Escuela

"Los que se dedican a la enseñanza deberían tener un nivel cultural alto"

La autoridad de los educadores centra la tercera sesión del ciclo Diálogos de Pedralbes

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La profesora de filosofía de la URL, Anna Pagès, durante el debate.

BarcelonaCuando la profesora de filosofía de la educación de la Universidad Ramon Llull (URL), Anna Pagès, anunció en casa que quería estudiar pedagogía, su abuelo materno le dijo que irían a ver a alguien. En un piso del Eixample, los recibió Angeleta Ferrer Sensat, profesora del instituto escuela republicano del Parque de la Ciutadella. El encuentro fue “xerinola total” entre el abuelo y la pedagoga, recuerda Pagès. “Cuando estábamos en la puerta, ya marchando, me dijo: «Si quieres dedicarte a la educación, debes tener mucha cultura y gran curiosidad intelectual»”. Pagès lo recordaba este jueves ante medio centenar de personas –entre ellas, educadores angustiados– en la tercera sesión del ciclo Diàlegs de Pedralbes que organizan el Ayuntamiento de Barcelona y el monasterio con la colaboración del ARA y la presentación de 'Antoni Bassas.

El provocador título, ¡Niño, calla! ¡La autoridad en la escuela!, ha servido de punto de partida para abordar el grado de permeabilidad de la educación en una sociedad hostil. “Es un sitio donde los maestros enseñan lecciones en un entorno protegido. Es una especie de campo de pruebas donde se pueden experimentar cosas buenas que, de adultos, podrán aplicar a la sociedad y así hacer un mundo mejor”, según la ponente. Sin embargo, el nivel de aislamiento ideal es discutible: “Hannah Arendt tenía muy claro que la escuela debía ser un lugar donde los niños pudieran experimentar paz, solidaridad, cooperación, para que así, cuando fueran adultos, trasladaran esta experiencia a la sociedad. Sin embargo, John Dewey no estaba de acuerdo: la escuela debe preparar para la vida, pero también debe ser la vida misma. Tiene que haber conflictos”, ha apuntado Pagès. Pero compartían un convencimiento: la escuela debe anticipar el ambiente de una "sociedad demócrata" para traspasarlo al mundo exterior, voluntad propia del "optimismo fundacional de los pedagogos".

Hablar menos

En este entorno relativamente seguro, el papel del educador debe ser, sobre todo, preguntar y escuchar mucho y hablar menos. Volver a los orígenes, al principio de la civilización occidental: “El pedagogo, en la Antigua Grecia –ha recordado– era el esclavo de la familia que acompañaba a los niños a la escuela. No era una canguro que corría por la calle: el esclavo hablaba con ella. No era libre, pero no era tonto: sabía muchas cosas, era el ChatGPT de la época”, ha bromeado. Sabía más, añadió, que todos los miembros de la familia juntos, incluso que los ciudadanos de pleno derecho. La educadora de educadores ha reivindicado a los maestros de los grupos escolares de la Mancomunidad y de la Generalitat republicana y se ha mostrado partidaria de tener unos maestros que pregunten y escuchen, tal y como les definió Rousseau: “El maestro debe tener una conversación sencilla con los niños. Hablar al niño de forma normal, hacerle muchas preguntas e interactuar con ella de forma socrática. Si hablamos demasiado a los niños, nunca hablarán. No deben ser observadores sino conversar con ellos”.

Pagès ha confesado que está preocupada por lo que considera una preponderancia excesiva de la metodología y por la invasión de los adultos del mundo de los niños: “El adulto debe estar en un lugar diferente al del niño, debe respetar el mundo del niño, no colonizarlo ni irrumpir en él”. Y ha afirmado taxativamente: “La educación de las emociones es algo dañino. El problema de las emociones lo tienen los adultos, no los niños”.

La autoridad de los maestros

Asimismo reivindicó la autoridad de maestros como Angeleta Ferrer. “No tenían que hacer nada para que los niños les escucharan. Los reconocían como interlocutores que respetaban. El autoritario es lo que reprime porque no tiene otra forma de hacerse valer”. Y ha hecho un llamamiento a la vuelta a los conocimientos: “Hoy todo el mundo habla de aprender y nadie de enseñar. Ya está bien que aprendamos, pero ¿quién enseña? Los niños han sido felices, pero ¿qué les ha enseñado?”. Y hizo una última reflexión sobre los contenidos: "Los que se dedican a la enseñanza deberían tener un nivel cultural alto", ha reclamado, fiel a aquella valiosa enseñanza de Angeleta en un rellano del Eixample.

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