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El periplo de ir al trabajo con Cercanías: la experiencia de 5 trabajadores del ARA

El relato de los usuarios en una semana marcada por dos huelgas y por los maquinistas apartados por presuntos sabotajes

TWT Rutas Renfe
6 min
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Trabajadores del ARA que viven fuera de Barcelona y que son usuarios de Cercanías escriben el dietario sobre su experiencia a bordo de los trenes en una semana que ha estado marcada por las dos convocatorias de huelga –martes y jueves– y por los dos maquinistas apartados del servicio como responsables de presuntos sabotajes.

Línea R4

Vallès Occidental

Cerdanyola

BARCELONA

¿Cojo la Renfe o el autobús hasta la Sagrera y después empalmo con el metro? Éste es el dilema que tenemos cada día muchos vecinos del Vallès que trabajamos en el centro de Barcelona. Aunque a priori es más directo y debería ser más corto, optar por el tren es a menudo la opción más arriesgada: no ocurre cuando debería pasar, hay incidencias durante el trayecto (el convoy se detiene sin explicación alguna durante minutos y más minutos), muchas veces la experiencia es también físicamente angustiosa porque sube mucha gente y no hay lugar para todos... ¡Incluso hay pasado! He visto más de dos y tres desmayos provocados por situaciones así. Viajar oprimida es horrible, especialmente si no eres muy alta y quedas atrapada sin apenas ver nada. A todo ello hay que sumar las averías menores, que son el pan de cada día: pantallas que no funcionan o que dan horas de llegada equivocadas, problemas con la megafonía, escaleras mecánicas paradas (las de Plaça Catalunya llevan días averiadas)... Además, si optas por el tren para llegar a que desde que (todavía en 2025) son un agujero negro de cobertura.

Escaleras estropeadas en la Plaza Cataluña.
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La otra opción, el autobús, es también angustiosa y problemática... pero más fiable. Tengo una parada en dos calles de casa pero prefiero andar un poco más y subir al autobús dos paradas antes: así tengo más posibilidades de tener lugar. En el mejor de los casos puedo tomar asiento, pero los que suben a la siguiente parada a menudo ya deben hacer el viaje de pie y "surfear" en medio de la autopista. En las últimas paradas del pueblo, los que se esperan muchas veces no pueden ni subir tan lleno como va. Tienen que esperar lo siguiente.

Una imagen del autobús lleno que va de Ripollet a Barcelona.

Volver en autobús tampoco es agradable. Hay veces que en las paradas de la Sagrera hay tensión porque es una zona donde se detienen muchos autobuses interurbanos. Además, cuando llega uno todo el mundo se arropa hacia la puerta, y hay siempre cierto pánico para quedarse sin asiento en el último trayecto del día después de una larga jornada de trabajo.

Al día siguiente, nada más abrir los ojos, saltará la misma pregunta de siempre (sin final feliz): ¿Renfe o autobús?

Línea R4

Baix Llobregat

Martorell

Central

BARCELONA

Confieso que, por horarios y comodidad, cojo el coche para venir a trabajar a Barcelona. Intento priorizar el tren, porque ahora es gratis, pero después de una mala experiencia al día siguiente me pongo al volante. Así que esta semana ha sido un poco un esfuerzo que me ha hecho variar mi rutina personal. Debo decir que la semana la dividiría en dos partes clarísimas: los dos primeros días, retrasos y poca información, aunque nada alarmante para una usuaria veterana como yo, acostumbrada a destinar a un viaje de 30 kilómetros unos 50-55 minutos si todo va bien. Que si la catenaria, las obras del Corredor Mediterráneo y, últimamente, una incidencia recurrente en Castellbisbal. El miércoles, después de que Cercanías anunciara el castigo para dos maquinistas sospechosos de sabotear el servicio, todo ha ido como una seda, incluso con la lluvia de la mañana. La rutina de abrir la aplicación de Adif y consultar las cuentas de Cercanías en X me sorprende justamente por esa normalidad tan anormal que todos los trenes vayan a la vez. El jueves, el segundo día de huelga, tampoco existe ninguna incidencia. La sorpresa es colectiva y oigo a una mujer comentando la noticia de los dos maquinistas expedientados, y resume a la perfección el sentimiento común de maltrato: "Mira, chico, si no quiere trabajar aquí, vaya a su pueblo". Y las que le escuchan asienten.

Ascensor inhabilitado en la estación de Plaça Catalunya.

Línea R1

Maresme

CANET

DE MAR

BARCELONA

La del Maresme es una de las líneas más concurridas, pero la oferta de plazas de tren no se ajusta, y en Premià de Mar o Mataró los viajeros deben hacer el trayecto que queda hasta Barcelona de pie porque todos los asientos están llenos. Para volver por la tarde, en la estación del Clot-Aragó tienes muchos números de no entrar en el primer tren que pasa por la gran aglomeración, y debes dejar pasar uno, dos e incluso tres. Los convoyes a menudo tienen los cristales llenos de grafitis que impiden ver el exterior, y dentro, los paneles informativos que avisan de las estaciones están estropeados. En las horas puntas por la mañana los horarios se han cumplido bastante esta semana, salvo algún retraso puntual por una "incidencia" anunciada por megafonía. Incluso en las dos jornadas de huelgas se respeta el paso de los trenes previstos. Por megafonía se anuncia la convocatoria de los paros, pero en ningún momento se informa sobre las variaciones de paso o de si existe supresión de viajes. En las estaciones hay máquinas expendedoras estropeadas de hace tiempo, escaleras mecánicas que no funcionan habitualmente y ascensores parados con la ITV caducada, e incluso un cubo abandonado para recoger las últimas goteras. Si te descuidas, te quedas en el suelo, porque una puerta del tren está estropeada y no hay distintivo que lo indique.

Cartel que alerta de que la ITV del ascensor de la estación de Premià de Mar está caducada.

Línea R16

Tarragona

ALTAFULLA -

TAMARIT

BARCELONA

Hace dos años, trabajando en Barcelona, ​​volví a vivir a Altafulla, y Renfe no me lo ha puesto fácil, especialmente cuando estuvimos seis meses sin tren y habilitaron autocares hasta Sant Vicenç de Calders. Los trayectos podían llegar a ser tres horas y media. Los trenes de mi línea son los mismos de hace años, presentan un estado lamentable y las averías son habituales, por lo que no hay día en que lleguemos a la hora. De esta última semana destaco dos momentos especialmente frustrantes. El martes llegamos media hora tarde porque una chica abrió la puerta con la manija de emergencia y se puso a gritar maldiciendo los retrasos injustificados. Ella salió del convoy y nos dejó allí sin poder cerrar la puerta, hasta que el maquinista, nervioso y enfadado, tuvo que forzar su cierre para poder poner en marcha el tren. Al día siguiente el tren llegó con media hora de retraso, que sumada a los paros a lo largo del trayecto supuso que un viaje de una hora se convirtiera en uno de tres. La imagen de la frustración nos la ofreció un hombre que corría cansado por dentro del tren y que se fumó un cigarrillo en el espacio entre vagones.

L'aplicació d'Adif informa dels retards en la línia R16.

Línea R2 Norte

Vallès Oriental

Sant Celoni

BARCELONA

Esta semana con Renfe ha sido una auténtica pesadilla (bueno, eso no es ninguna novedad). El lunes ya empezó mal: el tren se quedó detenido más de media hora en Montcada i Reixac, evidentemente sin ningún tipo de información. Sólo con el silencio y la impotencia de ver cómo el reloj avanzaba y ahí no se movía nadie. El martes la situación se repitió, como si fuera un déjà-vupero con el añadido de la huelga, que provocó que el regreso a casa fuera aún más caótico: retrasos, aglomeraciones y la sensación de que nadie sabía qué tren iba a pasar. El miércoles por la mañana, sorprendentemente, todo funcionó con normalidad. Hacía tiempo que no sentía esa sensación. Pero por la tarde, la historia de siempre: trenes con demora, horarios completamente incumplidos y la sensación de depender de la suerte. Y es que cada tarde para volver a casa he tenido que jugar en la ruleta y acabar cogiendo trenes que venían con 30 o 40 minutos de retraso y llenos hasta los topes, lo que obliga a viajar de pie al menos hasta Montcada. Una semana para olvidar, pero vaya, no ha sido la primera y por desgracia no será la última.

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