Coincidiendo con el libro ha salido a la venta el Judas Macabeo de 2023, un vino de mínima intervención elaborado en la antigua. La Universidad Rovira i Virgili (URV) de Tarragona ya había hecho vino como antes, con la técnica ibera, pero el Judes Macabeu se puede comprar. Nace a partir de unos viñedos emparrados con tutores de madera, espejándose en el sistema arbustum , al que ya se refería Plinio el Viejo. Los viñedos están junto al yacimiento de la villa romana de La Verna, donde ya ha aparecido un lacus , un gran depósito donde se realizaba la fermentación del vino. Es propiedad de Heredad Laverna (con orígenes que se remontan falo 1342), que ha elaborado el Judas Macabeo con ArqueoVitis y el vivero de celleristas La Xarmada. La uva se vendimió a mano, se pisó con los pies y reposó con el raspón y las pieles en cuatro dolías que elaboró el ceramista Carles Llarch, relatan Dani López y Josep Anton Escofet, decimosexta generación de Heredad Laverna . Se obtiene un vino brisa, de color anaranjado y bajo grado alcohólico (10,5%). "El vino en la antigüedad era eso: era tinto o un blanco hecho como un tinto con las pieles", rememora López.
Cae un mito: el vino no lo introdujeron los griegos por Empúries
Los últimos hallazgos arqueológicos revelan que le llevaron los fenicios por el sur
BarcelonaSobre los orígenes del vino en la península Ibérica, se ha tendido a decir que los griegos le introdujeron en barco por Empúries. Quizás incluso en los hemos imaginado vestidos con túnicas blancas descargando ánforas frente a lo que ahora es el reconocido yacimiento grecorromano ampurdanés. Si bien es un hecho contrastado que la vitivinicultura en lo que hoy es Cataluña nació a partir de los sucesivos contactos coloniales con culturas del Mediterráneo oriental, ya se puede descartar que los griegos fueran los primeros en llevar el vino. Con los hallazgos arqueológicos de los últimos años no cabe duda de que los introductores fueron los fenicios por el sur de la Península.
Revelaciones como ésta no son ningún secreto, pero se encuentran dispersas en textos académicos y se ha hecho escasa divulgación, lo que ha motivado la publicación del libro Origen de la viña y el vino en Cataluña (Tolosa Wine Books, 2024). Lo han escrito el arqueólogo Dani López, de la cooperativa ArqueoVitis y director del Centro de Interpretación DO Vinífera –vinculado al yacimiento ibérico de Font de la Caña de Avinyonet del Penedès–, y el sociólogo Lluís Tolosa, experto en enoturismo. En el libro proponen crear una ruta de las bodegas más antiguas de Cataluña para dar a conocer este ingente patrimonio y son tajantes respecto a los inicios del vino: "Cualquier hipótesis de una llegada anterior a la del comercio fenicio no dispone de base científica".
En cuanto a bebidas alcohólicas, las comunidades locales ibéricas bebían cerveza e hidromiel, mientras que el vino lo descubrieron de la mano de los fenicios. En Cataluña lo revelan yacimientos como el de Sant Jaume - Mas d'en Serra d'Alcanar (Montsià), punto de encuentro entre indígenas y fenicios. El vino llegó hacia el 700 a. C., al menos 150 años antes que en Empúries, calcula López. En medio hubo "un proceso complejo y dilatado" en el tiempo: "Desde que llegan los primeros vinos, poco a poco se van cogiendo complicidades con la población autóctona que ya vivía aquí para empezar a producirlas". Lo acredita el yacimiento de Font de la Canya, donde se han encontrado restos de la brisa de prensar las uvas que podrían ser de entre el 650 y el 575 a.
Sin embargo, los primeros indicios sobre el origen de la viticultura en la Península Ibérica se han localizado bien en el sur, en el yacimiento de La Orden - Seminario de Huelva. Son de entre el 800 y el 700 a. 600 a. Se han encontrado también restos de ánforas fenicias, pero tampoco existe presencia de influencias griegas. Sin embargo, López y la también arqueóloga Mireia Sabater, que es socia de ArqueoVitis, rememoran que cuando estudiaban de pequeños e incluso en la universidad "te contaban que el vino lo llevaron los griegos y los romanos". Hoy en día todavía hay quien hace bandera de Empúries como el origen del vino en Cataluña, como la DO Empordà de vinos en su web.
Recapitulando, Toulouse explica que ante todo hay indicios de consumo de un producto que entonces era exótico. Después, de que las élites íberas empezaron a entrar en el negocio del comercio del vino, redistribuyendo lo que llegaba en barcos fenicios hacia el interior y, finalmente, que se empezó a plantar viñedo ya elaborar vino. "Estas cuatro cosas –consumo, comercio, plantación y elaboración– ya eran una influencia fenicia sobre los íberos. Cuando llegaron los griegos ya existían esos cuatro cimientos", dice. Empúries sí empezó siendo una colonia griega relevante, pero no dejaba de ser "un satélite" de Masalia (Marsella), y cuando empezó el comercio romano perdió importancia, dicen Sabater y Toulouse.
Gusta pensar en un origen griego
Los griegos impulsaron el consumo de vino mediante la cerámica y los rituales, y los romanos con la producción masiva, pero ¿por qué hasta ahora se había puesto tanto el foco en el supuesto origen griego del vino en la Península? Empúries es un yacimiento con una trayectoria de más de 100 años y tiene la singularidad añadida de la convivencia grecorromana en un mismo lugar. Además, en la arqueología catalana "la incidencia de la cultura fenicia-púnica no fue calibrada y valorada hasta fechas relativamente recientes", según se destaca en el libro. Puede haber tenido que ver la ideología filhelénica que prosperó a partir del siglo XIX, detalla López, y que "postulaba la Grecia clásica como cuna de la cultura occidental".
Sin embargo, sólo en Catalunya afirma que hay unos setenta yacimientos documentados con restos fenicios vinculados al vino, desde el Ebro hasta el Empordà. Incluso se encuentran en el subsuelo de Empúries. "Las evidencias más antiguas de consumo de vino en el Empordà son ánforas fenicias", subraya el arqueólogo, y añade que la llegada de esta bebida debía de representar "un cambio brutal a nivel económico y social": doblaría el grado alcohólico de la cerveza que ya bebían los íberos, y como el viñedo hay que mantenerlo todo el año convirtió a la población en sedentaria.
El libro abarca hasta el final de la antigüedad, con los visigodos, cristianos y musulmanes (476-711 d. C.), y repasa una treintena de yacimientos y una veintena de pecios en las costas catalanas. Otra de sus revelaciones, respecto a los romanos, es que la arqueología moderna no sustenta la hipótesis de la decadencia y crisis general de la producción de vino del siglo II d. C. fundamentada en la disminución de restos de ánforas locales. Fue progresiva y vinculada a la reducción de grandes volúmenes de vinos destinados a los mercados marítimos, así como a los cambios de usos en los envases destinados al transporte terrestre: eran más prácticas las botas de madera y odras de piel animal, que son biodegradables. Además, la interrupción vinícola con la llegada de los musulmanes del siglo VIII d. C. se debió a la desaparición de las élites que controlaban el mercado, porque los musulmanes, de hecho, necesitaban viñedos para disponer de pasas ya veces incumplían el precepto coránico de no beber alcohol. "Sin élites, no hay vino", concluye el libro.
En cualquier caso, la investigación sobre las raíces del vino todavía puede aportar sorpresas. En Cataluña falta encontrar las bodegas más antiguas, así como identificar las primeras variedades de uva y métodos de elaboración. López lamenta que no se invierta más en indagarlo. A modo mundial, según recoge el libro, las principales investigaciones arqueológicas indican que las variedades silvestres de uva fueron probablemente domesticadas en Oriente Medio, entre el sexto y el cuarto milenios a. El vino más antiguo del mundo se elaboró en Georgia durante el primer Neolítico, hacia el 6000 o 5800 a. C., según los hallazgos que se han hecho en el yacimiento de Khramis Didi Gora. Ahora bien, otro estudio ha situado la domesticación del viñedo en China hace 11.000 años.