"Creo que tengo demencia precoz”: así es como la menopausia cambia el cerebro de la mujer
El descenso de estrógenos le hace más vulnerable al envejecimiento ya enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer
No estoy bien, doctora. Creo que tengo una depresión o, lo que es peor, una demencia precoz –le espeté atemorizada a mi médico de familia–. Siento una tristeza profunda, ganas de llorar, estoy de muy mal humor e irritable, y llamo a mis hijas por nada. En el trabajo no soy capaz de concentrarme. Incluso, empiezo a tener lapsus importantes de memoria", le confesé hecha un mar de lágrimas.
Después de hacerme un reconocimiento en profundidad y de encargarme una analítica de sangre y otras pruebas, cuando nos volvimos a ver para comentar los resultados respiré un poco de alivio. que estaba adentrándome a toda vela hacia la menopausia, la transición de etapa fértil a etapa no fértil que hacemos todas las mujeres, generalmente entre los 45 y los 55 años.
Y aunque afecta al 100% de las personas con útero, no todas la vivimos igual. Algunas –afortunadas– ni se dan cuenta, mientras que otras muchas lo experimentamos con intensidad y cierta alarma. De hecho, más del 80% de las mujeres, durante el climaterio –un proceso que puede durar entre cinco y 15 años, y que sería el antes, durante y después de la menopausia– pueden sufrir al menos un síntoma neurológico, y pueden llegar a ser graves, tanto como para atizar el miedo a tener alguna forma de Alzheimer, explica por correo electrónico Lisa Mosconi.
Esta neurocientífica empezó a escudriñar la relación entre menopausia y cerebro en el 2010 –una pionera, sin duda– y dirige la iniciativa del Cerebro de la Mujer y el programa de Prevención del Alzheimer del Centro Médico Weill Cornell, de la Escuela de Medicina de la Universidad Cornell, en Nueva York. La buena noticia, remarca Mosconi, es que todos estos síntomas cognitivos son, en general, transitorios, porque el cerebro logra readaptarse.
"Queremos respuestas"
Para sorpresa de nadie, porque la salud femenina ha sido menospreciada, infraestudiada e infrafinanciada sistemáticamente en la historia de la ciencia y la medicina, hasta hace menos de una década todo ese enjambre de manifestaciones que sufrían las mujeres de mediana edad eran simplemente ignorados o presos como la consecuencia inevitable del servicio de envejecimiento, señala Elisa Llurba, de San Pablo.
Sin embargo, recientemente las señales neurológicas de la menopausia están atrayendo el interés científico. Por un lado, y en buena medida, porque "las mujeres del baby boom de los años 70 han llegado a esta etapa, están bien informadas, quieren respuestas y no se contentan con «eso es lo que toca ahora, no hay nada que hacer»", señala Llurba, que es también secretaria de la Sociedad Catalana de Salud con Perspectiva de Género y Sexo de la Academia de Ciencias Médicas de Catalunya, Al menos más de estas mujeres. menopausia que en edad reproductiva. "Es mucha vida y tenemos que pasarla lo mejor que podamos", remacha esta ginecóloga.
Y, por otra parte, porque, aunque la mayoría de mujeres superan esta etapa de cambios sin consecuencias para la salud cerebral a largo plazo, un 20% acabarán desarrollando una demencia en las siguientes décadas. De hecho, tres de cada cuatro personas con Alzheimer son mujeres. Durante mucho tiempo se había propuesto como explicación de esta estadística nuestra mayor longevidad y tal vez factores genéticos. Pero desde que sobre todo neurocientíficas de todo el mundo han empezado a investigar sobre esta cuestión y han realizado estudios, cada vez hay más consenso científico de que la menopausia es también un factor de riesgo importante para acabar desarrollando una enfermedad neurodegenerativa en etapas posteriores de la vida.
"No es que la menopausia cause Alzheimer", matiza Mosconi taxativa, pero sí "aumenta la vulnerabilidad en algunas mujeres, como aquellas en riesgo debido a la genética, a la salud metabólica oa otros factores. Por eso, este periodo vital es una ventana crítica de prevención".
Un cerebro hormonodependiente
La menopausia sucede cuando una mujer deja de menstruar y los ovarios detienen la producción de las dos hormonas que regulan la reproducción femenina, los estrógenos y la progesterona. Aunque solemos relacionar esta fase sólo con la función ovárica, también impacta en el cerebro, como han demostrado los estudios recientes con tecnologías de imagen cerebral, algunos realizados por Mosconi y su equipo. Estos estudios revelan, en comparación con la imagen de los cerebros de mujeres premenopáusicas o de hombres de la misma edad, un cerebro con menos energía, menor conectividad, y con cambios de estructura y función.
De hecho, la mayoría de los síntomas asociados, también los más conocidos popularmente, tienen un origen cerebral. "El cerebro y los ovarios están conectados profundamente a través del sistema neuroendocrino, que regula los ciclos hormonales. Cuando los ovarios comienzan a quedarse sin folículos y decae la producción de estrógenos, es el cerebro el que primero lo nota y responde al cambio", declara Mosconi, autora del libro Menopausia y cerebro (Ed. Kairós).
Anira Escrichs, neurocientífica del Centro de Cerebro y Cognición (CBC) de la Universidad Pompeu Fabra, añade que "los receptores de estrógenos y progesterona están repartidos por todo el cerebro, con especial densidad en regiones clave, como el hipotálamo, el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal".
Cuando los niveles de estas dos hormonas disminuyen, algunos circuitos se ven alterados, desde la termoregulación que controla el hipotálamo hasta el metabolismo energético neuronal o la transmisión de neurotransmisores.
"Los sofocos, los sudores nocturnos, el insomnio o los lapsos de memoria son la manifestación funcional de un cerebro que se está reajustando al nuevo estado hormonal", dice Escrichs, que dirige precisamente una investigación junto con la Universidad de Salzburgo para comprender la compleja interacción entre las fluctuaciones hormonales y la dinámica cerebral de las mujeres cerebrales más vulnerables.
El problema es que a menudo ni las propias mujeres relacionan lo que les ocurre con esta transición de fase, y tampoco muchos profesionales de la salud. Sin embargo, tal y como apunta Llurba, las migrañas, la angustia, la niebla mental, el sentimiento de tristeza, están condicionados o agravados por la falta de estrógenos en el cerebro.
Estos síntomas llevan a algunas mujeres a reducir la jornada laboral e, incluso, en casos más extremos, a dejar el trabajo. "No pueden con el esfuerzo, no se sienten válidas profesionalmente. El estrés que sienten de rebote al no llegar a todo empeora aún más los síntomas; se sienten aún más cansadas y acaban abandonando muchas cosas, como hacer deporte, salir con amistades y relacionarse, leer, lo que las convierte en carne de cañón de enfermedades.
Está claro que "la menopausia representa un período de vulnerabilidad, pero el cerebro se adapta, y las estrategias de prevención pueden marcar una diferencia en el bienestar cognitivo", considera Escrichs. Los síntomas cognitivos más agudos tienden a disminuir con el tiempo a medida que el cerebro desarrolla mecanismos compensatorios para adaptarse a los nuevos niveles hormonales. Por tanto, "la disfunción cognitiva es transitoria gracias a la plasticidad cerebral el envejecimiento".
Más vulnerables en el Alzheimer
Los estrógenos, por ejemplo, a nivel celular empujan a las neuronas a crear glucosa para generar energía; cuando decaen los niveles de esta hormona, las neuronas comienzan a envejecer más rápidamente. Por eso en la menopausia está demostrado que se produce un declive cognitivo medible en la capacidad de aprender, de quedarse con nueva información, y en una de cada diez mujeres, este declive es importante.
El estrógeno, además, modula la plasticidad sináptica y favorece la eliminación de proteínas tóxicas, como beta-amiloide y tablo, clave en el Alzheimer. Por este motivo, la fluctuación y finalmente la disminución de los niveles de esta hormona puede desencadenar procesos vinculados con la neurodegeneración. Es precisamente el que estudia la investigadora de la Universidad de Vic y colaboradora del Beta Brain Research Center de la Fundación Pasqual Maragall Anna Brugulat.
"La menopausia coincide con la fase preclínica de la demencia. El cerebro ya sufre cambios pero aún no da síntomas. El bajón de estrógenos podría aumentar la sensibilidad del cerebro de las mujeres a la demencia –explica–. Puede ser un catalizador que haga que la enfermedad empiece antes o que sea. De hecho, las regiones cerebrales afectadas por la menopausia coinciden con algunas de las zonas que afecta a la enfermedad de Alzheimer, aunque todavía no se acaba de entender la relación entre ambas.
Uno de los síntomas de la menopausia más vinculados al riesgo aumentado de Alzheimer es el insomnio. Dormir es la navaja suiza de la salud, porque permite al cerebro limpiarse de toxinas y es un factor clave de prevención de enfermedad cerebral. "En este período de la vida no descansas bien porque tienes sofocos o sudores nocturnos, o te despiertas, y eso estamos viendo que es un factor de riesgo en esta edad vulnerable en la que el cerebro de la mujer ya no tiene los estrógenos protectores ante la enfermedad y está más expuesto a recibir estos impactos", apunta Brugulat.
THS, a debate
Aunque todavía se necesitan más estudios y las evidencias hasta ahora no son concluyentes, se está investigando si administrar una terapia hormonal sustitutiva (THS) que combine estrógenos y progesterona podría ser protectora. Por el momento, Mosconi, que ha lanzado recientemente un ambicioso e innovador proyecto, llamado CARE, que busca reducir el riesgo de Alzheimer a través de la endocrinología, realizó en 2023 una revisión sistemática con datos de 51 estudios y encontró que las mujeres que empezaron la THS en los primeros 10 años de síntomas de la menopausia tienen menor riesgo de desarrollar Alzheimer más adelante en comparación con las mujeres que no han seguido una THS.
Ahora bien, remarca Mosconi, el momento de dar la terapia es fundamental. "Existe una ventana de oportunidad. La THS puede tener efectos protectores contra el declive cognitivo cuando empiezas cerca del inicio de la menopausia, pero es menos efectiva y puede resultar incluso perjudicial cuando se empieza más tarde". El efecto de la terapia depende también mucho del tipo de hormonas suministradas, de cómo se administran y de la biología, al final, de cada mujer.
Por eso, insiste Brugulat, "es clave identificar a las mujeres más vulnerables a la enfermedad que se pueden beneficiar de los tratamientos y avanzar hacia una medicina más personalizada para evitar este deterioro cognitivo".
En nuestras manos
La THS no puede tomarla todas las mujeres. Pero lo que sí pueden hacer todas es adoptar estrategias de prevención que pueden representar una diferencia en el bienestar cognitivo. "El cerebro tiene la capacidad de ajustarse y recalibrarse, aunque la rapidez y efectividad varían de mujer a mujer", señala Mosconi, quien recuerda que tenemos en nuestras manos herramientas muy poderosas para preservar la salud cerebral. Para empezar: el ejercicio. El sedentarismo es un factor de riesgo de la demencia y las mujeres tienen el doble de probabilidades de no realizar ninguna actividad física a lo largo de la vida que los hombres. "No hace falta hacer maratones, pero sí ir a pie y no en metro, subir y bajar escaleras", apunta Brugulat.
En segundo lugar, la dieta. El mediterráneo, que prioriza fruta, verduras, grandes integrales, proteínas magras y grasas saludables, se ha demostrado resulta protectora, incluso para las mujeres con riesgo genético de sufrir Alzheimer. En tercer lugar, dormir, esencial para la consolidación de memorias y equilibrio hormonal. En cuarto lugar, bajar al máximo el estrés crónico, que acelera el envejecimiento cerebral: prácticas como el yoga, el mindfulness o pasar tiempo en la naturaleza pueden ser útiles. Y por último, socializar, que resulta muy beneficioso para el cerebro, sobre todo en mujeres.
"Lo más empoderador es ser proactiva. La salud cerebral no solo tiene que ver con los genes o el destino, sino con cómo vivimos", recuerda Mosconi, quien añade que la menopausia no es una enfermedad, sino una transición. Con el soporte adecuado, puede ser un punto de inflexión hacia tener mayor fuerza, claridad y salud cerebral a largo plazo.