C. Tangana no canta, no afina y ahora tampoco dirige cine, pero qué buen documental

Hay un intangible en La guitarra flamenca de Yerai Cortés que cuesta objetivar. Y es que es una película en la que se notan las ganas que el equipo tenía de hacerla. En este documental sobre el guitarrista flamenco que deslumbró a C. Tangana se percibe pasión por compartir una historia, ilusión por hacerlo con un arte que para sus creadores es nuevo (Antón Álvarez, es decir, C. Tangana, debuta como director con este filme) y, en general, hambre para comunicar. Todo esto es muy relativo en una disciplina tan colectiva y en una industria con tantos intereses como el cine. Y, como decía antes, no deja de ser una apreciación sobre unos activos muy etéreos. Pero, como el duende, si están ahí, se notan. La guitarra flamenca de Yerai Cortés tiene tanto empuje que pasa por encima de sus propias carencias. Sus virtudes son mucho más deslumbrantes que sus pecados, vaya. De entrada, tiene un elenco de personajes que cualquier departamento de casting soñaría con encontrar (para un reality o para una ficción). Después, apuesta por poner en imagen la música y por vincularla con los entornos de donde nace de mil maneras diferentes, a veces de forma hipernaturalista, otras con sofisticación abstracta. Y, finalmente, combina comedia y drama en un hilo conductor sobre el secreto familiar que motiva a Yerai Cortés a hacer la música que hace, que es donde radica el verdadero mensaje del filme: toda creación artística esconde unos motivos de fondo que explican su belleza .