Cuando dar ejemplo no es lo que esperabas

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Un padre con su hija.

BarcelonaCuando nace su primer hijo, muchos padres sienten la necesidad de dar ejemplo. Empiezan a hacer sistemáticamente cosas que antes no hacían muy a menudo (o nunca). Ven menos la tele y se acuestan más temprano (o al menos lo intentan). Se esperan frente al semáforo rojo y no atraviesan la calle hasta que sale el “señor verde”. Intentan comer más sano. Dejan de beber alcohol o fumar, al menos dentro de casa. Comen en la mesa, todos juntos como una familia, y no en el sofá delante de la tele. Intentan no decir palabrotas. Recogen la ropa sucia del suelo y ordenan un poco la casa. Se lavan las manos antes de comer (¿o quieren hacernos creer que, cuando no tenían hijos, se las lavaban siempre?). Pasean más por los parques y juegan menos a videojuegos. En las tiendas, si van con el niño, dicen con más frecuencia “por favor” y “gracias”. Cocinan algo más en casa y reducen el consumo de ultraprocesados, sobre todo de los más repugnantes. De postre hay cada vez más fruta y menos dulces y natillas. En unos meses, lavarse todos juntos sus dientes se convertirá en una importante celebración familiar.

Todo esto está muy bien, y sin duda el ejemplo de los padres contribuye a desarrollar buenos hábitos en los hijos, pero puede haber malentendidos y decepciones si los padres esperan un efecto inmediato y persistente. "Es que lo he intentado todo para que coma verdura y no hay manera", me explicaba la madre de un bebé de 7 meses: "Si incluso llevo yo un mes comiendo verdura, que no comía nunca, ¡pero no sirve de nada!”. No podemos pretender que nuestro hijo haga en unos meses o pocos años lo que a nosotros nos ha costado décadas. No podemos exigir a un niño de tres o siete años la madurez que nosotros no mostrábamos a los 17 y quizás tampoco a los 24. Los niños, además, aprenden con la repetición. Se necesitan años en la escuela para aprender a escribir o multiplicar. Un maestro nunca se quejaría de que “el pasado martes contamos la división y ¡todavía no dividen!”, pero a menudo los padres decimos cosas absurdas como: “Le conté que tenía que recoger los juguetes, ¡y todavía no los recoge!”.

Y, entonces, ¿cuándo se lavará mi hijo las manos y los dientes sin tener que decírselo cada vez?, ¿cuándo comerá de todo?, ¿cuándo se comportará con responsabilidad? Pues quizás igual que usted: cuando tenga hijos y note la necesidad imperiosa de dar ejemplo.

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