El maltrato durante el embarazo cambia el cerebro del bebé
Un estudio sigue hasta los nueve años a hijos de mujeres maltratadas a lo largo de la gestación y encuentra dificultades para gestionar el estrés y la ansiedad
Según el Dosier Estadístico de Violencias Machistas publicado por el Observatorio de la Igualdad de Género de Catalunya en noviembre del año pasado, desde hace una década hay más de 12.000 denuncias anuales por violencia en el ámbito familiar y de pareja. Sin embargo, según constatan todos los estudios, este dato representa solo la punta del iceberg de una realidad que, por varios motivos, a menudo es silenciada desde el propio ámbito familiar donde se produce. Según el Protocolo para el Abordaje de la Violencia Machista en la Ámbito de la Salud en Catalunya, publicado por el departamento de Salud, este grave problema social afecta a alrededor del 9% de las mujeres en Catalunya. En numerosas ocasiones, además, los maltratos y el acoso se producen también en mujeres gestantes, e, incluso, en un número significativo de casos, el embarazo es el momento en el que se inician.
Más allá del abordaje social imprescindible que se hace sobre las consecuencias personales y para la salud general que los maltratos, tanto físicos como psicológicos, provocan en las personas afectadas, también se han llevado a cabo numerosos estudios neurocientíficos sobre los efectos que tienen en la construcción del cerebro de las mujeres que son víctimas. El cerebro es un órgano plástico y maleable, que se va construyendo y reconstruyendo constantemente mediante la creación de conexiones neuronales nuevas en interacción con múltiples factores ambientales, motivo por el que estas situaciones traumáticas dejan una impronta clara.
Seguimiento hasta los nueve años
La psicóloga Lucy Hiscox y sus colaboradores, de varias universidades y centros de investigación ingleses, norteamericanos y sudafricanos, han dado un paso más: han analizado de qué manera los maltratos que reciben algunas mujeres gestantes afectan a la construcción del cerebro del bebé, y han hecho un seguimiento de qué consecuencias implican hasta que los niños cumplen nueve años. Según han publicado en la revista Developmental Cognitive Neuroscience, hay varias estructuras del cerebro que se ven muy afectadas por la violencia que sufrieron las madres cuando los gestaban, y que influyen en su función mental durante, como mínimo, toda la niñez.
En este trabajo, que se inició hace una década, los investigadores han hecho un seguimiento del desarrollo cerebral de 143 niños sudafricanos cuyas madres sufrieron situaciones de violencia durante la gestación. Este seguimiento ha incluido una batería de tests psicológicos periódicos y también, por primera vez, el rastreo sistemático de los cambios físicos en la estructura neuronal mediante resonancias magnéticas —una técnica no invasiva que permite obtener imágenes de la estructura interna de los órganos del cuerpo, incluyendo el cerebro–. En este caso, las imágenes obtenidas se compararon con las de niños control, cuyas madres habían tenido un embarazo sin ningún tipo de violencia ni situación traumática.
Los resultados indican que la violencia sufrida por las madres produce cambios importantes en algunas estructuras del cerebro de los niños. Estos cambios ya se detectan pocos días después del nacimiento, que es cuando se hace la primera observación, y tienden a mantenerse durante la niñez. Curiosamente, son diferentes en las niñas y en los niños, a pesar de que los efectos en la función mental son muy similares. En las niñas se detecta una disminución del tamaño de la amígdala cerebral, una región implicada en la generación de las emociones y en el establecimiento de memorias emocionales. En los niños, se observa un aumento del tamaño de otra zona del cerebro denominada núcleo caudado, que está implicado en la generación de sensaciones de recompensa y en la anticipación de recompensas futuras, así como en otros aspectos de la conducta tan importantes como el aprendizaje, la memoria y la motivación.
Dificultades emocionales
En conjunto, de manera directa o indirecta, tanto la amígdala como el núcleo caudado intervienen en la generación y la gestión de los estados emocionales. En el caso de los niños estudiados, la alteración más importante que sufren es una mayor dificultad de gestión de los estados emocionales, el estrés y la ansiedad, y más impulsividad, como mínimo hasta que llegan al final de la niñez. Los autores, aun así, enfatizan que muy probablemente estos efectos se mantienen o incluso se incrementen en la adolescencia, según como sea el ambiente en el que se desarrollen, pero que hacen falta más estudios para analizarlo de manera sistemática.
En cualquier caso, el origen de estos cambios en la estructura cerebral hay que buscarlos en el equilibrio hormonal de las madres gestantes, que queda alterado cuando se ven sometidas a situaciones de violencia física o psicológica. En estos casos se incrementa mucho el nivel de cortisol, una hormona relacionada con el estrés que afecta a la conectividad neuronal, no solo de la madre, sino también, cómo ha demostrado este estudio, de los niños que se están gestando.