¿Es aconsejable acabar los restos de comida que dejan los hijos en los platos?
No es un buen hábito nutricional, lo más aconsejable es guardar lo que no hayan terminado
Barcelona¿Quién no ha apurado alguna vez el plato de los hijos? Sabe mal dejar esas dos judías, un pedacito de pescado, quizá alguna patata, unos gajos de la naranja, el final de una manzana o medio yogur… ¿pero es saludable ir recogiendo lo que no acaba el resto de la familia? ¿Es recomendable lo que exuda este hábito?
"Lo importante es comer lo que necesitamos y parar cuando se tiene sensación de saciedad. Terminarse los restos de los platos de los demás no es un buen hábito nutricional", asegura Mònica Peitx, endocrinóloga pediátrica de CEPEM y autora del cuento Mia y Bru crecen sanos (Editorial Juventud, 2020). Peitx también pone en valor el aprovechamiento de los alimentos, y por tanto recomienda, si es posible, guardar lo que no haya terminado para otra comida. Esa idea de que nada se puede dejar en el plato es errónea. Al igual que no insistimos cuando hacen pipí que hagan más, tampoco habría que insistir para que acaben todo lo que hay en el plato: hay que respetar la sensación de saciedad y cuando la criatura dice que ya tiene suficiente. "No deberíamos insistir con el típico «Va, una cucharada más». Es bueno dejar de comer cuando se le basta y es recomendable que se lo expliquemos desde que son pequeños, sin olvidar la importancia de no derrochar", comenta la doctora. Comerse los restos de los hijos implica un hábito poco saludable para los adultos, ya que dejan de hacer una comida saludable, tanto si comen más de lo que corresponde a su ración como si deciden no comer nada porque consideran que tendrán suficiente con las escombreras de las criaturas.
¿Qué se debe tener en cuenta?
Hacemos las comidas juntos. Comer juntos siempre es un buen hábito que sirve para dar ejemplo y compartir la comida. Es una oportunidad para que los niños aprendan sobre todo de lo que ven.
Comemos con conciencia. Es importante estar por la comida, no distraerlos con dispositivos electrónicos, cuentos o canciones, ya que así son más conscientes de lo que comen y se darán cuenta cuando están saciados.
Preguntarles por el apetito. Les podemos preguntar si tienen mucha hambre o poca, pero no qué quieren para comer, al menos de forma habitual. Los padres deben saber lo que necesitan comer las criaturas para seguir una dieta equilibrada y los hijos deben tenerlo claro. Por ejemplo, pueden elegir entre manzana o pera, pero tendrán que comer fruta.
Fijémonos cuánto comen. Aunque crea que deberían comerse un bocadillo más grande, si no se lo acaban nunca hace falta que haga más pequeño, así no sobrará. Si hay hermanos con diferentes ganas, respetamos sus necesidades, no es necesario que todas las raciones sean iguales.
No siempre nos saciamos igual. No siempre debe comerse la misma cantidad, seguramente si están resfriados o más cansados tendrán menos hambre: respetamos tanto el hambre que tienen como su ritmo para comer.
Respetamos el rato de la comida. Estamos en la mesa el rato de la comida, que no tengan ganas de irse de mesa para ir a mirar la televisión o ir a jugar. Es importante estar en la mesa sin prisas, respetando el ritmo de todos.
Aprovechamos los alimentos. Guardamos los restos para otra comida o reaprovechémosla para hacer otro plato. Si sobran espinacas o champiñones hacemos una tortilla con los restos, por ejemplo. Si no es posible guardarlo, recordemos que no conviene comérselo un rato después.
Tengamos tiempo de ayunas. Si le preocupa que hayan comido demasiado poco en una comida, ya comerán más en otra. Sobre todo, y siempre que las criaturas estén sanas, no les va dando comida entre comida y comida, ya que debe haber un tiempo de ayuno.