La revolución socialista de los robots gigantes

Los niños de 1986 no estaban preparados para Transformers: la película, el largometraje animado que daba continuidad en el cine a la serie de televisión de los robots gigantes que se transformaban en coches o aviones. En sólo 10 minutos, la película liquidaba a algunos de los personajes más queridos de la serie, asesinados sin ceremonia por Megatron y los despiadados Decepticons; y poco después Optimus Prime, el líder de los Autobots y faro moral de la serie, caía herido tras un combate con Megatron y moría de forma clara e inequívoca. Acostumbrados a las aventuras infantiles de la serie –nacida como astuta campaña de publicidad de los juguetes de los robots que venía Hasbro–, muchos niños reaccionaron con lágrimas e incredulidad. Pero la masacre no fue una decisión creativa que añadir pathos en la trama, sino una demanda de Hasbro: después de dos años explotando la misma línea de personajes, tocaba hacer limpieza y matar a personajes para introducir otros nuevos y vender más juguetes. La jugada, por cierto, no funcionó: la indignación de los fans y las escasas ventas de los nuevos personajes precipitaron la resurrección de Optimus Prime en la serie animada.

Casi cuatro décadas después, la franquicia vuelve a tener una película de animación en los cines: Transformers One no es una continuación de la saga de acción real creada por Michael Bay, sino un viaje al nacimiento de la mitología de los Transformers. Ambientada en el pasado remoto del planeta Cybertron, de donde son originarios los robots, introduce las versiones juveniles de Optimus Prime y Megatron cuando aún se llamaban Orion Pax y D-16 y eran mineros sin capacidad de transformarse, el primero un poca -suelta indisciplinado con ganas de juerga y el segundo más cuadriculado y partidario de las normas; sin embargo, dos amigos que se rebelan contra una sociedad de rígida estratificación social y basada en las fake news.

Las lógicas del coming of age dominan este relato de origen superheroico en el que Optimus y Megatron pasan del bromanza robótico a la enemistad descarnada en el transcurso de una historia bien tramada y entretenida pero escasamente original. Seguramente no hacía falta que, con la intención de humanizar a los protagonistas, éstos se pasen media película chocando los puños y reproduciendo códigos de adolescentes del siglo XXI. No ayuda, en cualquier caso, a hacer más natural la evolución a trompicones de un personaje en el mesías socialista de Cybertron y del otro en cruel aspirante a dictador.

Con una animación en 3D bastante digna, pero sin ningún afán de innovar, el filme parece diseñado como iniciación en el universo Transformers para los más pequeños, que son los que compran juguetes. Y deja una reflexión: en los 38 años que separan a los dos Transformers animados, ha desaparecido de la franquicia la posibilidad de romper las normas y reescribir la historia. En el fondo, Transformers One nos viene a decir es que la franquicia no se rige por el espíritu revolucionario de Optimus Prime sino por el totalitarismo controlador de Megatron.

'Transformers': Robots, marketing y nostalgia

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