Pesadilla en la cocina del sueño americano

¿Cómo puede una pieza teatral de los años 50 del siglo XX reflejar la complejidad del mundo contemporáneo? El mexicano Alonso Ruizpalacios seguramente dio vueltas a este interrogante desde que descubrió la obra La cocina, del británico Arnold Wesker, una creación de 1957 sobre la rabia de clase que, ambientada en la cocina de un gran restaurante, narra la frustrada relación amorosa entre un entusiasta cocinero alemán y una camarera inglesa casada. En la versión de Ruizpalacios, la cocina en cuestión se encuentra en el centro del sueño americano, un restaurante de Times Square, mientras que el cocinero protagonista es un migrante mexicano enamorado de una chica americana a la que ha dejado embarazada. Alrededor, un montón de compañeros de diversas procedencias y una misma aspiración: conseguir el visado de trabajo.

Para Ruizpalacios, pues, no hay demasiadas diferencias entre la rabia del pasado y la del presente, porque en materia de desigualdades apenas ha cambiado nada. Ahora bien, aunque La cocina despliega su premisa de denuncia a partir de unos ejes más o menos realistas, apostando por la crudeza de la fotografía en blanco y negro y el retrato de este peculiar microcosmos, llega un momento en que el filme parece traicionar sus propósitos y comienza literalmente a hacer aguas, más interesado en una retórica grandilocuente, en línea con el cine de Alejandro González Iñárritu o Alfonso Cuarón, que al ser honesta con su material dramático.