Oscars 2025

Adrien Brody gana el segundo Oscar por encarnar de nuevo a un superviviente del Holocausto

El protagonista de 'The brutalist' ya había recibido el mismo premio por 'El pianista' en 2003

BarcelonaAdrien Brody tenía 29 años cuando en el 2003 ganó el Oscar al mejor actor por El pianista, el intérprete más joven hasta entonces al llevarse el premio en esta categoría. Este año había un candidato que podía arrebatarle este hito. Con también 29 años, pero unos meses menos, Timothée Chalamet representaba la principal competencia para Brody por su más que convincente encarnación a todos los niveles, desde la apariencia hasta el talante y la voz, de Bob Dylan en el film A complete unknown, de James Mangold. Pero, finalmente, la Academia de Hollywood ha vuelto a reconocer a Adrien Brody, ahora con 51 años, en un rol, el del arquitecto ficticio László Tóth, en The brutalist, de Brady Corbet, que a la vez entronca, y expande, con el papel que interpretó en El pianista de Roman Polanski. Con este triunfo, el intérprete nacido en Nueva York el 14 de abril de 1973 además se suma a la selecta lista de actores que han ganado dos veces en esta categoría, que también conforman Spencer Tracy, Fredric March, Gary Cooper, Marlon Brando, Dustin Hoffman, Tom Hanks, Jack Nich.

Además de Chalamet, los otros profesionales que aspiraban a este mismo Oscar eran Ralph Fiennes —tercera vez nominado después de serlo por El paciente inglés (1996) y, como secundario, por La lista de Schindler (1993)— por el carismático papel de anfitrión vaticano en la reunión para escoger un nuevo papa en Cónclave; Sebastian Stan como el joven aprendiz de hechicero Donald Trump en The Apprentice; y Colman Domingo, que ya fue nominado el año pasado por Rustin y en esta edición optaba al premio por Sing Sing.

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Después de recibir el galardón de las manos del anterior ganador, Cillian Murphy, Brody ha aprovechado para hablar de su trabajo como de un oficio frágil, aunque se asocie a menudo al glamour, porque "da igual donde hayas llegado en tu carrera, todo se puede ir al traste". El protagonista de The brutalist parecía hablar de su propia experiencia a lo largo de estos veintidós años que separan a los dos Oscars. Con un físico que escapa de los cánones del Hollywood más comercial, el actor neoyorquino empezó a llamar la atención a finales de los años noventa en las esferas del cine independiente. Terrence Malick le reclutó en La delgada línea roja (1998), mientras que Spike Lee le concedía uno de sus mejores roles a la espléndida Summer of Sam (1999), como el joven punk y queer que aterriza en Nueva York en plena ebullición de la música disco. Incluso Ken Loach confió en él para su incursión estadounidense, Pan y rosas (2000).

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La mano de Roman Polanski

Pero fue el fichaje por parte de Polanski para ponerse en la piel de Władysław Szpilman, el músico que relató su calvario de horror y supervivencia en la Polonia ocupada por los nazis en una novela autobiográfica llevada a la pantalla grande por el director de La semilla del diablo, lo que le comportó la fama internacional, además de su primer Oscar. En El pianista llevaba a cabo una de esas transformaciones actorales que tanto gustan a la Academia por lo que suponía de desafío físico. Aprendió a tocar el piano, adelgazó 15 kilos y se aisló socialmente. En The brutalist, Brody da vida a otro superviviente judío de la Segunda Guerra Mundial, en este caso un arquitecto húngaro que logra resistir en el campo de concentración y emigra a Estados Unidos nada más terminar el conflicto.

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Si en la película de Polanski el arco narrativo del personaje se concentraba en el contexto bélico, en el filme de Brady Corbet, Adrien Brody asume el desafío de trazar la experiencia judía del trauma y la diáspora más allá de la Segunda Guerra Mundial y de Europa, en una encarnación del dolor. El actor ha encontrado en este papel la oportunidad de reafirmar su valía indiscutible después de una trayectoria irregular a pesar de (o quizás debido) ganar un Oscar tan joven. Habitual de Wes Anderson, lo hemos podido ver tanto en grandes producciones como King Kong (2005) de Peter Jackson como en propuestas más personales como Blonde (2022) de Andrew Dominik, pero también en un puñado de títulos bastante olvidables. Paradigma del intérprete capaz de entregarse en cuerpo y alma a un papel, ojalá este segundo Oscar suponga, como él mismo ha expresado en el extenso discurso de agradecimiento, una segunda oportunidad para relanzar su carrera.

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