Librería Sant Jordi: la joya cultural y gastronómica que han rescatado a ciudadanos responsables
Rafa Serra reproduce el modelo de éxito de la Quera para salvar un comercio histórico de la calle Ferran que estaba en riesgo de desaparecer
BarcelonaEl comercio histórico de Barcelona se degrada frente a nuestras narices. ¿Podemos hacer algo como ciudadanos? Pues sí, por ejemplo, consumirlo en estos establecimientos. O, si queremos ponerle más épica, hacernos cargo de alguno de ellos. Cómo lo ha hecho Rafa Serra no en una, sino en dos ocasiones. Primero fue la librería Quera de la calle Petritxol. Serra, que tiene la agencia de viajes Tiempo de Ocio y hoteles, encontró la forma de hacer el negocio viable. La librería, especializada en excursionismo, añadió otras dos patas a su estabilidad financiera: actos culturales y gastronomía. Fue un éxito. "Un caso para estudiar en el Iese", dice Serra.
Los responsables del triunfo gastronómico de la pequeña librería son Judit Giménez y Albert Rial. Los conocemos de otros locales altamente recomendables de Ciutat Vella, Bodega la Palma y Bellafila. Con una oferta de calidad y sencilla, han hecho de la Quera un lugar magnífico para tomar un bocado. Embutidos, quesos y bocadillos planchados. Presupuesto ajustado en un entorno impagable. Sólo hace falta reservar.
Ahora esta asociación aparece de nuevo en el rescate de la Librería Sant Jordi. Cuando su propietario, Josep Morales, murió de forma inesperada y había que afrontar un fuerte incremento del alquiler, la ciudadanía respondió al ruego de la familia, que necesitaba vender sus libros. ¿Qué sería de la librería ubicada en la calle Ferran? "El hecho de habernos salido con Quera te crea un cargo de conciencia. Yo pensaba: «Si yo no cojo esto, me acuesto y mañana paso y hay una tienda de carcasas de móvil, me coge una depresión». Me sentí responsable", dice Rafa Serra.
Acaban de reabrir con un equipo joven e ilusionado. Recibieron más de 50 currículums, explica Serra, que ve cómo hay una generación de gente de menos de 30 años que sabe valorarlo. "Cena aquí es un privilegio", dicen, y tienen razón. Un pequeño comedor, con una capacidad para unas 10 personas, y unas mesitas en la librería. Sirven de 12 a 23 hy procuran que la teca sea de cerca. Tienen embutidos de Vic y platos calientes elaborados, que prepara especialmente el restaurante Saó de Fonteta. Y después intentan "comprar barrio", dice Giménez. Quesos de Casa Carot, bollo y dulces del horno Vilamala, productos de Avinova de la Boqueria... Aquí la cocina es algo más elaborada que en el Espai Quera. El ticket ronda los 25 euros por persona. Claro que se puede tomar sólo un café o unas aceitunas y una copa de vino.
"Yo soy de este barrio. He visto la degradación bestial. Vivía en la calle Lledó hasta que un día, rodeada de turistas, decidí marcharme", narra Giménez, que conoció a Rafa Serra porque una persona que también hace mucha red les puso en común porque sabía que se entenderían. Es Eva Vila de Vila Viniteca.
De juzgado de guardia
"Lo de la calle Ferran es de juzgado de guardia. Vas de punta a punta y queda el Enric de las pinturas [Bellas Arts Ferran]. El resto no hay por dónde cogerlo. Jaume Clotet dijo el día de la inauguración que, en una ciudad normal, en una calle que va del poder político, que es la plaza Sant Jaume, que es la plaza Sant Jaume, que es la plaza Sant Jaume, y hoteles. Y, en cambio, tenemos lo peor de lo peor", denuncia Serra. Flanqueando la librería, dos tiendas de souvenirs. En una venden bragas que recuerdan que has estado en "Barcelona, Spain".
Mientras hablamos no deja de entrar gente. Por ejemplo, unas señoras nacidas en el barrio, "en la yema del huevo", me dicen. Ninguna de ellas ya vive. "También comprábamos en la Boqueria, ahora es para los demás", me cuentan. Ven las mesas y se sientan a tomar un bocado. Ya son habituales de Quera. No paran de venir a vecinos emocionados. Le dan las gracias a Rafa, que hace hincapié en la importante programación cultural que ofrecerán. Ya tienen atados a cuatro escritores de primera división para hacer cenas-coloquio. Otro privilegio.
"Esto es una Casa Batlló incrustada en la calle Ferran. ¿Por qué se para la gente, aquí? Porque hay 18 cosas cutres y ves una interesante. Deberíamos rescatar todos los comercios uno por uno", afirma Rafa. "Ahora bien, mucha responsabilidad es de la administración", sentencia Judit Giménez, que también me dice que han procurado que los trabajadores fueran locales, o que siquiera entiendan la lengua y, si puede ser, la hablen.
salvar nuestra cocina, salvar a los barrios y salvar las palabras.