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Las vacunas de la covid, un triunfo de la ciencia y la salud pública
En menos de un año se probó que eran seguras y eficaces, y empezaron a distribuirse globalmente y salvaron millones de vidas


Desarrolladas en un tiempo récord, las vacunas para el SARS-CoV-2 cambiaron el curso de la pandemia de la cóvid, que asolaba el mundo hace cinco años. Sólo durante el primer año que se administraron evitaron 14,4 millones de muertes en 185 países y regiones, según un estudio del Imperial College de Londres publicado en The Lancet. A este dato se sumaba otro trabajo posterior de la OMS que estimaba que estos fármacos profilácticos habían prevenido la mitad de las hospitalizaciones por cóvido en Europa, así como el 50% de los casos graves de la enfermedad y defunciones.
Estas vacunas llegaron a la sociedad mucho más rápido incluso de lo que los propios científicos esperaban. Sólo un año después de haberse identificado el virus SARS-CoV-2 como causante de la enfermedad, ya se distribuían dosis por todo el planeta.
Esto fue posible gracias a toda la investigación en ciencia básica que durante años se había hecho sobre el coronavirus, una familia de patógenos capaces de provocar desde afecciones poco importantes, como el resfriado común, hasta enfermedades graves que ponen en riesgo la vida, como la cóvid-19 o la MERS. Los años de investigación básica previa, en centros como el catalán Centro de Investigación en Sanidad Animal del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA-CReSA), habían permitido saber cuál era la proteína crucial a utilizar en una vacuna.
A esto se añadía que la tecnología del ARN mensajero estaba madura, que es la que propició que los profilácticos basados en esta tecnología y que ofrecían una protección altísima, del 94%, frente a la enfermedad grave empezaran a administrarse a la población en diciembre de 2020. ~BK_ lin Karikó y el inmunólogo norteamericano Drew Weissman, reconocidos en el 2023 con el premio Nobel de medicina, habían trabajado para desarrollar un ARN mensajero –una pequeña molécula que se encarga de que la información que hay en el ADN se traduzca en proteínas que hacen las funciones necesarias de las células de dentro de la en las células de forma más eficiente.
Esta tecnología permitió desarrollar las vacunas de Pfizer/BioNTech, de origen europeo, y la de Moderna, desarrollada en EE.UU. Hasta ese momento, valora Julià Blanco, al frente del grupo de virología e inmunología celular de IrsiCaixa y que lideraba el proyecto de búsqueda de una vacuna contra el SARS-CoV-2, no había terminado de hacerse un hueco en la clínica porque resultaban más caras. "Con la covid se dieron las condiciones perfectas: se necesitaba una vacuna muy rápida de producir y las de ARNm permiten hacerlo a gran escala, además de ser muy eficaces", apunta este inmunólogo.
Sin embargo, estos fármacos preventivos presentaban un inconveniente importante y es que era necesario conservarlas a -80 °C, lo que dificultó su distribución. "Necesitaban estar ultracongeladas, lo que hacía muy complicado poder hacerlas llegar a países emergentes", destaca Blanco, que recuerda cómo los congeladores del banco de la sangre del Hospital Germans Trias i Pujol, en Badalona, donde está ubicado IrsiCaixa, estaban llenos de dosis de vacunas. "La logística que montó desde cero y muy rápidamente el departamento de Salut para poder hacer llegar las vacunas en el último rincón de Catalunya fue impecable", reconoce.
También sombras
Aunque al inicio de la vacunación los resultados de las vacunas de ARNm fueron "excesivamente buenos", porque protegían no sólo contra la enfermedad grave sino también contra la infección, lo que "nos hizo soñar que habíamos conseguido la vacuna perfecta", meses después se vio que la protección que ofrecían, como ocurre con la mayoría de éstos.
Además de las de ARNm también se desarrollaron otras como la de AstraZeneca, Janssen, Sanofi o la catalana Hipra, aunque, aunque todas protegen de la enfermedad grave, ninguna llegaba a la eficacia de las de ARNm.
Asimismo, las vacunas, pese a ser un triunfo de la ciencia y la salud pública, y como ocurre con todos los fármacos, también se ha visto que provocan efectos secundarios, poco frecuentes pero algunos graves y también a largo plazo, como fatiga, niebla mental, acúfenos y sensación de mareo. Es lo que se conoce como síndrome postvacunación, sobre la que en la actualidad se han puesto varios estudios en marcha. También se han identificado alteraciones en el ciclo menstrual de mujeres.
Hacia la medicina personalizada
La pandemia revolucionó la investigación en vacunas y aceleró la inversión en diferentes tecnologías y mecanismos de acción que abrieron también el paso a terapias en otras enfermedades. Por ejemplo, las vacunas de ARNm ya se utilizaban en cáncer, pero el impulso propiciado en investigación por la covid ha permitido poder utilizarlas más deprisa en cáncer. "Ofrecen mucha flexibilidad para poder adaptarse a cada persona", considera Blanco, quien explica que "se ponen neoantígenos, que son las proteínas mutadas de las células tumorales que son diana para el sistema inmunitario". Así, una vez identificada la mutación, "permiten generar muy rápidamente una vacuna de ARNm personalizada", añade.
También se están utilizando en otras infecciones, como en el VIH o Zika, en enfermedades autoinmunitarias e incluso en alteraciones genéticas.
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