¿Puede una buena alimentación alargarnos la vida?
No existen dietas mágicas, pero una nutrición equilibrada tiene muchos efectos positivos sobre la salud (y la longevidad)
No podemos hacer nada por cambiar los genes con los que hemos nacido. Los progenitores pasan por una combinación única de material genético que determinará buena parte de nuestra calidad de vida. Pero los genes no son todo: el entorno también tiene un impacto en la mayoría de enfermedades y en el correcto funcionamiento general del cuerpo. Qué porcentaje corresponde a cada cosa (lo que se hereda y lo que se adquiere) depende de las circunstancias y todavía no se sabe del todo.
Sí sabemos que el estilo de vida es uno de los factores que más influye en la salud. Los médicos llevamos décadas insistiendo en que comer de forma equilibrada, hacer ejercicio regularmente y evitar los tóxicos como el tabaco y el alcohol son la mejor receta para vivir más y en mejores condiciones. Al principio se vio que esto protegía contra las enfermedades cardiovasculares, la principal causa de mortalidad en los países desarrollados. Más adelante se descubrió que también reducía el riesgo de sufrir cáncer, la otra gran plaga moderna y, últimamente, se ha comprobado que incluso tiene un impacto en los mecanismos del envejecimiento. Hay motivos con creces, pues, para hacer caso de estos consejos bien sabidos.
Demasiada desinformación
De todos los factores que podemos controlar, la alimentación es probablemente la más destacada a la hora de mantener el cuerpo humano en condiciones óptimas. Por desgracia, el campo de la nutrición está lleno de datos confusos, desinformación, engaños, exageraciones y falsas promesas que hacen que cueste saber exactamente qué recomendaciones deben seguirse. La propaganda de muchos productos, incluso lo que promueven algunos expertos, a menudo se basa en datos que, aunque pueden tener una base científica, todavía no han sido validados en humanos.
Es verdad que la alimentación podría ayudar a controlar la inflamación, una respuesta que, de forma aguda, es útil para reparar daños en los tejidos, pero que, en su forma sostenida y menos intensa, forma parte de muchas enfermedades, por ejemplo el cáncer, y de los propios procesos de envejecimiento. Pero las directrices a seguir no son tan obvias. Evitar la obesidad puede ayudar, porque la grasa promueve la inflamación, como también lo hacen por sí mismos las comidas fritas y procesadas. Por otra parte, fruta, verdura, aceite de oliva y frutos secos tienen el efecto contrario y esto puede ser parte del impacto positivo que sabemos que tiene la alimentación mediterránea sobre la salud. Menos claro es el impacto de los probióticos, que se supone que deben desinflamar restableciendo el equilibrio de los microbios que conviven con nosotros y que todavía no sabemos todos los efectos que tienen sobre la salud.
Otra afirmación que nos encontramos a menudo es que la alimentación puede reforzar el sistema inmune. Si alguien tiene un déficit de vitaminas, unos suplementos podrían ser beneficiosos en ese sentido, pero es una situación poco habitual en nuestro país. Más allá de esto, todavía se está investigando si algunos nutrientes podrían tener esos efectos protectores. Un tipo de fibra llamado quitina ha dado resultados esperanzadores en ratones y se cree que podría ayudar a regular el metabolismo y la inmunidad en humanos.
El ayuno también podría reducir la inflamación y aumentar la inmunidad en ciertas condiciones, pero aplicarlo en humanos es complicado por los posibles impactos negativos si el patrón (duración, intensidad...) no es el adecuado, que irían desde la desnutrición al efecto contrario de lo deseado : una bajada de defensas. Es necesario entender mejor qué mecanismos biológicos activa antes de poder recetarlo. En animales, hace tiempo que se ha visto que puede alargarles sustancialmente su vida. Pero un estudio publicado en Nature recientemente, dirigido por el doctor Gary A. Churchill, realizado con mil ratones que recibieron alimentaciones diferentes, concluía que los efectos de la comida en la longevidad dependen más de factores genéticos y del estado de salud previo de los roedores que del alimentación en sí misma. Quizás estamos sobreestimando el impacto de la alimentación a la hora de alargar la salud y la vida.
Nos quedan todavía muchas cosas por descubrir sobre cómo la alimentación influye en la salud, en buena parte porque los estudios en humanos son muy difíciles de hacer, lo que significa que debemos mantener una cierta precaución a la hora de adoptar hábitos que algunos promueven como beneficiosos, sobre todo cuando implica que ese alguien saca un rédito económico y puede haber tirado por el derecho a la hora de hacer recomendaciones. También debemos evitar caer en la trampa de creer que sólo con la alimentación se pueden curar o controlar enfermedades complejas como el cáncer, aunque sea cierto que una alimentación adecuada podría ayudar su tratamiento en algunos casos.
De momento, lo que sabemos seguro es que la alimentación mediterránea es la más saludable, que deben evitarse alimentos procesados, que los excesos no son buenos y que debemos mantener un peso equilibrado. Aparte de esto, es pronto para saber si estrategias como ciertas formas de ayuno o los probióticos pueden reducir de manera importante el riesgo de enfermedad y mantener una buena salud a lo largo de los años. Habrá que esperar a que se confirmen algunos resultados prometedores en animales, y esto requiere tiempo.