Así hace de madre

Elisabet Jané: "La sociedad ha convertido a los maestros en aguantacanalla y las escuelas en parkings gratuitos"

Escritora, filóloga, profesora de secundaria y madre de Simó, de 13 años. Ha escrito manuales de lengua y literatura catalanas para bachillerato. Ahora publica 'Presents imperfectes' (Empúries) obra ganadora del Premio de Novela Corta Justo M. Casero 2024, donde retrata de forma realista y sorprendente historias entrecruzadas de madres e hijos, de compañeros de clase y de docentes decepcionados

BarcelonaMe gusta el contacto con adolescentes porque son vitales, curiosos y críticos, porque se plantean dudas, porque deben afrontar nuevos retos y tienen toda su vida por delante. Me gusta compartir con estos adolescentes mi pasión por la lectura y la literatura. Me gusta pensar que las voces y los relatos que descubren les pueden ayudar a entenderse, a explicarse mejor a sí mismos y al mundo que les rodea.

¿Tener al hijo en segundo de ESO te ha hecho descubrir algo de la docencia?

— Las dificultades de mi hijo en determinadas materias me han reafirmado, por un lado, la importancia de la lectura, de la comprensión lectora –los lectores diestros son alumnos mucho más competentes– y, por otro, el hecho de que los docentes debemos guiarles y ayudarles en la realización de las tareas con pautas claras y concretas. Estoy totalmente en contra de que los materiales didácticos que se utilicen en el aula sean únicamente digitales.

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¿Por qué?

— Ya se ha demostrado que las pantallas distraen a los alumnos menos hábiles y que un mal uso promueve la distracción y la dispersión. Debemos utilizar los ordenadores, sí, pero no podemos abandonar los libros físicos, ni dejar de escribir a mano.

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Las pantallas emborrachan.

— Los padres debemos insistir, sin hacernos pesados, en que los hijos deben aprender a organizarse ya estudiar. Hay muchos niños que no saben cómo hacerlo. ¿Leemos una pantalla y basta? No, no es suficiente. Es necesario redactar, hacer preguntas, esquemas...

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En uno de los cuentos, una madre obliga a una hija a escribir.

— Le obliga a dar una redacción quincenal, a mano, sobre una serie que ven juntas. Es una forma de hacerla reflexionar sobre lo que mira, desde una perspectiva analítica que ayuda a la hija a tomar conciencia de cómo se hacen las cosas y por qué. Pienso que es una buena forma de trabajar la expresión escrita y el pensamiento crítico. Yo todavía no lo he puesto en práctica, sin embargo, con mi hijo.

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¿Qué errores puedes cometer cuando intentas ayudarle con los estudios?

— No le va bien que le agobiemos cuando no quiere ser ayudado. No le va bien que insistamos, que nos hagamos pesados. Si él no pide ayuda, debemos confiar en que se puede salir solo. Si después se estrella ya nos pedirá ayuda. He descubierto que es más difícil educar a un hijo que treinta alumnos en un aula.

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¿Qué más te preocupa?

— La gestión de los conflictos que encuentra en el instituto, tanto en las relaciones con sus compañeros como con el profesorado. Ante la crítica, la queja, el malestar que pueden surgir, tratamos de reflexionar sobre cómo se siente y cómo puede mejorar la situación. ¿Qué hace? ¿Cómo lo expresa? ¿A quién le dice? ¿A quién se dirige? ¿Puede hacer algo por revertir la situación? ¿Qué puede cambiar y qué no puede cambiar? Pero vemos que no le da pereza ir a la escuela, por tanto, vamos bien y no hay para tanto.

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Trece años no es fácil.

— Me preocupa la ideología de los referentes que sigue en las redes sociales y el impacto que puede tener en su forma de pensar y de actuar. Es difícil contrarrestar los valores que transmiten influencers, youtubers y gamers a través de formatos aparentemente inofensivos.

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Hay que hablar mucho, supongo.

— Nuestra tarea como padres es hacerle reflexionar sobre la competitividad, el individualismo, el narcisismo, los prejuicios lingüísticos de muchos de estos estímulos que recibe a diario. Quizás no podamos detener el auge del fascismo y el pensamiento ultraconservador, pero sí debemos ocuparnos de que nuestros hijos sean críticos con las narrativas de la derecha y los mecanismos que utilizan para captarlos.

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En un cuento precioso retratas una maestra a punto de jubilarse.

— Dolors representa una manera de hacer y de ser que ya no tiene cabida en una sociedad que ha convertido a los maestros en aguantacanalla y las escuelas en parkings gratuitos.

Es combativo, eso que dices.

— Hay momentos puntuales que me he sentido como Dolors. Desde el momento en que la formación y el nivel académico del profesorado disminuyen; desde que el Departamento de Educación deja de proteger la equidad, el rigor y la lengua; desde que la banalización, la superficialidad y el "pasárselo bien" rigen el día a día, maestros como Dolors no pueden hacer otra cosa que plegar o quemarlo todo.