La revolución lenta es imparable: por primera vez dos escuelas de cocina se incorporan a Slow Food Catalunya
La escuela de hostelería de Osona, situada en Tona, y la del Pallars, en Sort, se incorporan al colectivo con restaurantes y un comedor escolar
San Sadurní de AnoiaEl colectivo Slow Food Catalunya, la revolución lenta que difunde la comida buena, limpia y sana y que apuesta por la comida ecológica y de proximidad, ha sumado los restaurantes de dos escuelas de hostelería a la sesentena larga de miembros que lucían hasta ahora el distintivo de Slow Food. Aparte de las escuelas de hostelería, también han entrado por primera vez un comedor escolar y otros ocho restaurantes, que sitúan el listado de integrantes en 80 establecimientos: 53 restaurantes, 25 comedores escolares y las dos nuevas escuelas de hostelería.
Los restaurantes de las escuelas de hostelería son de Tona y de Sort, y lucirán a partir de hoy las placas en sus sedes. Las han recogido en un acto en Sant Sadurní d'Anoia que ha tenido la cocinera Carme Ruscalleda como madrina y que ha contado con la presidencia del consejero de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, David Mascort.
En cuanto a los restaurantes que se añaden a los ya incluidos en el movimiento iniciado por el italiano Carlo Petrini, cabe destacar su pizzería napolitana Marghe 1889, de Terrassa y de Girona; el restaurante Deltaic, de la Cava-Deltebre; Cúmulo, de Montblanc; Las Niñas Bar, de Canet de Mar, y Yumyum, de San Esteban del Monasterio-Rosellón. El nuevo comedor escolar, el de la Escola Tiziana, de Tiana, se suma a los 24 comedores que ya formaban parte del colectivo.
La cocinera Carme Ruscalleda, madrina del acto de entrega de las placas distintivas, ha afirmado que ama a Slow Food. “Soy una persona optimista, pero hay una especie de monstruo que está absorbiendo la forma en que comemos en las sociedades modernas, y nosotros podemos resistir porque entendemos la cocina como cultura”. En este sentido, ha continuado afirmando que "hacemos resistencia" como cultura para que no dejemos en la industria agroalimentaria nuestras comidas. Además, a la industria debe exigirse que las etiquetas sean claras y limpias. “Por un estudio antiaging que hice con la clínica Planas supe que la recomendación era que nos teníamos que abstener” de comprar y consumir alimentos que indicaran en las etiquetas más de cinco E”.