El análisis de Antoni Bassas: "Jaume Giró, una renuncia sintomática"
Un alto ejecutivo de la privada sufre en la política, porque se funciona a otras velocidades y con otras obediencias, pero la salida de Giró es sintomática de la situación delicada de un partido que tiene al líder en el exilio, y que no acaba de definir una política de pactos
Noticia de madrugada en la vida política catalana: Jaume Giró ha renunciado a su escaño de diputado ya su puesto en la ejecutiva nacional de Junts. Éste es el comunicado redactado esta noche, después de que se haya producido una filtración.
La renuncia de Giró es sintomática de un estado de las cosas. Recuerden: Giró había llegado a ser director general de la Fundación La Caixa, después de haber pasado por Gas Natural, Repsol, Petrocat y Petronor, entre otras empresas.
Por eso, cuando entró como consejero de Economía en el gobierno de coalición Esquerra-Junts presidido por Aragonès, Junts presumió de poder pescar en aguas del Ibex y del mundo de los negocios. Era mayo del 2021. Pero un año después, en octubre del 2022, Giró dejó de ser consejero porque Junts rompió el gobierno de coalición. Allí se resquebrajaron las relaciones entre Giró y el partido. Giró estaba en contra de marcharse, por lo que Junts no renunciara a ninguna cuota de poder ni de influencia. Incluso, cuando en junio del 2022, Puigdemont le había ofrecido ser candidato a la alcaldía de Barcelona, le pidió una semana para pensárselo, al final de la cual concluyó que no le parecía bien dejar la conselleria de Hacienda para ser candidato. Hoy, al plegar, ha afirmado: "Las orientaciones actuales del partido no coinciden con mi forma de entender la política que creo que hoy necesita el país". Y también: "La política es, con demasiada frecuencia, excesivamente táctica. Se priorizan los intereses de partido por encima de los del país, lo que dificulta la colaboración entre las fuerzas principales y, de rebote, el bienestar y el progreso del país".
Ciertamente, un alto ejecutivo de la privada sufre en la política, porque se funciona a otras velocidades y con otras obediencias. De hecho, a Giró ya le pasó en su fugaz paso por la candidatura de Joan Laporta a la presidencia del Barça, de quien no aceptó la forma personalísima de gestionar la cuestión de los avales, pero la salida de Giró es sintomática, decíamos, de la situación delicada de un partido que tiene más alcaldes que ningún otro o que condiciona la política española pero que tiene al líder en el exilio, ve fuga de votos hacia Alianza y no acaba de definir una política de pactos, que es lo que Giró querría, sobre todo pensando que cuando haya elecciones Junts debería poder pactar con alguien en el Parlament. Hablando de Junts, hoy explicamos que en la reunión de ayer en Bélgica de la dirección de Junts, Puigdemont explicó que le había dicho a Isla que la situación de Sánchez era crítica y que este otoño tendrán que decidir si le quitan el apoyo, que ya es una especie de canción del enfadoso.
Y terminamos con las imágenes de una protesta: la que se produjo ayer en Bilbao contra la presencia del equipo Israel-Tech en la Vuelta, y que obligó a suspender el fin de etapa. Las protestas continuarán, y en una prueba ciclista en ruta son difíciles de detener, porque no estamos hablando de controlar el acceso a un pabellón sino de sellar un recorrido de cientos de kilómetros. Pero la Vuelta dice que no puede expulsar al equipo Israel-Tech porque sería castigada por el organismo internacional del que depende. Por tanto, si el equipo israelí no decide plegar los problemas continuarán. Toni Padilla lo explica muy bien en esta página: el equipo está lleno de corredores de diversas nacionalidades, no es una selección nacional, por así decirlo, sino un equipo comercial dirigido por un empresario que vive en Tel-Aviv, financiador del partido de Netanyahu.
El debate no es nuevo: ¿deben los deportistas pagar una protesta política? Recuerden que discutimos sobre si debían suspenderse las actuaciones de concertistas rusos cuando Rusia invadió Ucrania, por ejemplo.
El problema es que, si bien contra Rusia los gobiernos jugaron fuerte con sanciones y exclusiones, contra Israel no ocurre lo mismo. Y no se puede esperar que, después de ver una masacre a diario en los medios y en las redes, la gente no proteste donde pueda, y una prueba ciclista es ideal a estos efectos. Todas las protestas tienen un aprovechamiento político local, pero la indignación humana por la masacre del gobierno de Israel en Gaza es genuina. Y en Bilbao ha estallado, como empezó a estallar en Catalunya cuando el equipo israelí pasó por nuestras carreteras.
Buenos días