Por dónde empiezo

Mujeres de 40 y 50 años que cuidamos: ¿quién nos cuida a nosotras?

Agotadas y amargadas
05/12/2025
3 min

BarcelonaAhogadas entre dos tallas de pañales. Invisibilizadas entre calendarios digitales que nos recuerdan citas ajenas de familiares "de primer grado". Aplastadas por un ejército de recursos humanos que nos trata como si nos regalaran "vacaciones" por solicitar derechos conquistados. Enterradas en un modelo que es capaz de crecer gracias a nosotras, las mujeres de cuarenta y cincuenta que cuidamos, trabajamos y cuidamos, cuidamos, cuidamos, cuidamos hasta que sean otras las que cojan el relevo y nos cuiden, cuiden, cuiden, cuiden; o no.

Nos llaman la generación sándwich: un alud de mujeres que corremos de médicos pediátricos a geriátricos sin saber ni cuál es nuestro médico de familia porque no tenemos tiempo de escuchar lo que nos dice nuestro propio cuerpo. Somos gestoras en la sombra de la salud de los demás. Pero de tanto cuidar, agendar, solicitar, participar en tareas comunitarias por el bien común obviamos lo esencial: nadie nos cuida a nosotras. Hoy en día, todavía sigo buscando a la pareja nacida en los años 80 en la que él tiene a los niños en la app de La meva salut y pide los permisos de cuidado de familiares de primer y segundo grado, agenda médicos y asume las cargas físicas y mentales propias y de familiares. Que no le da "palo" pedir días de conciliación porque trabaja en una empresa pequeña o porque justo lo acaban de ascender. Ojalá me equivoque y sea porque no he buscado lo suficiente.

Nos faltan horas en el reloj para llegar a todo. Nos reducimos jornadas porque preferimos tener menos ingresos para cuidar –el 95,7% de las reducciones las pedimos nosotras (INE)–, con la dependencia económica y vital que puede llegar a conllevar. Y mientras ponemos en pausa la carrera laboral, la carrera de cuidados cada vez es más larga: la esperanza de vida crece, y si en los primeros años cuidamos a los niños, ahora prolongamos los cuidados de los mayores hasta que nosotras mismas empezamos a ser mayores.

Y en esa contrarreloj de tiempo que dedicamos a los demás, hace unas semanas vimos cómo la esperanza de tener ciento cincuenta miserables minutos más a la semana para conciliar (la reducción de la jornada laboral) se nos fundía en manos para no perjudicar al "pequeño empresario".

Siento que pierdo la jovialidad de una etapa vital valiosísima. Envejezco intelectual y físicamente a alta velocidad por la falta de espacios propios. Yo adoraba ir al teatro, ir al cine, maquinaba para comprar entradas a conciertos, y ahora que económicamente podría permitirme pagar buenas localizaciones, me falta tiempo y energía para cultivarme. Y cuando lo comento me dicen que tengo que "priorizarme" y buscar momentos, pero mi libertad comienza las 10 de la noche cuando ya soy un saco de cansancio.

Reducción laboral para todos

La jornada laboral actual de 40 horas semanales fue aprobada cuando la gran mayoría trabajadora eran hombres. Ellos trabajaban fuera, nosotras lo hacíamos en casa: hijos, limpieza, y administrar una casa. Un trabajo nada reconocido, pero trabajo. Ellos volvían a casa y lo tenían todo listo: niños limpios, cocina limpia, cena hecha. Ahora, tanto padre como madre trabajamos fuera de casa, pero la realidad es que nosotras seguimos trabajando en casa mucho más: asumimos el 75% del trabajo no remunerado de una familia. Y esto nos agota y nos amarga.

Necesitamos decir aún más fuerte y más claro que no podemos ni queremos asumir la mayoría de tareas y que, además, necesitamos tiempo para vivir mejor. Ser mujer empoderada no significa llegar a todo, significa saber parar cuando hay que parar y escoger bien por qué luchar: necesitamos una reducción de la jornada laboral para todos. Pasar 40 horas a la semana en el trabajo no es ni productivo ni saludable.

Las 37,5 horas semanales que propuso el gobierno español, y fueron tumbadas por Junts, es un parche insuficiente. El horizonte deberían ser las 35 h semanales (reales) para, al menos, respirar. Tanto padres como madres dispondríamos de más tiempo libre para dividir las tareas y las reducciones de jornada se reducirían sin penalizar a las mujeres. Sería un paso más hacia una igualdad que todavía está muy, pero muy lejos de estar ni siquiera acariciada con la punta de los dedos, porque no queremos más tiempo para cuidar, sino para vivir.

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