Cómo convertir a un gato perezoso en el nuevo superhéroe de Hollywood

Desde la primera escena de Garfield. La película, en el que el gato más perezoso del cómic pide pizzas y lasaña a través de una aplicación móvil, queda claro que el objetivo del equipo liderado por Mark Dindal –el director de títulos menores como Chicken Little o El emperador y sus locuras– consiste en poner al día el universo del personaje creado por Jim Davies. En este sentido no es extraño que este discreto filme de animación juegue con la estética de los dispositivos digitales y que, aferrándose a la hegemonía cultural del imaginario de los superhéroes, hurgue en los traumas de niñez del protagonista –estamos ante elorigin story de Garfield, que llega marcada por un conflicto familiar.

Pero a pesar del espíritu renovador que impulsa la nueva aventura cinematográfica del gato rechoncho –un intento por hacer olvidar el funesto díptico de principios del siglo XXI, que mezclaba animación y acción real–, el filme acaba atrapado en un pozo de nostalgia . Lejos de su holgazanería natural, el Garfield se transforma aquí en un heredero tanto de los personajes espásticos del universo Looney Tunes como del inquebrantable Ethan Hunt de la saga de Misión: Imposible. Sin embargo, el problema de fondo de Garfield. La película es que, en su apuesta por la acción y la aventura, acaba diluyendo la principal virtud del cómic original, que satirizaba con gracia la armónica y tediosa realidad de la suburbia yanqui.