos vuelos. Entrevistamos a dos ciclistas aficionados, con oficios alejados de la bicicleta: el joyero Roc Majoral, de la joyería Majoral, y Miquel Torres Maczassek, quinta generación de la bodega Família Torres, que nos explican sus rutas, cada cual por separado y por diferentes lugares del país, que acaban en una buena meta gourmet.
Butifarra con alubias en la "Toscana catalana"
Los domingos son los días de tirada más larga, entre 90 y 120 kilómetros, que hace Miquel Torres Maczassek con su pandilla de diez amigos ciclistas, y por eso la salida siempre está programada con la reserva de mesa en el lugar donde acabarán. Antes de decir cuáles son los lugares, el director general de Familia Torres se entretiene en elogiar el paisaje del Penedès: “Es fantástico porque te encuentras entre dos cadenas montañosas; junto al mar, la sierra del Garraf, y hacia el interior, la cordillera del Prelitoral”. Justamente, en esta segunda cordillera, “hay carreteretes pequeñas poco transitadas con paisajes de viñas, masías, castillos en la cumbre de las montañas; siempre decimos que es la Toscana catalana”.
Con el paisaje dibujado, el ciclista de fin de semana explica sus rutas. Empieza en Vilafranca del Penedès y puede acabar en la Laguna, con parada en Cal Joan, un establecimiento que por ahora permanece cerrado temporalmente, pero que trabaja con la previsión de poder reabrir en otoño. Otra ruta puede acabar más allá, con parada en Cal Ramonet, en Santa Maria de Miralles. En cambio, si van hacia Pontons, “una parada obligatoria es al restaurante El Papá”. Pasado el Penedès, la pandilla puede llegar hasta Santes Creus y volver por Querol (Alt Camp). “En Santes Creus solemos ir al Bar del Mig y en Querol, al restaurante Sant Jordi de Querol”. Y si pedaleando llegan hasta Forès (Conca de Barberà), “hay un bar restaurante con unas vistas verdaderamente espectaculares: El Mirador de Forès".
Los almuerzos que pedirán es “comida de verdad”, dice Torres. Es decir, son establecimientos donde acostumbra a haber brasa y, por lo tanto, piden morcillas y tocino, que acompañan con alubias. “Si queremos algo más ligero, también nos gustan las tortillas, y siempre con pan con tomate en abundancia”, remarca. Cuando el verano se ha acabado y empieza una nueva temporada del año, piden setas, también hechas a la brasa. “Todo aliñado con vino del Penedès, sobre todo blanco, para acabar con unos cafés”, explica Miquel Torres, que asegura que “esta comida se quema rápidamente encima de la bicicleta”. La combinación de deporte, comida y amistad está muy trabada. “Hablamos mucho, nos explicamos cómo ha ido la semana, los temas de actualidad que hemos visto en las noticias y en general no hablamos mucho de trabajo”, afirma Torres.
Cocas, tortillas y horchatas saliendo de Barcelona
Entre semana, el joyero Roc Majoral hace salidas por Collserola, de una hora y media de duración. A su regreso –o para tomar un café antes de empezar– hace parada en Cal Pep, una bodega del barrio de Gràcia donde se pueden comer platos tradicionales, como butifarra con alubias. También puede picar algo en el On y Va Coffee. Los sábados y los domingos cambia los recorridos y saliendo de Barcelona los pedales le llevan hasta el Maresme, a Arenys de Mar y también Arenys de Munt, y hasta el Penedès, por el interior o por la costa. Es en fin de semana cuando queda con la pandilla de amigos, y empiezan con una rutina fija, con un primer almuerzo en Barcelona, en el horno Serret, entre las calles de Consell de Cent y Girona. “Tomamos un café, un trozo de coca o una empanadilla y ya está, porque es el punto de encuentro donde esperamos para encontrarnos todos y ponernos en camino”, explica Majoral.
Cuando llegan al Maresme, hay un lugar imprescindible, situado cerca de la carretera. En Llavaneres, el horno. “Pido las cocas saladas, de recapte”, y las comen sentados en las plazas cercanas, donde haya sombra, porque es el momento de calma para emprender el retorno y comer en casa.
Si desde Barcelona pedalean hasta Girona, la parada será la cafetería restaurante La Fábrica, muy conocida entre los ciclistas porque el negocio lo montó un exciclista en el Barri Vell. En este sentido, La Fábrica está especializada en almuerzos del norte de Europa, como los bagels, que es una de las comidas que pide Roc Majoral.
Si en vez de Girona la ruta va hasta el Montseny, en el restaurante Coll Formic, en la carretera de Seva a Palautordera, comen tortillas o tostadas. “Al final, salir con la bici con los amigos y pararnos a comer para coger energía y volver hacia Barcelona se convierte en un hábito, y también en un momento de encontrarnos y hablar, porque, si no, por el trabajo que tenemos cada cual de nosotros no nos veríamos”.
Y a la llegada en Barcelona, si echan de menos "azúcar en el cuerpo”, hacen pasar las bicicletas por unos lugares que en verano son motivo de peregrinaje para muchos, hayan pedaleando o no: las horchaterías. “Nosotros nos dirigimos con las bicis a Sirvent de la calle del Paral·lel o al de Balmes, y al Tio Che, en el Poblenou”, detalla. Allí piden horchatas y granizados. “Y si tenemos la mañana muy golosa, nos vamos a Cookies Demasié, en la calle de Princesa, donde hacen dulces americanos”, donde destacan especialmente los cinnamon rolls.
Almuerzos de ciclistas en el Penedès, Anoia, Alt Camp y la Conca de Barberà
Recomendaciones de Miquel Torres:
- El Mirador de Forès. Pl. del Mirador, 2. Forès.
- Bar del Mig. C. de Pere el Gran, 9. Santas Cruces.
- Restaurante Sant Jordi de Querol. Ctra. de Valls, 11. Querol.
- El Papá. Ctra. de Santas Cruces, 4. Pontons.
- Cal Ramonet. Ctra. Igualada en Valls, km 51. Santa Maria de Miralles.
- Cal Joan (cerrado previsiblemente hasta el otoño). Pl. Major, 4. La Laguna.
Almuerzos de ciclistas en Barcelona, el Montseny, el Maresme y Girona
Recomendaciones de Roc Majoral:
- Forn Sarret. C. Girona, 73. Barcelona.
- Pastisseria Llavaneres. Paseo de Joaquim Matas, 23. Sant Andreu de Llavaneres.
- La Fábrica, cycle café. C. de la Llebre, 3. Girona.
- Restaurant Coll Formic. Ctra. Seva-Palautordera. El Brull.
- Bodega Cal Pep. C. Verdi, 141. Barcelona.
- On y Va Coffee. C. de la Ciutat de Balaguer, 45. Barcelona.
- Sirvent. C. Parlament, 56, y Balmes, 130. Barcelona.
- Tio Che. Rambla del Poblenou, 44-46. Barcelona.
- Cookies Demasié. C. de la Princesa, 28. Barcelona.
- Prades (Baix Camp)En la Plaça Major, el Bar Safari. Siempre concurrido por ciclistas que han hecho el puerto de Prades y que dejan sus preciadas bicicletas contra las paredes de la iglesia o entre los separadores de la terraza del bar. La terraza exterior, en la plaza principal, con vistas a la iglesia de piedra roja, es una estampa que enmarca almuerzos de tenedor y bocadillos variados. Atención a las tortillas al plato, muy recomendables.
- Barruera (Alta Ribagorça)Restaurante L'Era. Con una buena terraza exterior, que incluso tiene mecedoras de madera, es un lugar de sombra, mientras no llegue el mediodía, donde echar un buen bocado. ¡Atención a las hamburguesas de ternera ecológica del Valle de Boí! Si se hace el mediodía, y se quiere comer, el restaurante El Ventador, en la carretera de Barruera, con menú de degustación de ocho platos a 50 euros, es la mejor recomendación.
- Boí (Alta Ribagorça)Restaurando El Treio. El restaurante toma el nombre de la misma plaza, donde está la iglesia románica de Sant Joan, y desde donde salen los taxis- furgonetas blancas que traen los excursionistas al Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici. El almuerzo de tenedor es de los buenos, y entre todos los platos uno que destaca son los callos, armonizadas con una copa de vino tinto.