Guillermo Sevillano (SUMA Arquitectura): "En la Biblioteca García Márquez hemos aprovechado al máximo las posibilidades de la madera"
Arquitecto cofundador del estudio ganador del premio FAD
BarcelonaLos madrileños Guillermo Sevillano y Elena Orte (SUMA Arquitectura) son dos de los arquitectos del momento, autores de la Biblioteca Gabriel García Márquez de Barcelona (en el barrio de Sant Martí), que fue reconocida como la mejor biblioteca pública del mundo en agosto y el 19 de octubre recibió el premio FAD de arquitecturaex aequo con la escuela Reggio School de Andrés Jaque. "La Biblioteca Gabriel García Márquez es nuestro proyecto más importante, y ha supuesto la oportunidad de volcar y desarrollar un montón de temas en los que ya estábamos trabajando, como el programa arquitectónico de las bibliotecas, el valor social de la arquitectura y el desarrollo de las estructuras de madera –explica Sevillano–. Hemos aprovechado al máximo las posibilidades técnicas de las estructuras de madera para conseguir un espacio que tiene unas condiciones de transparencia, permeabilidad y ligereza muy especiales", subraya.
El edificio es fruto de un concurso que convocó el Ayuntamiento de Barcelona. ¿Las bases marcaron mucho el proyecto?
— No realmente, en la medida en que lo que ha terminado siendo la biblioteca no era exactamente el punto de partida del concurso. Muchas cosas se han mantenido, y otras han cambiado: inicialmente en las bases había una guardería, y el archivo asociativo del barrio también ha tenido algunas transformaciones. Y fundamentalmente, la biblioteca también se ha transformado mucho como programa bibliotecario. Hicimos mucha investigación en paralelo al desarrollo del proyecto, para repensar los estándares bibliotecarios del siglo XXI. La Red de Bibliotecas de Barcelona utilizó esta como un proyecto pionero y como una oportunidad para reflexionar y avanzar sobre estas cuestiones.
¿A qué conclusiones llegaron con esa investigación?
— Antes habíamos quedado finalistas para la Biblioteca Central de Helsinki, y teníamos más bagaje con algún otro proyecto bibliotecario en España. Tenemos mucho interés en los referentes de bibliotecas nórdicas que están muy avanzadas porque allí se entiende la biblioteca como un tercer espacio, un sitio entre la vivienda y el espacio público, que no es solo un lugar de acceso al conocimiento sino dinamizador social. En un barrio como el de Sant Martí, la biblioteca tiene valor como un espacio público largamente reivindicado en el que la biblioteca acaba convirtiéndose en un palacio del pueblo. En el siglo XXI casi todo el conocimiento es accesible online, y lo que pretendemos es intensificar la experiencia del espacio público de forma que sea insustituible. Si alguna colección de la biblioteca es relevante, es la colección de espacios. Nosotros les llamamos ecosistemas. Se trata de que cada uno pueda encontrar el sitio que más se adapta a sus necesidades.
¿También tuvieron en cuenta cómo arraigar la biblioteca en el barrio?
— Analizamos importar en el edificio situaciones locales y globales que nos resultaban inspiradoras. Para entender cómo puede operar un club de lectura en la Gabriel García Márquez, miramos cómo se desarrollan las tertulias de los cafés, cómo los vecinos toman el fresco en la calle, cómo operan las jam sesions de jazz… Y para entender cómo funciona la escalera, que es como un paseo por un espacio arquitectónico interior, miramos de nuevo referentes urbanos y literarios. Uno se mueve por la biblioteca para encontrar cosas que espera y otras inesperadas. Esto se convierte en un aliciente para promover el movimiento y todos los itinerarios posibles por la biblioteca.
En poco tiempo, la biblioteca se ha convertido en un icono.
— Sí, es muy bonito ver que al final un equipamiento colocado en una calle secundaria de la ciudad, detrás de una comisaría de la policía, se ha convertido en un icono no solo del barrio sino de toda la ciudad.
Aun así, los espacios de la biblioteca han recibido críticas porque es difícil aislarse para estudiar, y también han recibido críticas los muebles, considerados poco adecuados para las personas mayores, y el hecho de que, al no existir espacio para un fondo muy significativo, la García Márquez contribuya a sobrecargar el sistema de préstamo interbibliotecario.
— No tenemos mucha conciencia de todas estas críticas. Lo hemos visto en los medios de comunicación, pero los interlocutores con los que hemos trabajado no nos las han trasladado directamente y, de momento, no las hemos abordado directamente. Han pasado ocho años desde que ganamos el concurso hasta ahora, ha sido un proceso larguísimo en el que han participado un sinfín de agentes. La lista de créditos es superior a la de cualquier película. Por parte de Bibliotecas de Barcelona, han participado técnicos y especialistas, con una apertura de mente fantástica. Se ha hecho un trabajo muy riguroso. Hay que ajustar algunas cosas y nosotros tenemos una lista de cosas que quedaron en el tintero y de mejoras que podrían hacerse. Hay muchas decisiones que no hemos tomado directamente. La decisión de que la sala de estudio sea abierta es porque en Barcelona ya existen salas de estudio específicas, y no se pretendía que la biblioteca la tomara la gente estudiando, sino que más bien se buscaba la idea de dinamizador social y de intercambio de conocimiento. No quiero ser portavoz de Bibliotecas de Barcelona, pero esta cuestión y la del mobiliario se pusieron sobre la mesa. Los muebles pasaron un sinfín de requisitos, incluido el de la accesibilidad. La biblioteca es fruto de un trabajo colectivo que continuará.
También ha habido quejas de que la biblioteca tiene goteras.
— Ni Barcelona de Infraestructuras Municipales (Bimsa) ni Bibliotecas de Barcelona nos lo han trasladado directamente. Hay una serie de trabajos pendientes en el período de garantía del edificio que son normales y que tarde o temprano deben abordarse. Cualquier edificio es un prototipo en sí mismo y este es aún más prototípico y pionero. La construcción de un edificio es al final un trabajo artesanal.
¿Qué les quedó en el tintero?
— Hicimos bastantes más propuestas programáticas que las que se han podido implementar. Por ejemplo, propusimos instalar un sistema de control de colección mediante frecuencia ultraalta (UHF, en inglés) en vez de frecuencia alta (HF), para poder gestionar la seguridad como se hace en los duty-free de los aeropuertos o algunos comercios, con mayor apertura al público, sin hacer pasar a la gente por los arcos de seguridad. Esto permitiría multiplicar los puntos de acceso y sacar aún más provecho del clima mediterráneo exterior; pero era incompatible con las etiquetas HF que utiliza actualmente la Red de Bibliotecas para la colección global. Sin embargo, la biblioteca tiene un sistema de puertas correderas de grandes dimensiones y una línea de cortinas que genera un espacio umbral y escaparate en toda la fachada que puede formar parte indistintamente del interior o del exterior y que permite la celebración de eventos y activar la plaza.
¿Que la Biblioteca Gabriel García Márquez haya recibido tantos premios les hace sentir presionados en lo sucesivo?
— Esta obra nos pone en nuestro sitio y nos ayuda a entender cuál es nuestra función. En paralelo a la García Márquez se construyó otra biblioteca en Fuerteventura, de cuyo proyecto somos los autores. La construcción se adjudicó al contratista que presentó una menor oferta, con una rebaja de más de un 30%, y la dirección de la obra se dio a otro estudio de arquitectura. Ambos modificaron el proyecto de arriba abajo e hicieron una especie de Frankenstein donde se reconoce una parte de nuestro proyecto y otras no, y el resultado es radicalmente distinto. Lo que nos gustaría es que se nos volvieran a brindar oportunidades tan fantásticas como la que hemos tenido trabajando en Barcelona, con sus instituciones y su cultura arquitectónica y urbana, para poner todo nuestro conocimiento y capacidades a su servicio y llegar a las cotas más altas posibles. No siempre es fácil llegar, pero seguiremos intentándolo.