Familia

Cuando no tienes la madre que te gustaría

Marta Segrelles, autora de 'Querida mamá, me duele', explica la complicada relación entre madres e hijas

5 min
Hija y madre por la calle.

BarcelonaEstos días las redes se llenan de mensajes llenos de amor y homenaje a las madres. Un simple vistazo a los nuestros feeds puede convertirse en una sucesión de fotografías antiguas de mujeres sonrientes, madres con bebés en brazos, abuelas con sus hijos y nietos... "Gracias, mamá, eres la mejor" es lo que intentan transmitir los textos que las acompañan.

¿Pero qué ocurre si no sientes esto por tu madre? ¿Qué pasa si, por mucho que lo desees, la relación con ella nunca ha sido como tú quisieras? ¿Eres una mala hija, por sentirte así? De todo esto habla la psicóloga Marta Segrelles, que acaba de publicar el libro Querida mamá, me haces daño (Bruguera, 2024).

"A menudo partimos de la base de que una buena relación con la madre se da de forma automática, pero al final, las relaciones seguras deben construirse", asegura Segrelles. Es como lo que explica Bet [nombre ficticio]: “Siempre he oído que mi madre nunca me ha dado cariño, como besos o abrazos. Más bien ha sido una madre autoritaria”. Eso sí, también remarca cómo, en los momentos difíciles, siempre ha estado presente y ha podido contar con ella.

Hay madres que no llaman a sus hijas, que no proponen quedar o no sienten la necesidad de tener un contacto constante. ¿Es esto malo? "Se trata de conocer a nuestra madre y saber qué es lo que le podemos pedir y qué no", matiza Segrelles. “A menudo, si miras sus relaciones, ya ves que quizá sea una persona que no tiene muchas amistades y no mantiene contacto con sus familiares de origen. Quizás ella ya sea así”, continúa.

Ante esto, la psicóloga apunta a que nuestro trabajo es aceptar: ¿Qué tengo delante? ¿Qué es lo que estoy buscando? ¿Podrá esto me lo dará mi madre? A veces sí que se puede hacer una actualización de la relación e intentar hacer juntas cosas nuevas, pero también puede ocurrir que el intento no llegue a buen puerto. "Entonces tendremos que aceptarlo y hacer ese duelo de saber que no tienes la madre que te gustaría, pero eso no quiere decir que tu madre sea peor, sino que hay algunas necesidades que no te puede cubrir", reflexiona.

No me para de llamar”

Está claro que también puede darse la situación inversa. Hay madres muy absorbentes que llaman más de una vez al día y necesitan un contacto constante con sus hijas. "Incluso la madre que quiere ser responsable y respetuosa contigo no lo hace bien el cien por cien del tiempo", admite la psicóloga. "Ahora bien, si resulta que en todas las interacciones la madre se comporta de una manera muy absorbente y te sientes muy invadida por esta dinámica, entonces es necesario tener una conversación", continúa. Puede ser incómodo tener que decirle que no quieres comer con ella todos los domingos o que no siempre quieres hablar con ella por teléfono. "Tienes que saber hacerle entender que, aunque te gusta estar con ella, también necesitas tus espacios, y no pasa nada", dice Segrelles.

Cambio de roles

Núria [nombre ficticio] está muy unida a su madre y su contacto es constante. Sin embargo, lamenta cómo, a pesar de ser una mujer adulta con su propio bebé, la madre la sigue tratando como si todavía fuera pequeña. “Parece que me quiera hacer notar que ella es mi madre y yo, a pesar de ser madre, sigo siendo joven e inexperta. Es esa sensación de que nunca acabas hablando de igual a igual, de madre a madre”, lamenta.

No siempre es fácil que una madre se dé cuenta de que su hija ya es adulta. “A veces cuesta ver que la hija tiene sus propios deseos, sus intereses y su forma de hacer. Son cosas que cuestan validar y respetar en relaciones en las que esta diferencia e individualidad no se acogen bien”, explica la psicóloga.

“Siempre es ella quien tiene razón e invalida un poco mi opinión –prosigue Núria–. Es frustrante porque, aunque intento hacerlo bien y ponerlo de mi parte para intentar razonar las cosas, veo que ella lo invalida y se pone muy tajante. Mi opinión debería ser válida, aunque ella opine otra cosa, pero parece que nunca hago las cosas bien”.

¿Qué ocurre cuando la madre no entiende nuestros límites? “A veces, cuando la otra persona no sabe entender o escuchar, los límites deben ser internos. Si el otro no te escucha, quizás el trabajo no es tuyo, en el que debes esforzarte mejor y poner unos límites más firmes, sino que debes darte cuenta de que la otra persona no lo está acogiendo” , dice Segrelles. Es entonces que tendrás que asumir que tus decisiones podrán afectar a tu madre, como no ir a comer con ella el domingo, “pero que no serán para hacerle daño a ella, sino para tener un autocuidado para ti” , continúa.

Espacio seguro

Para conseguir crear un vínculo seguro es importante poder hablar de lo que te ocurre y poder expresarte de forma auténtica, sin miedo a las represalias. “Cuando no existe ese vínculo, cuando tienes la sensación de que no puedes explicar tus inquietudes, en el fondo estás rechazando una parte de ti para que el otro esté cómodo”, apunta la psicóloga. Es como cuando, de pequeña, te das cuenta de que si le cuentas a tu madre que tienes miedo, ella se asusta más que tú. Entonces, ya no se lo cuentas. "Se trata de poder acoger y ayudar cuando eres pequeña, y no juzgar cuando ya eres adulta", reflexiona Segrelles.

En el fondo, no deja de ser una construcción conjunta donde, cuando madre e hija son ya dos adultas, deben hacer un baile compartido para que la relación vaya bien. "Siempre habrá cosas que al otro no le gustará oír, pero que, si se está dispuesto a escuchar y entender, tratará de hacerlo mejor la próxima vez", aconseja.

Todo un aprendizaje que es importante hacer y trabajar, antes de que se repitan patrones en la misma familia. "Cuando una hija se convierte en madre, si no lo ha trabajado, puede traspasar a sus hijos los mismos patrones que tenía con su madre", asegura la psicóloga. Por eso, considera muy importante que sea consciente de qué cosas se repiten, aunque sean de forma inconsciente, o estar alerta en determinados aspectos que cree que podrán tener más probabilidad de pasar. “Es como cuando sabes que en los vínculos tienes tendencia a estar muy preocupada por los demás. Por tanto, hay que tenerlo presente para cuando te toque cuidar a tus hijos”, pone de ejemplo.

Menos exigencias

“Desde que soy madre, se lo he perdonado todo, a mi madre”, asegura Mireia [nombre ficticio]. "Me he dado cuenta de lo poco que había valorado todo lo que hizo por mí, y que era muy egoísta por mi parte exigirle que lo hiciera todo perfecto", continúa. La realidad es que a las madres se les exige mucho. "Yo no le puedo pedir a alguien que sea como a mí me gustaría", dice Segrelles.

A partir de aquí, la psicóloga considera que a veces sí que es necesario hacer un proceso de duelo, de dar un espacio a nuestras necesidades, de hacer terapia para curar las heridas y poder enfadarse, desesperarse y llorar por todo aquello que no se ha tenido. “Pero una vez hecho esto, existe la opción de poder hacer una petición, más que una exigencia, y desde una posición adulta, saber qué cosas se pueden pedir y ver cómo se puede hacer para que las dos estén cómodas juntas” , concluye.

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