Los peligros del 'chupete digital'

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Niña con chupete y móvil.

BarcelonaSi hay algo difícil de soportar para una madre o un padre es el llanto de su hijo. Sin embargo, los bebés tienen un repertorio muy limitado de recursos para expresar su malestar. La lectura simple del llanto es que el bebé tiene hambre, tiene sueño, va sucio o tiene algún malestar interno (de tipo digestivo, por ejemplo). Pero a medida que la criatura va creciendo, el llanto puede expresar otros malestares.

Lo que dicen los especialistas es que hay que atender al niño que llora, hay que hacerse presente, acompañarle y descubrir el origen de su llanto para atender su necesidad y calmarle. Sin embargo, es necesario saber que no podemos ni debemos evitar o tapar el llanto del niño. Llorar es una forma de expresar. Y el famoso "no llores" ya sabemos que no sirve de nada y que puede empeorar la situación y la relación.

El chupete es un utensilio que resulta agradable y placentero a los niños y muy práctico para los adultos que los atienden. El chupete es una forma de consuelo "transitorio" que permite al niño serenarse y da un poco más de tiempo al adulto. Sabemos que tiene efectos secundarios si su uso se prolonga demasiado tiempo, por tanto, tiene fecha límite de uso.

Hablemos del chupete digital, del hecho de poner una criatura delante de una pantalla. Instantáneamente, el llanto o el malestar se acaba y la criatura "desaparece" de la escena "abducida" por la pantalla. Pero el chupete digital tan utilizado, porque lo tenemos a mano y es muy eficaz, no tiene fecha límite de uso y tiene muchos efectos secundarios perversos. Podríamos decir que la utilización del chupete digital es obscena en el sentido etimológico: deja al niño fuera de la escena, lo traslada a un plano diferente de la realidad que estaba viviendo. Pero también en el sentido literal: ofende gravemente y va contra la moral.

Un niño que llora no se tranquiliza con la pantalla. No puede hacerlo porque desaparece, cautivado por las imágenes. Una pantalla produce el espejismo del niño sereno, y contenta al adulto que no soporta el llanto o la intranquilidad infantil. Pero es un engaño total: al niño le deja sin el acompañamiento adulto que le puede ayudar a gestionarse y al adulto, sin la oportunidad de construir un buen vínculo con el niño.

¡No es extraño que sea un recurso tan utilizado! Lo tenemos siempre a mano, es inmediato, y encaja perfectamente en la construcción social que llorar no sirve de nada y que los malestares son algo que evitar. El hedonismo y la inmediatez social justifican el chupete digital para los niños, ¡y para los adultos!

El chupete digital no sólo bloquea la relación padres-hijos sino que deja a los niños solos, desamparados entre sus malestares y la abstracción de las pantallas, sin ofrecerles el acompañamiento y la gestión emocional externa que poco a poco irán incorporando al suyo repertorio de habilidades emocionales y sociales.

Soportar, acompañar, atravesar y ayudar a calmar el malestar o el llanto de una criatura –no poniéndole el chupete o el pecho en la boca, o no poniéndolo delante de una pantalla– es un acto educativo , una muestra de amor. No es fácil, no. Pero es una de las mejores formas de crecer como persona adulta, de vincularse con los hijos y de construir una relación sana con ellos.

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