Diálogos de Pedralbes

"La familia puede ser un infierno pero no tenemos con qué sustituirla"

La filósofa Serena Olsaretti reflexiona sobre los derechos y deberes de la familia en la última sesión del ciclo 'Diálogos de Pedralbes'

3 min
Un momento de la cuarta y última sesión del ciclo de debates 'Diálogos de Pedralbes'.

Barcelona¿Si prohibimos la familia con la que la sustituimos? El periodista Antoni Bassas lanza esta pregunta a Serena Olsaretti, filósofa política e investigadora ICREA de la Universidad Pompeu Fabra. Es una de las últimas cuestiones del debate "Primero, la familia. Derechos y deberes de los menores y de las familias", con la que se cierra el 8º ciclo Diálogos de Pedralbes, dirigido por el profesor de filosofía moral y política de la Universidad Autónoma de Barcelona Daniel Gamper, organizado en colaboración con el ARA y que ha tenido lugar en las últimas semanas en el monasterio de Pedralbes. Sin embargo, la respuesta no es fácil.

“El problema es éste” reconoce Olsaretti, “la familia puede ser un infierno pero no tenemos con qué sustituirla”. La investigadora apunta que quien plantea esta prohibición o bien piensa que es mejor que las personas no tengan hijos –que tampoco es viable– o que es necesaria una alternativa. ¿Cuál? ¿El estado? Olsaretti apunta que no es posible porque no hay certeza de que pueda funcionar, pero sobre todo, porque los niños necesitan una atención amorosa de un adulto para períodos largos, con vínculo y apego y que difícilmente el estado puede dar esto a todo el mundo. La tercera opción, añade la experta, es también una conclusión: “La familia debe mejorar, debe reformarse y convertirse en un espacio de respeto a los hijos donde la influencia de los padres sea sólo para conseguir que los hijos sean personas independientes”.

En el debate Olsaretti ha recordado que la familia contemporánea se entiende como la relación entre adultos y sus hijos, y se justifica precisamente por la función de dar a los niños lo que necesitan para su desarrollo como futuros adultos. La familia debe garantizar el bienestar físico y emocional del niño, cubrirle las necesidades y darle las herramientas para el futuro desarrollo como adulto. No siempre ha sido ésta, la visión de la familia, porque ha habido épocas en que los padres han tenido una autoridad absoluta –ahora en nuestra sociedad esto ya no se cuestiona– o incluso algunas no pueden cumplir "lo ideal" que los niños deben ser queridos. El límite, dice Olsaretti, puede debatirse en torno a utilizar la autoridad de los padres respetando que la decisión final del menor puede ser otra. Lo compara con la religión. ¿Verdad que no entenderíamos que un estado católico pudiera obligar a todo el mundo a ser católico?

La filósofa Serena Olsaretti

Socialización de la crianza

Que los padres puedan decidir la escuela a la que van los hijos y, de rebote, con quien se relacionan u otros detalles, sin embargo, genera diferencias entre los niños que se perpetúan y consolidan la influencia de los padres y, sobre todo, las diferencias sociales que condicionan la equidad. "La familia es el lugar emblemático de la parcialidad", dice Olsaretti. “Los padres tienen incluso un punto de deber de ser parcial; un padre imparcial no es buen padre”, dice Olsaretti. Pero esta parcialidad provoca una “tensión real” y puede suponer una “amenaza” para llegar a la justicia social.

En este sentido, Olsaretti plantea diferentes opciones para superar la desigualdad que supone la familia. La socialización de la crianza es una de ellas. Pero incluso aquí existen diferentes visiones y escuelas de pensamiento. Ante el debate de que la elección de tener hijos es individual, Olsaretti apunta que hay quien defiende que no deben socializarse sus costes, al igual que nadie entendería subvencionar a la afición a viajar a países exóticos que puede tener un individuo que ha decidido no tener hijos. Pero la experta le da la vuelta al argumento. Socializar los costes de la crianza, es decir, pagar con impuestos servicios que utilizan las familias para sus criaturas, se justifica porque permite reducir ciertas diferencias sociales, pero sobre todo por el beneficio social que comporta. "Criar niños es contribuir a una renovación demográfica beneficiosa para todos", concluye Olsaretti.

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