Arte

El fascinante Tàpies "criminal" y "degenerado"

El Museu Tàpies presenta una nueva mirada al universo del pintor barcelonés: 'La imaginación del mundo'

Una sala de la exposición 'Antoni Tàpies. La imaginación del mundo' en el Museu Tàpies.
12/02/2025
4 min
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BarcelonaEl NO-DO, el noticiario semanal franquista que se proyectaba en los cines, echaba por el derecho. En noviembre de 1949 mostró un reportaje sobre arte a raíz del II Salón de Octubre organizado por las Galerías Layetanas de Barcelona. Había obras de Antoni Tàpies, Modesto Cuixart y Àngel Ferrant, entre otros artistas del grupo Dau al Set. La postura del noticiario era inequívoca: asociaba ese arte de vanguardia a "un espectáculo de feria, a la peligrosidad social y la criminalidad, según un ejercicio de psicopatologización que recupera las teorías [nazis] del arte degenerado", tal y como explica Pablo Allepuz, comisario de la exposición Antoni Tàpies. La imaginación del mundo junto con Imma Prieto, la directora del Museu Tàpies.

¿Cómo era aquel Antoni Tàpies feriante, peligroso, criminal y degenerado de finales de los años cuarenta? Pues un artista en transformación que apenas dejaba atrás el retrato academicista, que hacía copias tenebrosas de Joan Miró y que se hacía eco, consciente e inconscientemente, del surrealismo, el dadaísmo y el arte sucio, y de un contexto sociocultural donde se solapan las huellas de Wagner, los cromos hace Tolrà, las cartas del Tarot, la energía popular de la Patum, los trucos del cine de Méliès, las novelas de ladrones y serenos, las revistas de cine, los paseos con Joan Brossa y los encuentros del Club 49 para escuchar grabaciones del bluesman Big Bill Broozy o de la ópera Wozzeck de Alban Berg. "Tàpies derriba los muros entre la alta cultura y la baja cultura", dice Allepuz, que para construir conceptualmente la exposición ha contado con las reflexiones que el artista dejó escritas en libros como El arte y sus sitios (1999).

"Siempre se interesó por el mundo y por la creación, en un sentido amplio y profundo", añade Prieto, que destaca el impacto que de una de las "lecturas fundacionales para el despertar de la sensibilidad" de Tàpies fue un texto de Joan Prats publicado en la revista De aquí y de allí en 1934 que "invita a transgredir fronteras tanto temporales como espaciales". "Tàpies recuerda cómo le desquició aquella lectura, y menciona literalmente el hecho de que el número de la revista se cerraba con un artículo de MA Cassanyes sobre magia y surrealismo", dice Prieto. Magia y surrealismo se esparcen por la exposición que se puede visitar hasta el 25 de enero del 2026, la primera después de "la marabunta" de la conmemoración del centenario del artista, tal y como se ha referido a ello la directora del museo.

Es un Tàpies fascinante, militante delars combinatoria de Ramon Llull, un artista en construcción en un momento de tensión después de las vanguardias, él mismo fascinado por la creatividad infantil, por la prehistórica y por la de los enfermos mentales. Es un Tàpies que hace obras como Paisaje transformado (1947), una pintura que establece conexiones casi mágicas con artistas posteriores; según el bagaje de cada uno, algunos verán la influencia de este Tàpies en Basquiat, otros lo conectarán con el cómic underground, o incluso con una perturbación del Tarot más propia de David Lynch. Uno de los atractivos de esta muestra que puede verse en la primera planta del museo es precisamente la capacidad de sorpresa. "Hay dibujos y pinturas que dejarán perplejos a los visitantes", dice Prieto. Unos por la sobriedad academicista, otros por la imaginación surrealista, como Mujer-árbol (1944), un dibujo de una inocencia perturbadora. Muchos porque en este Tàpies fundacional está el presagio de los hitos que conseguiría a partir de la segunda mitad de los cincuenta.

'Paisaje transformado' (1947), de Antoni Tàpies.

Un imaginario colectivo muy poderoso

La imaginación del mundo incluye unas 140 piezas, entre pinturas y dibujos del artista y todo material relacionado con la cultura popular que Tàpies vivió en la Barcelona de los años cuarenta. "Hay un diálogo muy profundo con un imaginario colectivo muy poderoso", asegura Prieto sobre "una exposición ensayística, humilde, austera, de escala media". El recorrido está organizado en cinco ámbitos que no son espacios aislados ni temática ni cronológicamente. El primero corresponde al realismo académico, "casi hiperrealista", según Allepuz, pero también incluye un retrato de Joan Brossa intervenido matéricamente en 1970, porque, como recuerda el comisario, Tàpies "se revisaba constantemente". El segundo ámbito reúne la simpatía por el arte de los márgenes, el primitivismo, la creatividad infantil y el arte bruto. Aquí la exposición incluye dibujos hechos por niños durante la Guerra Civil y dibujos de Tàpies con personajes cambiados. Paisaje transformado preside la tercera etapa de la muestra, la dedicada a la relación entre cuerpo y paisaje. El cuarto ámbito permite adentrarse en la Barcelona de posguerra, incluidos crímenes inexplicables, y reúne obras tan interesantes como Parafaragamus (1949). Por último, la exposición se cierra con mural con algunas de las invitaciones a las actividades del Club 49, "una cartografía cultural de lo que ocurría en Barcelona aquellos años", dice Allepuz.

'Mujer árbol' (1944), de Antoni Tàpies
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